Otra estética, otras caras

El Gobernador de Salta, don Juan Manuel Urtubey, se apresta a leer su Mensaje a la Legislatura y al pueblo inaugurando el año parlamentario. A las 10 de la mañana, los preparativos exteriores han sido vistos así por nuestro cronista. Legislatura de SaltaSon las diez de la mañana y la Plaza Güemes está discretamente poblada por personas y bombos que, todo parece indicarlo, vienen a saludar al señor Gobernador y a alentarlo con motivo de la lectura de su primer mensaje ordinario a la Legislatura provincial.

Gente escasa y pacífica que hace redoblar bombos monótonos que incitan brazos cansados quizá por una mala noche, quizá por la reincidencia en esto de batir el parche un día en un piquete, ayer en una comparsa de indios que se prepara para el próximo carnaval, hoy por la Victoria.

Un observador atento y desprejuiciado podrá (es muy probable) identificar elementos que distingan a esta manifestación de otras muchas celebradas por el régimen anterior bajo la común invocación del dilatado, inmenso, espacio peronista.

Hay, por lo pronto, menos gente. Los que asisten no parecen haber venido tras recibir la consabida compensación de zapatillas, choripanes o chapas. Tienen el aspecto de “militantes”, de activistas comprometidos con el orden político que nos gobierna.

Una gran pancarta (sostenida por dos gauchos urbanos con aire distraído) dice “El campo somos todos”, en un vano intento por ocultar las profundas divisiones que han surgido entre quienes gobiernan y quienes producen granos y alimentos para el mundo.

Otra, desmesurada, evoca a la Juventud Peronista. Pero hay poquísimos jóvenes rodeándola. El mismo nombre (JP), pero a años luz de aquellas vanguardias embravecidas que desafiaron el Líder, sembraron el terror y brindaron los argumentos para que un golpe sangriento abatiera al desorientado Gobierno constitucional de entonces.

No hay consignas guerreras, ni gestos fieros. Tampoco ponchos rojos ni vinchas federales. Extrañamente, alguien decidió llevar a algunos disfrazados con motivos propios del carnaval de Venecia. Su presencia, llena de colorido, pone una nota amable y distinta.

Al parecer (al menos es lo que puedo apreciar a estas horas y desde la vereda que comparto con ciudadanos sin rango) la lista de invitados ha sufrido algunos cambios.

No están aquellos que quedaron resentidos tras los resultados electorales del pasado octubre. Asisten, si, los reciclados que toman distancia de antiguas lealtades.

Pero hay personas que antes eran prolijamente excluidas de todas las listas de invitados que confeccionaban los visires. Así, por ejemplo, don Hernán Cornejo y don Martín Miguel de Güemes y Arruabarrena, cada uno por su lado, salían del Bar Los Tribunales con destino al recinto de la Legislatura.

Trasnochados tangueros merodeaban por la calle Mitre, tras haber desayunado y leído el Nuevo Diario por un mismo precio. Comentan, lejos de las preocupaciones del Mensaje del Gobernador, la irreparable pérdida de un tanguero de ley, muerto mientras bailaba “Chirusa” en Salón Manolo.

Una muerte, como tantas otras, injustamente olvidada por las oficinas del Gobierno que elevan oraciones rogando por el destino eterno de las almas de personas con lazos de sangre, políticos o sociales con el poder de turno.

Advierto, queda dicho, cambios de detalle respecto de la estética tradicional del régimen anterior.

Sin embargo, hay algo que afea el presente y evoca malos recuerdos próximos: La columna de maestros agrupados en un sindicato enrolado en la izquierda opositora, no puede pasar a la plaza porque se lo impide la policía (“son del partido obrero", me informa un cabo primero).

Puede que, con el correr de las horas, el escenario cambie y reaparezcan símbolos o gestos propios del régimen anterior. Pero ésta es una crónica al pie de los hechos.

Adenda, una hora después


Se ha duplicado la cantidad de público. La irrupción de una brigada de cerrillanos, que reponden a don Tito (el clemente, para no confundirlo con su homónimo) y alegran el ambiente con cornetas y redobles frenéticos, pone un toque estético parecido a las manifestaciones digitadas por el régimen anterior.

El sindicato docente opositor ha logrado entrar a la Plaza, burlando la endeble e inexperta vigilancia policial. Tras ser rechazados por calle Mitre, amagaron ingresar por calle Leguizamón y cuando la policía intentó cortarles el paso, se colaron por la diagonal de la Plaza. La maniobra provocó la indignación de un oficial retirado de la Policia, crítico de la ineficacia.

El discurso del Gobernador se transmite por los altavoces ubicados en la Plaza. Surgen los aplausos cuando el señor Urtubey vuelve a prometer que acabará con la manipulación partidista de las ayudas sociales. Y los docentes pitan y protestan cuando se declara orgulloso de haber logrado que las clases comenzaran este año en la fecha prevista y sin huelgas.