
Unos vieron en aquella instantánea un intento de sacar a España del último puesto de la fila internacional y otros la cara oscura de nuestra nación que luego se inmortalizó en el grito no a la guerra que fue coreado en masivas manifestaciones ciudadanas a lo largo y ancho del país.
Zapatero llegó después y arrasó. Un domingo, tal y como había prometido en su campaña electoral, anunció a los españoles y de paso a los norteamericanos que nos íbamos de Irak. A partir de aquel momento, nuestras relaciones exteriores con Estados Unidos sufrieron continuos desencuentros y el concepto de diálogo de civilizaciones en contraposición al belicismo del señor Bush, se intentó instaurar en el panorama nacional.
Estados Unidos es lo que es, pero no es exactamente lo mismo con Bush que con Obama. Éste, como los demás presidentes norteamericanos, jamás traicionará las grandes líneas de de la política exterior de su país, pero su talante, ese del que también presume Mr. Zapatero, es más cercano al diálogo y el uso de vías diplomáticas, que el de su antecesor George Bush.
El próximo día 2 tendrá lugar la cumbre del G20. El gobierno de Aznar, con su soberbia personalidad, despreció nuestra integración en este grupo de 20 países del mundo. Años después Zapatero consiguió un puesto al amparo de las enormes turbulencias de la crisis económica y la amabilidad del presidente de Francia Nicolás Sarkozy. Esta vez, también acudiremos. La reunión tendrá como eje principal la reforma del sistema financiero internacional y el gobierno anfitrión ha señalado nuestro sistema, el del Banco de España, como un claro ejemplo y referencia a imitar en el futuro. Hasta el propio Obama ha hecho especial mención a nuestro país, como un buen modelo a seguir en política de energías renovables.
Bien, en eso estábamos recomponiendo imagen y relaciones, cuando llegó nuestra segunda espantada: la de Kosovo. En este caso nadie de los dentro y pocos de los de fuera, cuestionan el fondo de nuestra decisión, pero sí lo han hecho y con una bronca considerable, respecto de nuestras formas. Uno no puede retirarse de una misión internacional de la OTAN sin previo aviso y sin dar la posibilidad a sus socios de organizarse y suplir con sus propios efectivos la retirada de los nuestros.
España no ha reconocido la declaración unilateral de independencia de Kosovo; tiene el derecho a no hacerlo. Por lo tanto y con paz en la región, la presencia de nuestras tropas deja de tener sentido. Así es, esa no es la cuestión. No puede entenderse la retirada unilateral de una misión internacional compuesta por efectivos de varios países, sin previo aviso ni comunicación. Y eso es lo que en un arranque de extrema soberanía e independencia hispánica organizaron el fin de semana pasado dicen que sin tan siquiera comunicarlo al propio Ministro de Exteriores español nuestro amigo Zapatero y la Ministra de Defensa Carme Chacón.
Las formas en política exterior y relaciones internacionales son tan importantes como el fondo, como el contenido de las decisiones. Tuvimos y tenemos una especial habilidad para cargarnos todo tipo de formas: lo hicimos durante el gobierno de Aznar a costa de la excesiva obediencia a Mr. Bush, lo volvimos a demostrar con nuestra retirada a las prisas de Irak y de nuevo lo hemos vuelto a hacer con la espantada en Kosovo.
Cuidadito, cuidadito. Nos van a colocar otra vez en el último puesto de la fila internacional y además nos van a dar la medalla de honor y un diploma con mención especial. Nos lo vamos a tener muy merecido.