
En otro pasaje de sus declaraciones, Spaventa afirma que, según relevamiento del INADI, en marzo de 2008, 8 de cada 10 personas han sido discriminadas en Salta. Los motivos de esta discriminación (trato diferente) están relacionados, en su gran mayoría, con el nivel socioeconómico: el 76% de los entrevistados en la Provincia cree que en la Argentina se discrimina mucho/bastante a la gente en situación de pobreza, cifra que asciende casi al 80% en caso de los salteños.
Se trata de declaraciones que deben ser analizadas con mucho cuidado, tanto a la luz de la realidad de nuestros pobres y de sus padecimientos estructurales, como al hilo de la línea ideológica que sigue el organismo que preside (por no decir "encabeza") la señora Lubertino.
No es necesario efectuar un análisis muy profundo para darse cuenta que el INADI tiene un doble discurso en relación con la discriminación por niveles socioeconómicos y otras discriminaciones como, por ejemplo, las que intentan justificarse en la condición u orientación sexual de los individuos.
La diferencia es muy clara: El INADI lucha para que los homosexuales, por ejemplo, tengan iguales derechos que los heterosexuales; que los integrantes de los llamados pueblos originarios tengan plenos derechos civiles y políticos en un pie de igualdad que el resto de los ciudadanos y que los pobres (para no recurrir a eufemismos) sean tratados de igual forma que los ricos.
Pero en materia de pobreza, a diferencia de lo que sucede con las opciones sexuales, el INADI considera que antes de luchar contra la discriminación de los pobres se debe luchar contra la pobreza, a la que considera "escandalosa" y contra sus causas. Cuando se trata de homosexuales, por ejemplo, el INADI lucha contra su discriminación pero no considera su causa "escandalosa" ni proclama la necesidad de "rediscutir las reglas de juego" ni convoca a "combatir efectivamente a la homosexualidad. ¿En qué quedamos entonces?
Una de dos. O el INADI entra en cuestiones morales o no entra. O su cometido es luchar abierta y lealmente para que todos los seres humanos, por el solo hecho de serlo, disfrutemos de los mismos derechos y obtengamos el mismo trato, o los ciudadanos quedaremos expuestos al relativismo moral del INADI (o de la señora Lubertino o de la señora Spaventa) que, además de juzgar extrajudicialmente lo que constituye discriminación o no, se encargan ahora de decirnos que ser pobre es malo y ser homosexual es bueno.
El INADI no está en disposición, ni legal ni ética, de hacernos a todos ricos por igual, como tampoco nos puede hacer homosexuales a todos, por mucho que considere a la homosexualidad como buena y saludable. Su cometido es otro. Por lo tanto, más allá de las preferencias ideológicas de la señora Spaventa (que coinciden, por lo menos en los términos empleados con el discurso del Papa Benito), lo cierto es que nada tiene este organismo que decir en contra o favor de la pobreza. Sencillamente debería morderse los labios y resistir la tentación de dibujar, desde el INADI, la sociedad de sus sueños.