En Tucumán, sin dinero y sin campaña, José Ignacio García Hamilton obtiene 100.000 votos

En el año 2011, dos personajes muy diferentes podrían lidiar en la arena de la política de Tucumán: José Alperovich, actual gobernador de la Provincia, de origen radical y ahora kirchnerista y José Ignacio García Hamilton, nacido en 1943, de tendencia liberal, abogado e historiador . García Hamilton se opone a un tercer e inconstitucional mandato de Alperovich, cabeza de otro sultanato en el Noroeste argentino. En las últimas elecciones, en treinta días y con muy poco dinero, García Hamilton logró 100.000 votos. El prestigioso periodista tucumano Rubén Rodó analiza el fenómeno en este texto que publicamos aquí con autorización de la Fundación Atlas 1853. El abogado e historiador José Ignacio García HamiltonEl choque entre ellos es posible y puede darse. La política como ejercicio de prospectiva también admite profecías, no como un don sobrenatural, sino simplemente como una reflexión sobre lo que pudiera devenir en una actividad tan mutante e inasible como el viento.

El gobernador, enceguecido por su egolatría, acaso todavía no se haya percatado bien de la revelación de las urnas y de su proyección hacia la sociedad. Sin que nadie lo esperara -tampoco lo sabía el mismo electo-, de la consulta del domingo 28 emergió, súbitamente, consagrado por el respaldo de la gente, el hombre con quien él puede enfrentarse, cuando intente, en 2011, ir por el inconstitucional tercer mandato consecutivo.

Resta que la Corte de Justicia, entonces, le habilite el nuevo período; si lo hiciera violaría los dos ciclos que determina la Constitución de 2006 (artículo 90). De José Ignacio Coché García Hamilton se habla. Hay todavía un largo, empinado y sinuoso camino por recorrer. La faena no es fácil.

La posibilidad de vertebrar una sólida estructura política plural diferente, donde quepa la oposición (con el límite del partido del ex general y ex gobernador del “proceso” militar Antonio Domingo Bussi), detrás de la cual se encolumne la diáspora actual, es un reto para todos los partidos por igual.

Es la única vía para acabar con el minifundio político existente hoy. Y, de paso, y con el cesarismo vernáculo. El sistema de acople -tan bien explotado por Alperovich- puede también usarlo a futuro García Hamilton, con la fórmula a la gobernación que él pudiera encabezar. El sarmiento está implantado.

La responsabilidad de su germinación y crecimiento es del diputado electo (si se adentra en la patriada), junto con las organizaciones políticas y sociales que les interese armar una alternativa posible de gobierno.

Hoy, este escarbador de la historia se levanta como el nuevo referente de la política tucumana. Perdieron el tren otros hombres que prefirieron la placidez burguesa del hogar, sin arriesgar nada, especulando que era inútil presentarse, porque la derrota se la veía en el horizonte como una certeza.

Depende de García Hamilton, si acepta el desafío del destino. Una ancha franja de la ciudadanía, en sus distintos estratos, refractaria al unicato conyugal reinante, pareciera haber encontrado la personalidad que sintetiza sus anhelos: serio, creíble, de manos limpias, con buena prensa en el país, incontaminado y distante de la vieja política.

De otro modo no se explica que haya arañado los 100.000 votos en apenas 30 días, sin hacer campaña y poca plata en las alforjas. Gastó 160.00 pesos, es decir $ 1.60 por cada sufragio. Insólito. Un sólo dato revela cuánto penetró en la gente: apareció un sufragio por Raúl Castells y él. Fue una hazaña oceánica, sin par, en una pelea desigual con Alperovich que derrochó dinero como si fuera el sultán de Brunei.

La lista encabezada por Dato, en la otra orilla, cosechó 40.000 votos menos que Cristina, en tanto Alperovich perdió 160.000 unidades, en 60 días, en comparación con su reelección. Se explica: esta vez no hubo bolsones, ni compra de voluntades. La noticia le turbó el entendimiento.

Los casi 100.000 votos de su rival provienen de territorio alperovichista, con aporte de la UCR & asociados, de la cantera del PJ y de tránsfugas radicales, más los sufragios de los sin partidos. Si algo no debe hacer el opositor electo es repetir la frustración de Esteban Jerez.

Por su bisoñería política y otros errores rifó por nada el capital que había ganado de la noche a la mañana siendo fiscal anticorrupción. Ahora no se puede desechar esta ocasión histórica que se presenta. El fenómeno político del diputado electo trasciende largamente las fronteras de la UCR.

Curiosa historia y suerte dispar de los hermanos García Hamilton metidos en la política: Bernardo y José Ignacio. Aquel viene de una meandrosa trayectoria, que arrancó con la Unión de Centro Democrático de Alvaro Alsogaray, abrazándose después a Menem y a Ramón Palito Ortega, con quien terminó muy mal, para, finalmente, recalar en los brazos de Alperovich. Apoyado por éste, en la reciente elección provincial rondó los 5.000 votos. Su hermano, como opositor, siempre fiel a la UCR, obtuvo 20 veces más sufragios.

Si Alperovich se sorprendió por el escrutinio, no menos le ocurrió al historiador, abogado y periodista. Hasta un mes atrás de la consulta no se imaginaba sentado en el Congreso Nacional. El jefe del Poder Ejecutivo, la primera dama y la totalidad de su cohorte -y también la gente- estaban seguros que arrasarían con las cinco diputaciones en juego. El oficialismo no sólo perdió una, sino que García Hamilton ocupó el cuarto lugar de la grilla, tirando al fondo del tarro a Germán Alfaro.

La banca perdida alborotó la Casa de Gobierno. El triunfo, con cuatro diputados nacionales en el bolsillo, fue una victoria vivida como una derrota, a pesar de la contundente cosecha electoral en favor de la nueva presidente de los argentinos. El oficialismo acusó el golpe. No se desató la parafernalia de otras veces, ni hubo bombos, ni sonrisas, tampoco brindis con champán. Una mezcla de tristeza e indignación flotaba en el aire en la medianoche del domingo en el Salón Blanco del palacio.

El mandamás y su consorte lucían rostros adustos con un rictus congelado y un malhumor evidente. Adictos al triunfalismo, se resistían a creer que esa poltrona se había evaporado. Estaba reservada para Silvia Rojkés, hermana de la primera dama, quien la impuso en la lista en un acto de nepotismo. Y de ahí su furia. La cuñada de Yo, José soñaba con las luces de Buenos Aires. Con fiesta y todo se despidió del Instituto de Cooperativas, que ella dirige, anunciando que dejaba el cargo para ocupar una banca nacional.

Deprimida y con la frente marchita -como rezonga el tango- volvió a la oficina donde trabaja. Antes de la elección, Alperovich presionó a Susana Díaz para que renunciara a su postulación de diputada nacional, incorporándose al Parlamento tucumano, para el cual resultó electa. Se negó y fue reelegida al Congreso Nacional.

Su desobediencia la convirtió en una apóstata y quedó en la lista negra oficial. Si hubiera aflojado, Silvia Rojkés sería diputada y no ella. Por eso el revés fue mucho más duro para el matrimonio monárquico. El apriete no concluyó y se hace sentir en La Cocha, donde habita la rebelde parlamentaria.

En 14 días más, la Justicia debe fallar sobre el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento. La Constitución de Tucumán es una acabada obra diabólica, hecha con la prolijidad de un orfebre florentino del Renacimiento. No es casual que se haya aprobado el 6 del 6 del 06 (el triple 6 representa al demonio).

Se ajusta en su articulado central a la conveniencia política de Alperovich, mentor y autor, públicamente reconocido por él, de su texto ajurídico. A tal punto que con todo acierto se la denominó la anticonstitución. Nada igual hay en todo el mapa constitucional de la Argentina y, acaso, en ningún país democrático del plantea Tierra.

Con total certeza, para vergüenza de los tucumanos, su estructura ajena al rigor de la juridicidad se analizará, seguramente, en la cátedra de Derecho Constitucional de todas las universidades, sin excepción, y en cuanto foro haya sobre el tema como algo para no imitar jamás.

Es, de veras, una pieza de contenido feudal y fascista que depositó en manos del gobernador la suma del poder público con riesgo para las libertades cívicas. La independencia de los poderes, sobre el que se asienta el sistema republicano de gobierno, se redujo a una ficción.

Antes de comenzar la tarea de la Constituyente, el oficialismo consultó a especialistas de autoridad incuestionada en la materia como Daniel Sabsay, entre otros. Como estaba en desacuerdo con la reelección al estilo subtropical y otros mamarrachos jurídicos, su asesoramiento concluyó antes de comenzar.

La conformación del Consejo Asesor de la Magistratura (CAM), que por su ínsita naturaleza debe ajustarse a normas constitucionales prístinas, se encajó dentro de las facultades del poder político. La integración de ese órgano fundamental para la buena salud de la democracia, quedó sujeta al capricho de Alperovich, mediante el dictado de un simple decreto.

Contrariamente a lo estatuido en 14 provincias argentinas, el CAM tucumano se trata, más bien, de un club de súbditos, integrado por funcionarios bajo el mando del gobernador, (ministro de Gobierno, fiscal de Estado y secretario general de la Gobernación), un legislador (oficialista, claro), un miembro del Poder Judicial (se excluyó al presidente de la Corte Suprema) y un abogado con no menos de 25 años de ejercicio de la profesión, electo por sorteo.

El Colegio de Abogados, auxiliar natural de la Justicia por ley, fue eliminado por Alperovich por cuestionar ante la Justicia la Constitución fascista.

El decreto constituyendo el CAM (28 de junio de 2006) nunca entró en vigencia por una medida cautelar la sala II (Rodolfo Novillo y Carlos Giovaniello) de la Cámara Contencioso Administrativa hasta que ésta resuelva la cuestión de fondo planteada por el Colegio de Abogados. Pasó un año largo y el fallo sigue sin aparecer. ¿Se teme las represalias del Príncipe hoy que tiene el control total del Parlamento y puede activar un juicio político a un juez cuando se le dé la gana?