
Los clavos remachados son: el Complejo Teleférico Salta, el Comité Organizador Pro Estadio Ciudad de Salta, la Sede {sidebar id=9}Mundial Siglo XXI y Tomografía Computada; en todos se han cobijado ab initio paradigmáticos amigos del poder, algunos de ellos con causas abiertas, a quienes por suerte no se les entregó (todavía) otros bienes o emprendimientos pues los habrían dilapidado irremediablemente, como el hijo pródigo.
Un diputado de la oposición había mocionado la vuelta a comisión del dudoso proyecto y, dicen quienes manejan la práctica legislativa, que los dóciles se comieron la votación y el presidente no se había dado cuenta, tal vez por el apuro de lograr el número mágico de 31 legisladores, gracias a un monobloque comodín. Advertido del papelón, el presidente forzó una nueva votación, sin impulsar el trámite de reconsideración que requiere los dos tercios del cuerpo.
Colofón: funcionó entonces la mayoría automática en todo su esplendor, aunque ruborizada, y la oposición entera se mandó a mudar mascullando bronca y amenazando con acciones legales, que espero se concreten. ¿Qué quería ésta? simplemente saber la verdad de los estados contables de aquellas sociedades, antes de que el Estado asuma el muerto. Como si nada, el bloque justicialista continuó la sesión, aprobando la creación de un Banco de Prótesis. Se desconoce si incluye algún elemento de osteosíntesis, tutores externos o férulas para la república atropellada.
La expresión mayoría adquiere connotación peyorativa cuando se le adosa la calificación de automática. Pero la tiene sobre todo por aquellos contextos de concentración de poder político y económico, donde la anomia (es decir, la falta de respeto por la ley o sea de la institucionalidad) es la regla, donde la conciencia cívica, la ética política y la propia autoestima están bajo el yugo del temor reverencial a la nomenklatura.
Convengamos que cualquier partido político que se precie busca obtener el poder formal y de allí sostener ideas y proyectos; por ende lograr esa mayoría parlamentaria para debatirlos lealmente e imponerlos es una obvia aspiración basada en el aval del voto popular. Es parte de las reglas de juego de la democracia, cuyo valor agregado se dá cuando el grupo ganador sabe lo que quiere y eso coincide con el bien común.
Pero tampoco se trata solamente de sortear un debate legislativo, sino también de hacer funcionar los demás controles republicanos. ¿Cuáles? que los funcionarios concurran a dar explicaciones a las Cámaras, que la Auditoría o Sindicatura, según corresponda, expidan informes en tiempo y forma para que cada legislador tenga criterio formado a la hora de levantar o no su mano. ¿Fantasía, ingenuidad? No pretendo entrar ahora en el debate de fondo respecto de las ventajas y desventajas de las concepciones realista e idealista del poder; eso puede ser para otra ocasión.
Los historiadores se van a hacer un festín y eso será bueno cuando coloquen a cada cual en su lugar: a los que han defendido lo indefendible, a los que nunca abrieron la boca, a los que cambiaron sus votos, a los que cobraron sus votos. Espero que lo hagan pronto (¿diez años, quizás?) pues la gente estará pendiente antes del juicio histórico que de la justicia humana.
(*) Docente universitario. Presidente del Movimiento de Integración y Desarrollo en Salta (MID). Candidato a concejal de la Ciudad de Salta por la Concertación Unión Cívica Radical MID.