
Hay dos cosas de los movimientos rusos que me preocupan: Una es que las guerras del futuro no serán exactamente iguales a las que conocemos, y la más atroz podrá ser por el control y manejo de los recursos naturales del mundo; esos recursos que son finitos y limitados, ya saben recuérdenlo. La otra es que con esto de refundar el capitalismo, embarcarse en la globalidad y crear un mundo multipolar, a mí me da la sensación de que de nuevo no aprendemos de nuestros errores y no vamos a refundar ná de ná.
Si ya China, poderosa potencia emergente, con una peculiar economía de mercado está empezando a extender sus tentáculos por África, la Rusia de nuestro amigo Putín ha fijado en estos tiempos revueltos sus misteriosos ojos democráticos o de zar, según se mire en nuevos retos. Uno en el continente americano a través de la Venezuela Bolivariana de Hugo Chávez, otro, en Repsol la compañía petrolífera española.
Parece que la Rusia de Putin después de asegurarse el control del nudo de comunicaciones de Osetia, en Georgia, ha mirado un poco más lejos y lo ha hecho justo en pleno cambio de gobierno norteamericano y con Obama tratando de configurar las medidas salvadoras a un enorme derrumbe económico. Eso es lo que se llama echar un verdadero pulso al novato. Desde luego un enclave ruso en Venezuela puede acabar con todo el programa de la Pantalla Protectora que los EE.UU. vienen organizando desde hace años, para defenderse de un posible ataque nuclear ruso. Sin duda, peligroso.
Para profundizar la relación ruso-venezolana, se establecerán además importantes acuerdos en materia energética y nuclear. Si la cosa se extiende a países afines al señor Chávez el panorama político-económico de Latinoamérica cambiará, no hay dudas y me temo que pasaremos de un colonizador comercialmente hablando a otro. La historia se repite, el ciclo vuelve, tan sólo cambian los protagonistas.
Si volvemos la vista a Europa, más en concreto al sur de Europa, a España, eso que geopolíticamente se denomina el flanco sur de la OTAN me resulta bien curioso que Rusia fije precisamente ahora sus ojos en la petrolera española Repsol.
Entre los países que más utilizan sus fuentes de energía y sus empresas gigantescas para presionar y obtener ventajas políticas, tanto internas como en el campo internacional, campea hoy en el mundo y por cierto, sin muchos rivales, la Rusia de Putin y de sus oligarcas. Y entre las compañías gigantes rusas, estatales o privadas eso allí da igual estrechamente ligadas al poder político a través de mutuas ayudas, destaca precisamente Lukoil, el cándido candidato a comprador de Repsol.
Por eso me ha tenido especialmente preocupada el affaire gubernamental de Zapatero con Lukoil. Con el Rey de España de por medio o sin él y con Luis del Rivero, presidente de la constructora Sacyr, en graves problemas económicos y queriendo soltar a toda costa su paquete accionarial de Repsol, el tema es de tanto calado que los chismorreos a veces dispersan la atención del verdadero nudo de los asuntos.
Observar el sector empresarial energético como si estuviera formado por empresas pequeñas que compiten libremente en el mercado, en vez de mirarlo como un oligopolio de gigantes operando en un ámbito de recursos naturales limitados es un juego peligroso. En Europa tanto Francia en Electri-cité de France, e Italia, en Enely el ENI, mantienen participaciones estatales determinantes, para orientar la gestión de estas empresas dentro del estratégico mundo de la energía y los intereses nacionales.
No sé si los rusos han visto a Zapatero parecido a Chávez, o por el contrario con esto de la crisis que nos asola, han pensado que la pintan calva y pretenden a través nuestro volver a afianzar su poderío en Europa, y de ahí al más allá.
¿La historia se repite o se acaba?