Silencios y paradojas

El matrimonio Kirchner decidió guardar silencio sobre la actitud homicida de su amigo y colaborador Daniel Varizat. El Presidente y la candidata habían llegado una semana atrás a Río Gallegos con dos aviones oficiales repletos de invitados al acto partidario del que ella sería protagonista. Varizat había sido uno de los pasajeros del avión presidencial Tango, unas horas antes de lanzar su cuatro por cuatro contra un gentío que lo vituperaba en la capital santacruceña. Daniel Varizat, autor de un atropello contra manifestantes en Santa CruzNi Cristina ni Néstor Kirchner consideraron necesario hablar del tema ni pasar por el hospital para interesarse por el estado de la veintena de heridos (algunos de gravedad, una en terapia intensiva), arrollados deliberadamente por Varizat.

La pareja gobernante abandonó casi subrepticiamente Río Gallegos y se refugió en Calafate, el santuario en el que Kirchner suele recluirse: allí fue para tratar de asimilar la derrota sufrida en Misiones a fines de 2006; allí guardó silencio {sidebar id=9}durante una semana tras la catástrofe de Cromagnon. Allí permaneció el 2 de abril, cuando los veteranos de Malvinas lo esperaban en Ushuaia para recordar aquella guerra perdida: no quiso encontrarse en Tierra del Fuego con una protesta de docentes santacruceños.

Silencio sobre una agresión


La primera dama, que usó varias veces desde entonces el atril de candidata, se las ingenió para mantener su abstención de juicio sobre Varizat. Como no concede reportajes y una férrea custodia la mantiene alejada de micrófonos indiscretos, no le resultó difícil mantener tal conducta. El viernes 24 estuvo en un acto de campaña rodeada por las huestes de Hebe Bonafini, pero allí todo fue celebración. Las víctimas de Varizat no representan una preocupación para algunas organizaciones que suelen invocar los derechos humanos.

En cambio, el Presidente sucumbió a la tentación. Una cronista alcanzó a preguntarle, al salir de un acto, qué creía que había pasado en Río Gallegos. "Hubo un hermoso acto de 15.000 personas", respondió entonces el doctor Kirchner. Se refería, probablemente, al acto partidario en el que había hablado su mujer, aunque la cifra de asistentes fue tan sesgada como las estadísticas que cocina Guillermo Moreno.

Si en Río Gallegos hubo esa cantidad de gente no fue en el estadio donde lanzaron la candidatura del Frente por la Victoria, sino en las calles, reclamando contra los gobiernos provincial y nacional. En cualquier caso, al hablar del acto partidario y omitir el episodio homicida de su amigo Varizat o algún comentario sobre las víctimas, el Presidente quiso subrayar qué cosas le interesan y cuáles le parecen descartables.

El vehículo vale, las personas no


Desde la comisaría donde se mantiene encerrado y bien cuidado, Varizat produjo en los hechos un comentario que está en sintonía con la actitud presidencial: ordenó a su abogado que iniciara acciones legales por los daños que sufrió su camioneta Cherokee en el incidente en que atropelló a la multitud. Lo primero es lo primero.

Monseñor Romanín, el obispo de Río Gallegos, advirtió que "si insisten en irritar a la gente, se corre el riesgo de que esta haga justicia por mano propia". El sacerdote no es un agitador: está tratando de contener la furia que reina en la capital de Santa Cruz.

La provincia se ha convertido en una inquietante preocupación para el Presidente. En rigor, el suelo político del gobierno, que hasta hace algunos meses parecía firme y estable, luce hoy amenazado por una suerte de falla geológica, que bien podría bautizarse la falla de Santa Cruz.

Según los geólogos, una falla "es una rotura en las rocas de la corteza planetaria provocada por una acumulación de tensiones". Las placas, "formaciones de la corteza terrestre, son poco elásticas y se rompen a lo largo de fallas, liberando brutalmente una inmensa cantidad de energía. Al deslizarse unas contra otras, las paredes de la falla producen vibraciones que se propagan: es el terremoto".

Falla geológica


Un pronóstico inspirado en la geología podría aventurar que la conmoción provocada por la falla de Santa Cruz induciría la emergencia de fenómenos telúricos en distintos puntos de la geografía nacional. Es que la presión ejercida por la movilización provincial ha impulsado al gobernador (con el visto bueno de la Casa Rosada) a prometer un aumento de salarios a los docentes y a los estatales, que financiará –dijo- con parte de los fondos que Kirchner sacó del país.

Uno y otro detalle (la promesa salarial y la información, así sea lateral, sobre aquellos dineros alrededor de los cuales en general reina el misterio) son el producto de la acción directa de los santacruceños y, en ese sentido, una nueva evidencia de que el gobierno que se muestra intransigente ante solicitudes y reclamos que se canalizan por vía institucional, termina cediendo sólo cuando las movilizaciones populares y la opinión pública lo ponen contra los cuerdas. Juan Carlos Blumberg consiguió en su momento algunas reformas en las leyes que afectan la cuestión de la seguridad ciudadana una vez que exhibió en la calle que la sociedad estaba dispuesta a rodear y sostener sus exigencias.

¿Extraerá alguna conclusión de estos hechos la fuerza mayoritaria de la ciudad de Buenos Aires a la hora de exigir el traspaso de jurisdicciones y fondos en las áreas que hacen a la autonomía del distrito? El Pro de Mauricio Macri solicitó civilizadamente al Presidente y siguió el camino legislativo.

Liderazgo acotado a lo porteño


Sólo obtuvo una autorización para erigir una fuerza policial propia, pero ninguna palabra sobre convenios de traspaso de funciones de la Policía Federal y mucho menos de transferencia de recursos. Ni hablar de la Justicia, el Puerto o los transportes: un secretario de Kirchner, y no las autoridades de la ciudad autónoma, seguirá dictaminando por dónde van los colectivos porteños y en qué esquinas paran.

Macri, la figura opositora que registra mejores marcas en las encuestas de opinión –parejas con la candidata presidencial oficialista, levemente superiores a las de Daniel Scioli- se debate estos días entre los problemas capitalinos que pronto deberá afrontar desde el gobierno porteño y los compromisos de orden nacional que emanan de la representación que se le asigna.

Los estudios de opinión le advierten a Macri que un amplio segmento que simpatiza con él se siente hoy decepcionado por su aparente abstinencia en la búsqueda de una alternativa al kirchnerismo. No sólo provoca esa desilusión el hecho de que Macri se atornillara a la Capital y renunciara a una candidatura presidencial con muchas perspectivas, sino que hasta el momento no consiga forjar una asociación que permita canalizar el voto opositor.

Sus comprensibles dudas sobre el apoyo a la candidatura presidencial de Ricardo López Murphy (dudas suscitadas por las magras posibilidades del valiente líder radical-liberal) terminaron empujando a su socio en el Pro a los brazos de Elisa Carrió. Eso no hubiera sido tan complicado (al fin de cuentas, esa aproximación liberaba a Macri de su compromiso personal de votarlo y le ofrecía a López Murphy un destino más plausible).

La oposición dispersa


Lo peor fue que la fundadora del ARI, a menudo esclava de sus palabras, no encontró mejor forma de defenderse de las críticas de sus propios discípulos de centroizquierda por su idilio con el jefe de Recrear, que atacar a Macri, invocando "barreras morales" para aceptar un acuerdo por vía transitiva, a través de López Murphy, con el electo jefe de gobierno porteño.

Así, la decepción sobre las conductas opositoras se extiende más allá de los votantes de Macri, a muchos simpatizantes de Carrió y López Murphy. Aunque, a la distancia, Roberto Lavagna observa con interés todos estos movimientos y quizás termine beneficiándose de ellos y el peronismo de Rodríguez Saa, Menem y Puerta siga ensimismado en el proceso de reconstrucción de esa fuerza, por ahora la política argentina muestra una realidad paradójica: el oficialismo (con affaire como los de la valija de 800.000 dólares, la bolsa de Felisa Miceli, los subsidios, la cuatro por cuatro de Varizat) parece trabajar para la oposición; y esta, con sus omisiones, timideces, egolatrías o torpezas, se esfuerza en devolverle los favores.