
Pero los homenajes deben guardar una cierta coherencia respecto del homenajeado. No sería lógica honrar la memoria de un líder pacifista con una parada militar, ni la de una dama piadosa con un riña de gallos, ni la de un hombre religioso con una fiesta donde se bailen tangos o cumbias, ni la de un creador de zambas paganas con un oficio religioso.
El único caso, grandemente justificado, donde se admite una cierta incongruencia es el de don Alfredo Nobel, inventor de explosivos, cuya memoria se honra con premios a intelectuales y literatos.
Mi cuestionamiento al Programa de Actos que acaba de presentar el señor Rubén Corimayo, Intendente, es que las actividades no guardan ninguna relación con la personalidad ni con la obra de aquel verdadero sabio cerrillano.
Las autoridades cerrillanas tienen, según todos los indicios, un solo formato de acto que repiten con independencia de las circunstancias: partidos de futbol, bailes folklóricos, tiro, pelota a paleta, desfile de modas, competencia de truco y sapo y, seguramente, una fiesta donde correrá abundante alcohol y se formarán cientos de parejas de elástica duración.
Si todo esto puede cuadrar con los homenajes que este pueblo de Dios rinde a satanás en épocas de carnaval, no parecen congruentes con la personalidad del homenajeado.
Una exposición fotográfica, un espectáculo de ballet y un encuentro de artesanos, no alcanzan para suavizar mi crítica al Programa de Actos.
La conmemoración de uno de los más importantes intelectuales salteños que gobernó a las almas y a los ciudadanos de Cerrillos, se me antoja oportunidad propicia para reunir a pensadores, intelectuales, mujeres renovadoras de las ideas, hombres de letras, líderes políticos y sociales, sacerdotes eméritos, memoriosos e iluminados.
Tras esta crítica, dos elogios al señor Corimayo:
Uno: Ha puesto en Internet una página oficial de Cerrillos, y eso es algo que se echaba en falta.
Dos: No ha caído en la tentación de cambiar el nombre del pueblo poniéndole el suyo.