Pedir lo imposible (y no hacer lo indispensable)

A coro y como si leyeran la misma partitura, funcionarios y lenguaraces del kirchnerismo local y del chavismo venezolano entonan la misma canción: "Guido Alejandro Antonini Wilson debe ser extraditado a la Argentina". Se distinguen en el conjunto las voces de Néstor Kirchner, de su jefe de gabinete Alberto Fernández y de su encargado de inseguridad, Aníbal Fernández, así como la del mujaidín Luis D'Elía, la del jefe bolivariano Hugo Chávez y la del gobernador del estado venezolano de Cojedes, Jhonny Yanez Rangel. Todos piden lo mismo para el adiposo Antonini y a todos se les ha ocurrido en el mismo instante. Guido Alejandro Antonini WilsonResulta verdaderamente enigmático este interés repentino por  el célebre valijero después de largos meses de silencio y apatía durante los que ni se habló del expediente abierto en la madrugada del 4 al 5 de agosto, ni se lo activó judicialmente. No es menos misterioso que todos reclamen algo que saben que no ocurrirá: transformado hoy en testigo protegido en Estados Unidos, país del cual es ciudadano, Antonini jamás será extraditado. No sólo por esa condición de arrepentido bajo tutela de las instituciones americanas, sino por el hecho más general de que Estados Unidos no extradita a sus propios ciudadanos. En rigor, son pocos los países que lo hacen. La Argentina sólo excepcionalmente concedía esas solicitudes. Una de esas excepciones ocurrió en noviembre de 2002, cuando la Corte autorizó la entrega de cuatro argentinos detenidos en Buenos Aires, acusados por la Justicia de Estados Unidos de introducir heroína colombiana en Nueva York. Eso no ocurrió sin controversia: Enrique Petracchi, uno de los dos miembros de aquella Corte que se mantienen en su puesto, votó en contra de la medida.

En ocasiones, la Justicia argentina ha rechazado inclusive extraditar a ciudadanos extranjeros reclamados por sus países de origen por delitos allí cometidos. Fue ese, por ejemplo, el caso del pedido español de extradición del  vasco Jesús María Lariz Iriondo, acusado en aquel país de participar en actos de terrorismo como miembro de la organización separatista ETA.


La política del tero y la soberanía judicial


El reclamo chavo-kirchnerista de extradición de Antonini y la actuada indignación ante el hecho de que seguramente no será concedida, suenan a excusa.

Después de introducir ilegalmente en el país casi un millón de petrodólares chavistas en un vuelo oficial argentino, el valijero no fue retenido en agosto por las autoridades locales. Se sabe ahora que, mientras el delito era silenciado (sólo generaría reacciones oficiales dos días después de que alcanzara estado público por acción del periodismo), Antonini era recibido en la Casa Rosada y más tarde se le facilitaba la salida sin inconvenientes del país junto a Hugo Chávez. Los tímidos jueces que intervienen en el expediente no han indagado aún nada de lo que puede averiguarse en fuentes locales; ni siquiera han citado a declarar a las personas responsables de aquel vuelo, compañeros de viaje del  introductor del dinero. Ni la Justicia ni la Cancillería no ha puesto en acción los  dispositivos del Tratado de Asistencia Jurídica Mutua y de la cooperación judicial argentino-estadounidense que están en vigencia desde la década del 90. Por esos mecanismos, más allá del tema de la extradición de Antonini, la justicia argentina podría pedirle a la de Estados Unidos colaboración para interrogar al valijero en aquel país. Pero, ¿ quieren los que reclaman a voz en cuello la extradición de Antonini que él se exprese en el trámite judicial? ¿Quieren que consten en el expediente los datos que el valijero podría aportar: quién le entregó la valija, a quién debía dársela en Buenos Aires, cuál era el objetivo del envío?

El gobierno Kirchner, en el tema de los 800.000 petrodólares venezolanos, iza el pabellón de la soberanía judicial: pretende que los que se encarguen del asunto sean los magistrados locales (que están siempre a tiro de juicio político, bajo la vigilancia de los soldados que el oficialismo mantiene en el Consejo de la Magistratura).

En verdad, el oficialismo enarbola la soberanía judicial cuando le conviene;  Kirchner es el que más hizo retroceder ese principio cuando admitió, en algunos casos del pasado, que tribunales ajenos (no cortes supranacionales y acordadas por el país, sino jueces de otras naciones) asumieran jurisdicción sobre hechos ocurridos en la Argentina y sobre los que ya habían actuado la Justicia y las instituciones del país.

La coartada "patriótica" 


El tema de la valija atraviesa las dos etapas del gobierno K y no está necesaria ni exclusicvamente ligado al financiamiento de una campaña electoral. En la era de Kirchner Néstor se soldó el vínculo con Chávez y fue en esa época cuando empezaron a volar las maletas; fue entonces cuando se establecieron nexos especiales con  Caracas y se puso en funcionamiento esa embajada de facto que cubría Claudio Uberti, formalmente titular del Organo de Control de Concesiones Viales de Argentina, pero en la práctica encargado de negociaciones con el régimen chavista, como hombre de la máxima confianza de Kirchner y de Julio De Vido. El venezolano Teodoro Petkoff, fundador del Movimiento al Socialismo de su país y actualmente director del diario Tal Cual, podría seguramente aportar información sobre esas negociaciones: "Acá en Venezuela –escribió en su periódico- conocemos muchísimo a De Vido: sabemos por ejemplo que sus intereses están representados por la oficina del señor Alex del Nogal, una persona que ya fue detenida en Italia acusada de narcotraficante".

En la segunda etapa de gobierno K, tanto De Vido como la mayoría absoluta del personal del primer período kirchnerista mantienen sus cargos. Y los signos de continuismo se vigorizan a partir de la reactualización del caso de los petrodólares. En ese momento la señora de Kirchner asume  sin beneficio de inventario la herencia legada por su cónyuge. Más aún: éste vuelve a ocupar escenarios y atriles, para subrayar, bajo el argumento de defensa de su esposa, la continuidad  de la línea y la gestión que él encarnó. Sigue -lo sepa o lo ignore- una vieja enseñanza de Napoleón: el secreto de un buen general reside en saber evitar la retirada…de la propia tropa.  La coartada "antiimperialista",  los argumentos "patrióticos" . no sólo representan una presión para los funcionarios de los distintos poderes que quieran actuar con independencia, son sobre todo la apelación a un recurso clásico para disciplinar y sofocar tempranamente los signos de duda o las insinuaciones de desvío hacia "la sensatez" que empezaban a observarse en rincones no necesariamente secundarios del oficialismo y presagiaban (presagian) crisis internas

Los que imaginaban que la gestión de la señora de Kirchner podía orientarse en un sentido diferenciado del que había impuesto su esposo registraban (y acaso sobrevaluaban) aquellas dudas e insinuaciones, compartidas o no por la propia señora.

La  variación del rumbo puede haber sido una intención, pero no se produjo.
 

D'Elía convertido en metro patrón


Es curioso observar cómo los  altibajos de la carrera artística del ex piquetero Luis D'Elía se han convertido en una suerte de metro patrón de las vacilaciones internacionales del kirchnerismo.

Por cierto,  en los tiempos en que se dedicaba a montar piquetes y a sitiar o tomar con modos rústicos edificios privados o públicos, D'Elía no se ocupaba de política exterior. La misión que –junto a otros- tenía asignada (y por la cual era juzgado y retribuido) residía fundamentalmente en garantizarle al oficialismo K ocupación de la calle y cierta capacidad de presión sobre adversarios reales o potenciales del gobierno.

Pero una vez ascendidos algunos tramos  en la siempre resbalosa pirámide kirchnerista, D'Elía avizoró horizontes más atractivos que los que ofrecía el movimiento piquetero; comprobada la fidelidad del gobierno (que neutralizó las acciones destinadas a investigar y castigar la violenta toma de comisaría de La Boca que capitaneó), lo suyo dejó de ser la pelea chica de los desocupados y trabajadores en negro que quieren acceder a un subsidio estatal o incrementar el que ya reciben. D'Elía comprendió velozmente que una fuente en principio inagotable de financiamiento podía ser el mandamás de Venezuela que, impulsado por la magnífica renta petrolera de su país, aspiraba a intervenir activamente en los países de la región. La amistad entre la Casa Rosada y el sedicente coronel bolivariano le permitía al ex piquetero servir a dos amos sin demasiada tensión espiritual y nutrir la caja de su movimiento con aportes de dos fuentes.

Un momento de gloria de esa iniciativa: aquellas jornadas de noviembre de 2005 en Mar del Plata cuando Néstor Kirchner, al tiempo que era anfitrión de  mandatarios americanos, se convertía,  al decir de Chávez, en  "el comandante de la operación" de ofensiva contra uno de sus huéspedes (el presidente de los Estados Unidos) y contra el ALCA. D'Elía marchaba entonces bajo la divisa de ambos, sostenido por los dos ubérrimos liderazgos.

Pero un tiempo después los senderos parecieron bifurcarse. Chávez develó públicamente sus simpatías por el régimen iraní de Mahmoud Ahmadinejad y hasta celebró   algunos comentarios de éste, que se balanceaban entre la agresividad  antisionista y el libelo antisemita. D'Elía olfateó otra posible fuente de apoyo, viajó a Teherán y comenzó a predicar una simbiosis pampeanamente rara de bolivarismo chavista y fundamentalismo islámico, pero lo hizo justo en el instante en que la señora de Kirchner (íntimamente advertida de que pronto sería la reencarnación presidencial de su marido) consideró adecuado abrir mejores relaciones con el establishment demócrata y la comunidad de negocios de Estados Unidos. Fue por esos días que la candidata in pectore comenzó a insinuar cierto fruncimiento de nariz al escuchar el apellido Chávez y en un viaje a Venezuela tomó contacto con la conducción de la colectividad judía local, hostigada por el coronel bolivariano, y pidió   por ella al César caraqueño. El gesto, destinado a que lo visualizasen las influyentes colectividades judías de Nueva York y de la Costa Oeste (decisiva en el mundo del   espectáculo y los medios californianos), parecía sugerir un despegue de la dama en relación con la erizada conducta internacional de su esposo. Luis D'Elía fue entonces desterrado del oficialismo visible; aunque subsistían los vasos comunicantes por los que seguía fluyendo combustible para alimentar el tanque del piquetero, ya no se lo invitaba a las reuniones, se lo consideraba comprometedor, sólo se lo citaba con la clandestinidad que enardece a los amantes.

Ahora, merced al FBI y al Departamento de Justicia de los Estados Unidos, D'Eía ha vuelto a la luz sin necesidad de disimular su oficialismo. La investigación sobre la valija de petrodólares que en agosto dejó en Buenos Aires el venezolano Antonini Wilson   canceló los movimientos que había encarado el kirchnerismo hacia Estados Unidos y ha devuelto a la señora de Kirchner a los brazos del coronel Chávez. No más disimulos ni preocupación por las apariencias: la Casa Rosada cierra filas con el benefactor bolivariano y acusa a las autoridades de Washington de urdir una "canallesca" maniobra destinada a perjudicar tanto al venezolano como a la señora de Kirchner. El cambio de actitud   kirchnerista recupera los servicios públicos de D'Elía, que vueve a transformarse en vocero de un romance latinoamericano, en lenguaraz del restaurado eje chavo-kirchnerista. Cauto, D'Elía por ahora omite las menciones al régimen iraní y los argumentos forjados por la propaganda de Teherán que él reproducía habitualmente. Pero no tardará en volver a ellos. D'Elía se siente plenamente reivindicado por las circunstancias.

Los Kirchner,  forzados por los secretos que el valijero puede develar, aterrizan de emergencia en el punto de partida.