Se buscan políticos de altura: Se recompensará

Manuel Jiménez de PargaLa columna de esta semana podría tener significado universal, transnacional, planetario, cósmico inclusive; vamos a dejarlo no obstante, en un simple y básico mensaje dirigido tanto a los gobernantes y políticos españoles como a los argentinos. El que se dé por aludido, por algo será. En estos tiempos difíciles que corren no hay espacio para los políticos con minúscula,  esos que no ven más allá del día siguiente y que viven pendientes de la encuesta y la intención de voto. Hoy más que nunca tanto España como Argentina, por razones en común y también independientes, necesitan políticos con mayúscula; de esos de altura, valientes y generosos que tienen la inteligencia y capacidad necesarias para tomar decisiones de alcance. Ha llegado el momento de liberarnos con urgencia de todos aquellos que sólo saben hacer “política pequeña” para que nuestros países vuelvan a ser gobernados por gente con visión amplia y sentido de la historia.

El profesor Manuel Jiménez de Parga, prestigioso constitucionalista y miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas, escribió hace unos días un artículo de opinión que, entre otras cosas, decía lo siguiente:

“¿Hay que reinventar la democracia en España? La respuesta tiene que ser afirmativa: un rotundo sí. Hemos de reconsiderar nuestra manera política de convivir, ya que las instituciones se han deteriorado y ciertos usos y prácticas no tienen fácil encaje en un régimen democrático”

Y añadía después: “También debemos reconsiderar el modo de dar a conocer a los candidatos. Desde las primeras elecciones a la actualidad, asistimos a unas campañas políticas demasiado costosas. Los aspirantes son presentados en los actos públicos como si fuesen figuras del espectáculo. En ese gasto enorme de las campañas electorales hay que buscar, tal vez, el origen de determinadas corrupciones que ensombrecen el panorama político”.

Los dos puntos que señala el profesor Jiménez de Parga, salvaguardando las distancias y diferencias existentes entre nuestros dos países, son de extrema importancia:

Reinventar la democracia, traerla renovada y actualizada a nuestro presente para que no se siga desvirtuando sino que por el contrario se asiente y prospere, apoyada en pilares aún más fuertes. Esta es una asignatura pendiente que sólo podrá ser llevada a cabo por “políticos de altura”. Esos candidatos, posibles gobernantes después, tienen además que empezar a ser lo que siempre debieron haber sido: profesionales de la política que quieren acceder, a través de la gestión pública, a servir a su país. Sin brillos, sin esplendores personales, con todo el dinero público y privado a su alcance únicamente enfocado al bien común, no a su ego o su afán de poder.

Si se detienen a reflexionar aunque sólo sea un poco, podrán comprender las razones por las que cuando elegí el tema de esta semana y recopilé información, no sólo pensé en la actualidad política española sino también y muy concretamente,  en los últimos,
- en mi opinión graves acontecimientos -  que han ocurrido en la Argentina.

 Pero no quiero quedarme sólo en las palabras del profesor Jiménez de Parga. Quiero ahondar en lo dicho anteriormente y  hacerlo además, en el excepcional contexto que nos está tocando vivir: el de la crisis económica internacional y el famoso “efecto jazz”. Utilizaré para ello parte de un texto que escribió esta misma semana el ex presidente español Felipe González, en el diario El País. Dice así:

“La crisis financiera es global y sistémica aunque arranca en Estados Unidos. La resistencia a creer en las características globales e interdependientes del sistema nos condujo al error de contemplar la epidemia de las hipotecas basura y los derivados que se desató en ese país como una enfermedad de ellos que no iba a convertirse en pandemia financiera global”.

“Gobiernos y oposiciones, actores económicos y sociales deberían sustituir el ambiente de greña y crispación por la cooperación responsable para sacar adelante a nuestras sociedades. Casi todo lo demás es accesorio en la realidad que vivimos aunque esté ocupando todas las energías. Si lo hacemos encontraremos objetivos movilizadores de nuestro aparato productivo, crearemos empleo y creceremos de manera más eficiente y sostenible. Si no, nos retrasaremos perdiendo una parte sustancial de lo que hemos ganado en las décadas anteriores”.

La voz de un “político de altura”, la de Felipe González, emite una clara y rotunda advertencia a todos aquellos que aferrados a su banca del Congreso o su sillón presidencial, vociferan y disputan del lado del Gobierno o de la Oposición. Un llamado que se extiende e incluye también, a todos los sectores económicos y sociales de una nación, para que juntos – que no revueltos – consigamos mirar un poco más allá, en vez de ahondar en el socavón en que andamos sumidos en la actualidad.

En España un Zapatero aturdido por un sinfín de acontecimientos económicos negativos, aferrado a su genético optimismo, su talante dialogante y poquito más; en Argentina un gobierno “conyugal” caótico, sorpresivo y últimamente demasiado acostumbrado a gobernar a través de medidas de carácter “único y excepcional”.

En España una Oposición consolidada que ya sabe lo que es gobernar, pero que quizás más preocupada en volver a degustar ese sabor del poder que en apuntalar al país, presta poca ayuda al inerte gabinete gubernamental. En la Argentina una Oposición difusa, coyuntural y desorientada, que espero tenga el temple y la energía necesaria para organizarse en condiciones. No tanto por “arrebatar” bancas de diputados o incluso el sillón presidencial al oficialismo en el poder, sino por darle una sólida posibilidad, sin estridencias ni tragedias, de alternancia política a la Nación.

Lo dicho: se buscan “políticos de altura”, los ciudadanos recompensarán