
"Una canción de gesta se ha perdido en sórdidas noticias policiales"
El gobierno K optó por un discurso "antiimperialista" que ha extendido en las últimas semanas y parece un esfuerzo por detener el deslizamiento de las relaciones entre Buenos Aires y Caracas de las páginas políticas a las páginas policiales de los diarios.
También se adjudicó a una decisión de la Señora la iniciativa de que el Esposo se involucrara personalmente en el show montado por Hugo Chávez y la narcoguerrilla colombiana (FARC) sobre la expectativa de que ésta liberara a tres cautivos, de las decenas que mantiene secuestrados desde hace años. El hecho de que la atención del estado francés se fijara especialmente en Ingrid Betancourt, una franco-colombiana que fue candidata a presidente y supo mantener relaciones estrechas con prominentes políticos galos, otorgaba al operativo cobertura mediática mundial, aunque la narcoguerrilla no la incluyera en primera instancia en la brevísima nómina de liberados que prometía ofrendarle a Chávez. A primera vista, la idea de enviar por unos días al borde de la selva a Néstor Kirchner, vestirlo de verde oliva chic y mezclarlo en las fotos con el César Bolivariano y con Oliver Stone en la común misión humanitaria de rescatar rehenes parecía una seductora idea promocional (como aquellos anuncios de los 20.000 millones de dólares de inversión china, ¿se acuerdan?).
Una semana atrás, en cualquier caso, esta columna se preguntaba con escepticismo "si las operaciones humanitarias con protagonismo de Chávez y la narcoguerrilla colombiana son un artefacto apto para navegar aguas procelosas o si no constituyen, más bien, un salvavidas de plomo". La respuesta a esa duda empezó a verificarse rápidamente. Mientras las FARC, con diversas excusas, postergaban la liberación de los secuestrados, Hugo Chávez (mala señal para el operativo) abandonaba su compulsión a hablar anta cámaras de tevé y se refugiaba en Caracas y en el hermetismo, mientras Néstor Kirchner quedaba como rostro y vocero de los llamados "garantes", que no estaban en condiciones de garantizar nada, excepto, llegado el caso, alguna versión de los hechos.
El último día de 2007 hubo al menos dos versiones de los hechos. El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, ante las cámaras proclamó que las excusas ofrecidas hasta ese momento por las FARC y avaladas por Chávez no respondían a la realidad: no era cierto que hubiera habido adversidades climáticas capaces de impedir la entrega de los rehenes ni era cierto que el estado colombiano hubiera desplegado tropas para impedir esa liberación. Uribe agregó una información decisiva: la narcoguerrilla no podía cumplir su compromiso dijo- porque no estaba en condiciones de entregar a una de las víctimas prometidas, un niño de tres años nacido en cautiverio de la unión entre una prisionera y un miembro de las FARC. Ese niño, aventuró Uribe como hipótesis, había estado bajo otra identidad ubicado por los terroristas en instituciones del estado colombiano.
Teoría de los dos demonios
Para Chávez y sus amigos de las FARC, que difundieron una declaración en Europa, la afirmación de Uribe constituía "una mentira", destinada a "hacer estallar el rescate". Los garantes encontraron una excusa para salir de la incómoda situación en que se habían colocado, con la improbable promesa de "continuar las gestiones". Kirchner y la delegación argentina, en la conciencia de que la aventura concluía en un fracaso, procuraron forjar un relato conveniente al menos para el consumo doméstico. La narración kirchnerista fue una versión sui generis de la teoría de los dos demonios, siempre repudiada por el oficialismo. Según ese punto de vista, difundido por voceros oficiales y oficiosos, Uribe y las FARC eran los responsables del fracaso. El gobierno legítimo de Alvaro Uribe era colocado en el mismo plano de credibilidad que la narcoguerrilla y se aceptaban las excusas de los condotieros con mayor acogimiento que la denuncia del mandatario sobre la situación del pequeño Emanuel. Más allá de ese pobre intento excusatorio, el signo más elocuente del mal paso y de las huellas que el resbalón produjo en el matrimonio presidencial ha sido el silencio tras el cual una y otro se protegieron.
A esta altura, después que declaraciones de testigos directos y exámenes de ADN demostraron sin espacio para la duda la veracidad de la información presentada por el presidente Uribe sobre el pequeño Emanuel y cuando hasta la propia narcoguerrilla termina admitiéndolo, el turbado hermetismo de la pareja presidencial parece una adaptación del clásico "¡tierra, tragáme!", pero es insuficiente para eludir las consecuencias de su tenaz vínculo con Hugo Chávez y sus admiradores de las FARC. Uribe y el estado colombiano han recuperado un rehén y quizás la presión que ellos han ejercido termine impulsando la liberación de otros.
Hay que decirlo: el gobierno K tiene los amigos que se ha buscado. Una de ellos, Hebe de Bonafini, proclama sus amores sin rubor alguno: "Estamos con los compañeros de las FARC, estamos con Chávez, estamos con nuestro presidente que fue a Colombia".
La ofensiva contra Macri
El gobierno también tiene los conflictos que se busca. Al atacar a las instituciones americanas y adjudicarles confabulación a raíz de la investigación sobre el valijero Antonini Wilson, el kirchnerismo ha colisionado con el sistema político estadounidense en su conjunto, no sólo con el gobierno de George W. Bush (que tiene, por lo demás, más de un año de gestión por delante).
Pero, al parecer, el gobierno de Kirchner no se contenta con pelear al sistema político estadounidense: también se muestra dispuesto a chocar con la clase media capitalina, a juzgar por la vertiginosa declaración de guerra de Hugo Moyano y de los dirigentes del gremio municipal porteño al jefe de gobierno local, Mauricio Macri, depositario de más del 62 por ciento de los votos de la Ciudad Autónoma. El rápido paro de actividades (lanzado para oponerse al cese de contratos políticos decretado por Macri) y el protagonismo de Moyano sólo son explicables como una movida más en la campaña de hostigamiento al Jefe de Gobierno que el kirchnerismo lanzó diez días antes con un fracasado bocinazo.
Macri sorprendió a más de uno resistiendo a pie firme la ofensiva político-gremial oficialista, y contraatacando con la intervención de la obra social de la Ciudad. El gremio ha manejado siempre discrecionalmente esa caja así como la afiliación obligatoria, cautiva (y pésimamente atendida) de 150.000 empleados municipales. La disposición de Mauricio Macri a resistir las ofensivas oficialistas seguramente buscará respaldo en la voluntad de los votantes capitalinos y en su exteriorización pública.
En rigor, los ciudadanos de Buenos Aires han demostrado en muchas ocasiones que son capaces de movilizarse tanto para expresar sus objetivos como para mostrar sus rechazos.
En el balance de las magras cuatro semanas de la segunda presidencia K, al choque con Estados Unidos, la frustrante participación en el show de Hugo Chávez y el inicio de hostilidade en la Ciudad de Buenos Airess, el gobierno debe sumar otra consecuencia del período anterior: el dramático déficit energético que está enervando, con cortes de electricidad y agua, a amplios segmentos de la población en todo el país.
Durante cuatro años, Kirchner negó tercamente que hubiera crisis energética. En los últimos días, el énfasis puesto en la aprobación legislativa del cambio de horario, el proyecto de reemplazar bombitas de luz por otras de bajo consumo y la promoción de un proyecto de ahorro energético vienen vergonzantemente a desmentir aquellos embelecos. A buen entendedor, pocas palabras.
Pero los gestos actuales no proporcionan soluciones inmediatas; así, es conjeturable que el mal humor social no ceda en una temporada de altos calores, déficit de agua y heladeras en las que, sin electricidad, se pudre la comida.
Sedado por la bucólica atmósfera de Calafate, cautelosamente alejado de escenarios más exigentes, el matrimonio Kirchner se prepara con resignación para el retorno a Buenos Aires. Ella en cualquier momento empieza a gobernar.