Desalojo, gobernabilidad y partidos políticos

Ante una pregunta respecto de que había que hacer, en el corto plazo, para encaminar a la Argentina por la senda del progreso, un inteligente y erudito diplomático argentino, que había disertado sobre la realidad local, señalando falencias estructurales de larga data, contestó, con referencia al gobierno actual: hay que desalojarlo. La respuesta por lo escueta, pero contundente, merece, me parece, algunas reflexiones. Los Kirchner, confiados en triunfar en octubreLo más obvio, es que, con este gobierno, que se ha caracterizado por procederes despóticos, que ha violado y viola el sistema republicano de gobierno, mal administra los dineros públicos; que ha enfrentado a los argentinos entre si, impidiendo la concordia y la paz y ha dado muestras elocuentes de corrupción, no es posible encontrar el camino del crecimiento y el progreso. Para ello es necesario sacárselo de encima, en las próximas elecciones de octubre. Desalojarlo, como bien propuso el diplomático aludido.

 Algunos dirigentes políticos han dado muestras, en los últimos tiempos, de la madurez imprescindible para lograr aquel cometido. Habrá que hacer todas alianzas, acuerdos y transacciones que permitan aquel fin y mirar con buenos ojos los {sidebar id=9}pasos destinados a tan noble y elevado propósito, en pos del interés común y el bienestar general.

El umbral del acuerdo debe ser la Constitución Nacional. El compromiso, respetarla a rajatabla, permitiendo el libre juego de las instituciones, que no es su mera existencia formal. El Congreso debe representar al pueblo y a las provincias, el Poder Judicial debe aplicar las leyes y el Poder Ejecutivo tiene que ejercer sus facultades en ese marco, que es el de la legalidad. Nada más, pero nada menos. Todo lo contrario de lo que hace el gobierno.

El gran desafío del momento es repetir los éxitos de Misiones, la ciudad de Buenos Aires y Tierra del Fuego y derrotar, electoralmente, al oficialismo, lo que sucederá si cada uno de los ciudadanos decide, con su voto, apostar a un futuro mejor. Para ello es menester otra reflexión.

Es frecuente escuchar la afirmación de que quien gobierne el próximo período presidencial, tendrá enormes dificultades, provenientes, por una parte, de las consecuencias de los desaguisados que ha hecho la actual administración, que repercutirán desfavorablemente y por la otra de que hay sectores no dispuestos a someterse a la legalidad y apelarán a manifestaciones, huelgas y otras manifestaciones similares.

Se afirma, entonces, que la “gobernabilidad” será difícil, cuando no imposible y vaticinan descalabros y turbamultas, que terminarán por minar el poder del próximo presidente, si este es distinto de la candidata oficial. Se añade, además, que la gente, en general, estará dispuesta a levantamientos populares, si no se cumple con sus expectativas.

Hay recordar que gobernar no es sencillo. No lo ha sido para nadie, nunca jamás. Se trata de una tarea compleja, que exige trabajo, sabiduría y energía por partes iguales. Ahora bien. Gobernar sin respeto por el orden jurídico establecido es mucho más difícil y además, peligroso.

El gobierno actual es la confirmación de esta regla. No respeta, ni hace respetar las leyes y entonces las viola y permite su violación, por ello ejerce torcidamente sus atributos constitucionales, lo que alimenta el desorden generalizado, que, en algunos casos propicia. Hay que recordar que este gobierno permite que grupos de individuos entorpezcan el tránsito por rutas y calles y que alienta la justicia por mano propia, propiciando la violación de la propiedad, pública y privada.

Eso no puede seguir si se pretende una sociedad organizada. Gobernar, repito, no es sencillo, pero tampoco imposible como se pretende hacerle creer a la gente, si este gobierno es desalojado.

Por último, la casi total ausencia de partidos políticos significativos, contribuye a este estado de cosas. En algunos casos por ineptitud de sus dirigentes, en otros por la decisión de que no funcionen orgánicamente, los partidos han dejado de ser las instituciones que deben ser en una república democrática.

Habrá que recrear, rápidamente, partidos políticos, viejos y nuevos, para que actúen como intermediarios entre la ciudadanía y sus representantes. Esos partidos, que deben ser escuela de dirigentes, comprometidos con el interés general, requieren solidez doctrinaria y claridad de procedimientos. La tarea más importante, a mi juicio, para asegurar un futuro institucional mejor que el actual, es revitalizar estas instituciones esenciales para el funcionamiento de la democracia.

Los personalismos y slogans, deben ceder frente a programas y propuestas que se pongan al alcance de todos y que puedan discutirse civilizadamente. Crear y mantener organizaciones políticas como los partidos, tampoco es tarea sencilla. Fundados desde la oposición (caso UCR) o desde el gobierno (caso Partido Peronista) requieren dedicación y compromiso, virtudes que deberán ejercitar los ciudadanos, si queremos una sociedad mejor.