
Si esto fuera así -y no hay motivos para dudarlo- seguramente se sentirán insultados al calificar nosotros sus tribulaciones lingüísticas como "idiotismos", en cuyo caso los invitamos a abrir -tal vez por primera vez- el Diccionario.
Porque si lo hubieran abierto antes, habrían caído en cuenta que "ejido" es el "campo común de un pueblo, lindante con él, que no se labra, y donde suelen reunirse los ganados o establecerse las eras". Es decir, que "ejido" es un sustantivo que, por definición, se contrapone a "pueblo", entendido éste como conjunto urbano.
¿Se ha querido entonces prohibir las estufas de tabaco y las curtiembres en los campos rústicos lindantes con el pueblo y permitirlas en éste?
Evidentemente no.
Quizá, los "organiyentes" (éste es un neologismo propio) deberían haber recabado el consejo de dos estupendas aficionadas a los crucigramas que residen en Cerrillos y que podrían haberles dado unas buenas lecciones acerca de ejidos, de labranzas y de eras.
Pero para aclarar ésto, nada mejor que este José María Pemán redivivo que es don Rubén Corimayo, que, de espaldas al Diccionario y a la razón común, ha dicho que Cerrillos tiene "un ejido urbano (sic) determinado donde se concentra la mayor población".
Como hemos dicho, "ejido" y "urbano" constituyen una contradicción en los términos, pero es que nuestro intendente casi vitalicio es, en sí mismo, una contradicción que camina. De tanto andar el Municipio como su mandamás, ya no distingue entre unas zonas y otras.
El intendente dijo, incluso, algo más sorprendente: Que el Municipio tiene dentro de la zona urbana "muy pocas secadoras". A continuación agregó: "Seguramente no deben superar las 50 estufas".
Considerando la dimensión de estas estufas (para quien no las haya visto jamás, son auténticos "edificios" a los que costará "arrancarlos de raíz" como manda la carta municipal) y su enorme e incontrolada capacidad de emisión de monóxido de carbono y otros gases, 50 estufas en el pueblo constituirían un auténtico crimen contra el medio ambiente, para cualquiera, excepto para el intendente Corimayo.
En resumen, que no hay "ejido urbano" posible. Que lo más parecido que hubo en Cerrillos a un "ejido urbano" fue el reverendo padre Egidio Bonato, cura párroco ya fallecido, que vivía al lado de la Municipalidad, en pleno centro "urbano" de Cerrillos.
Y que el señor Corimayo, así como los redactores de la Magna Cartae cerrillana, deben admitir su metedura de pata "hasta el pupo", disculparse con los ciudadanos residentes en la ciudad de Cerrillos y con los productores que mantienen estufas y curtiembres dentro del "ejido municipal", es decir fuera del área urbana.