
El prestigioso Washington Post un diario muy alejado del gobierno de George W. Bush- señaló esta semana en un ácido editorial que "es bien sabido que las estrechas relaciones entre Venezuela y Argentina no son mero resultado de una afinidad ideológica ( ) está saliendo a la luz ahora que los lazos personales del señor Chávez con la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner también pueden estar lubricados con petrodólares".
Es improbablemente casual que el diario aluda, en ese contexto, a la compra de bonos argentinos por parte del régimen chavista. Muchos observadores conjeturan lucrativos vínculos entre la compra de títulos de la deuda local por parte del gobierno venezolano y los manejos oblicuos que siempre conviven con regímenes de control cambiario como el que ha impuesto Chávez.
Para diluir las vehementes sospechas de negocios raros suscitadas por las maletas de Antonini y el puente aéreo Buenos Aires-Caracas, nada mejor que desplegar la trama de una conspiración, ladrarle a la luna del imperio y montar una operación de propaganda tan embellecida por sus objetivos humanitarios -la recuperación de algunos rehenes de la narcoguerrilla que ocupa parte del territorio colombiano-, que hasta tiene la capacidad de maquillar atractivamente a los secuestradores.
Al precio de opacar el rol presidencial de su esposa, Néstor Kirchner ha decidido destacar su propio liderazgo, embarcándose como copiloto del coronel Chávez en el operativo de devolución de secuestrados con que los comandantes de las FARC han decidido homenajear y beneficiar al líder "bolivariano". Las FARC, que desde hace años controlan y custodian un amplio sector de Colombia en el que tutelan y gravan la cadena de valor de la producción de droga, desde el cultivo a la refinación, son una fuerza aliada directa del castrismo cubano, con el cual Chávez mantiene una relación asociativa privilegiada, nutrida por el subsidio energético que provee a la isla y por sus afinidades menos ideológicas que psicológicas y oratorias con el Comandante Castro Ruz. Un hilo no demasiado sutil liga, pues, a la narcoguerrilla secuestradora y al jefe bolivariano de los recuperadores.
El papel de escolta de Chávez que Néstor Kirchner se dispuso a cumplir con entusiasmo de boy scout tiende a subrayar la coartada ideológica frente a las revelaciones actuales u potenciales de la investigación judicial norteamericana. La Casa Rosada ya ha urdido su relato: el gobierno de Washington manipula a la Justicia de Estados Unidos contra el gobierno K porque lo disgustan la autonomía del kirchnerismo, su relación con Chávez, la creación del Banco del Sur (que promueve Caracas) y hasta su empeño humanitario por recuperar a la franco-colombiana Ingrid Betancourt de manos de los guerrilleros de las FARC.
Se verá si ese dibujo ideológico compone una credibilidad sustentable a los ojos de la opinión pública, que en los últimos comicios no exhibió en las grandes ciudades ninguna propensión a confiar en las razones del gobierno.
Se verá, también, si las operaciones humanitarias con protagonismo de Chávez y la narcoguerrilla colombiana son un artefacto apto para navegar aguas procelosas o si, más bien, constituyen un salvavidas de plomo.
Veremos, veremos.
En cualquier caso, que todos seamos más felices en 2008.