La familia viva de Hitler

Nadie conoce muy bien hasta ahora las razones por las que un funcionario de aduanas y un periodista, ambos belgas y llamados Marc Vermeeren y Jean-Paul Mulders, se han puesto a jugar a la Genealogía -con pruebas de ADN y todo- con la finalidad de encontrar a los parientes vivos de Hitler. La otra familia viva del FührerTal vez la intención de los belgas sea que alguno de los cuarenta parientes encontrados done sus genes a la ciencia, como el cerebro de Lenin, o quizá lo que deseen estos señores es encontrar parientes del dictador para darles un pésame atrasado. No se descarta tampoco que tal vez hayan acometido semejante trabajo de investigación porque les agrada saber que aún existen parientes de Hitler o para someter a éstos a una ya innecesaria exposición pública.

Dicen los investigadores que los parientes sobrevivientes del dictador se han puesto de acuerdo en no tener hijos "para extinguir la saga de los Hitler y dejar de vivir con miedo", pero han prometido publicar un libro antes de morir. El trabajo de los belgas no hace sino acentuar los miedos de estas personas, que algún derecho tendrán -digo yo- a vivir en paz y sin temores.

No se sabe si los belgas han llegado a auditar los recibos del gas de las casas de los bisnietos del padre de Hitler que aún viven en Long Island, o si han enviado a perros especializados a hurgar en sus jardines, pero sí ha trascendido que algunos parientes confirmados de Hitler han sido sometidos a examenes de ADN "por secreto", tal como curaba el maestro Taka en el Cerrillos de los años ochenta.

Las crónicas que he leído de este hecho, dan por supuesto que "tratándose de los Hitler" no hay ninguna violación a los derechos humanos cuando el investigador toma una servilleta usada en un restaurante o una colilla de cigarrillos y la envía al laboratorio sin saberlo el interesado. Es un poco raro, si tenemos en cuenta que, sólo en Bélgica, un conductor borracho se puede negar a soplar un simple alcoholímetro, si quiere.

La monumental investigación de los belgas no ha traído, en principio, nada positivo para los partidarios de la democracia, el Estado de Derecho y la vigencia de los derechos fundamentales de las personas. Tampoco para las minorías que fueron perseguidas por Hitler por motivos raciales, como los judíos y los gitanos. Pero, como si se tratara de paparazzi de la historia, los astutos belgas han desvelado que los parientes de Hitler son más escurridizos y escondedores que los de Mussolini, cuya nieta es todavía una figura destacada de la política italiana y, además, es bella y elegante.

En fin, que parece que no se han dado cuenta de que el problema no son ni esta Mussolini ni aquellos Hitlers que han disfrazado su apellido, ni el ADN de unos y otros. No se entiende muy bien las razones que pudiera haber para perseguirlos o hacerles la vida menos cómoda.

No entiendo por qué los belgas, tan inquietos y entremetidos, no se han lanzado a la más ingente tarea de armar el árbol genealógico de la "otra" familia de Hitler, la que está unida a él por otros lazos que no son los del ADN. Porque así como los parientes vivos y biológicos del dictador suman, escasamente, unos cuarenta individuos (la mayoría de los cuales está un poco harto de ideologías), la otra familia fundada por don Adolf sigue dando signos de vitalidad en algunas radios salteñas, en algunos tribunales de la Capital Federal, en algunos pequeños pasquines y hasta en algunos despachos oficiales, no sólo de la Argentina sino de muchos lugares del mundo.

¿Quién se ocupa del ADN de estos señores? Ellos no viven, como los auténticos Hitler, con miedo, sino que se encargan de sembrarlo; pero a los belgas les interesa más saber si a alguna viejecilla de Nueva Inglaterra, con el paso del tiempo, le ha crecido ese bigotito cuadrangular tan característico del Führer o, si en la intimidad familiar se saludan con lo que Seinfeld definió como "casual heil", ese "segundo saludo" nazi, un poco menos formal que "heil" más conocido.

Mientras tanto a los otros parientes, a los falsos parientes que no niegan al genearca sino que lo reivindican, les siguen creciendo los cuernos y los colmillos.

Después del triunfo de ayer de Kim Clijsters en el US Open, los belgas se encuentran en un dulce momento. Tal vez el funcionario de aduanas y el periodista se animen a rastrear en Salta y en otros lugares del mundo a los parientes perdidos que faltan para completar el aún muy rudimentario árbol genealógico del fascismo.