
Un Madrid luminoso y transparente como pocas veces, sirvió de escenario para los primeros pasos y el primer diálogo con Gorelik, recién llegado a la capital de España desde la convulsa Belgrado y de paso hacia Barcelona para cumplir con otro compromiso artístico.
Tras un breve periplo por Gran Vía, Puerta del Sol, Callao, Santo Domingo y la Plaza de Isabel II, nuestros pasos se detuvieron en las inmediaciones del Teatro Real, cuya fachada enfrenta al mítico Palacio de Oriente y a los bellos Jardines de Sabatini.
Allí, almuerzo de por medio, comenzamos a descubrir al hombre que llevó a la Sinfónica salteña a sus cotas más altas de calidad artística. Tarea que Gorelik nos facilita con su envidiable facilidad para utilizar las palabras más apropiadas a cada juicio.
Con serenidad y muchas veces con contundencia, el maestro se revela como un hombre de su tiempo, atento al mundo que le rodea, sensible y preocupado no sólo por aquello que le moviliza profesionalmente, sino por otras cuestiones que van desde la política internacional hasta el fútbol, temas en los que agita la batuta con la misma maestría y precisión a la que nos tiene acostumbrados al frente de la Sinfónica.
Ésta es la reproducción de nuestro diálogo, a lo largo de cincuenta inolvidables minutos:
L.C.F.: Maestro, bienvenido a Madrid, buenas tardes.
L.G.: Muy buenas tardes. Muchas gracias por recibirme aquí en esta bella ciudad. Estoy muy contento de pasar por aquí.
¿Qué le ha traído hasta esta ciudad?
Estoy de paso por Madrid. Este viaje se enmarca en el contexto de una gira de conciertos, bastante extensa, que tengo el privilegio de poder realizar durante estos dos últimos meses. La gira me llevó primero a Colombia, después a Serbia y ahora a Barcelona.
Estoy en Madrid solamente por unas horas para mantener reuniones de trabajo. Una de ellas en relación con la puesta de la ópera Tosca, que se representará en el Teatro Provincial de Salta en el próximo mes de julio.
¿Cómo ha encontrado el panorama musical europeo en este nuevo viaje?
Bueno, cada país tiene sus particularidades. Hoy estuve precisamente en el Teatro Real de Madrid viendo un poco la temporada de ópera, que me pareció extrañísima. Créame que no puedo entender la lógica de la temporada. Por otro lado, siento una sana envidia al ver los enormes recursos financieros con los que cuentan, lo que puede deducirse automáticamente al ver el listado de artistas comprometidos para dicha temporada.
En contrapartida, en Serbia, dónde he estado trabajando, encontré un teatro de ópera estupendo, con recursos mucho menores de los que cuenta España, obviamente, pero con un nivel muy alto. Allí pude realizar un trabajo muy satisfactorio. Esto es producto de una tradición de trabajo, una tradición de seriedad frente al hecho cultural, frente al hecho musical en este caso.
¿Cuáles son sus planes a su regreso a Salta?
Ahora empezamos la temporada con mucha energía. Este año tenemos una temporada de conciertos muy intensa, con muchas fechas y con programas complejos para la orquesta, que incluyen obras importantes del repertorio sinfónico como Mussorgsky, Mahler, Prokofiev, Beethoven o Mozart, además de algunos conciertos con artistas folklóricos. Por ejemplo, tenemos programado para el 24 de mayo la presencia de Dino Saluzzi junto a la Orquesta Sinfónica. Para el 8 de junio la presencia del tenor salteño Fernando Chalabe, pero en este caso cantando música folklórica con arreglos sinfónicos y se está negociando también la presencia de Zamba Quipildor para el mes de diciembre, para hacer la Misa Criolla.
Además de ello, tenemos presentaciones en conjunto con el recientemente creado Ballet de la Provincia de Salta y una ópera -que quizá es lo más ambicioso de este año- conmemorando justamente el año de Puccini, que es Tosca. Sería la primera vez que se monta en Salta una ópera de Puccini, en el nuevo Teatro Provincial. Es un proyecto en el cual tengo puestas muchísimas expectativas.
¿Cuál es su opinión acerca del nivel de nuestra Orquesta Sinfónica, comparado con otras orquestas similares en la Argentina y en el extranjero?
En el contexto argentino, la Orquesta Sinfónica de Salta, a mi entender, está entre las tres mejores orquestas del país. Es una orquesta de muy buen nivel, formada por gente muy joven, en su mayoría, y que desde su formación hasta ahora ha mantenido un espíritu y una energía de trabajo quizá única en el país.
Yo dirijo todas las orquestas de Argentina en forma bastante frecuente y le diría que es muy difícil encontrar en la Argentina un clima de trabajo como el que se da en Salta.
Esto tiene que ver con la propia ideología con la cual fue creada. La Orquesta Sinfónica de Salta fue creada con un sistema de concursos periódicos que, en mi opinión, es altamente positivo para mantener el nivel de excelencia que una orquesta financiada por el erario público debe tener. Obviamente que esto tiene su parte dura y difícil en lo particular puesto que la duración de los cargos no supera los tres años. A menos que uno vuelva a ganar el concurso, como sucede en la mayoría de los casos. Pero yo creo que esto es parte de los riesgos que uno asume al elegir la música como profesión.
En Sudamérica en general, la orquesta de Salta está posicionada como una de las mejores. En este momento hay una orquesta que está, por sobre todo el resto, muy lejos de todas las demás, que es la Orquesta de São Paulo. Es una orquesta a nivel europeo en la que el gobierno estatal de São Paulo ha invertido muchísimos recursos y realmente los resultados están a la vista. Es también una orquesta en la que los cargos no son estables sino que deben revalidarse periódicamente.
Luego están las orquestas de la Argentina, que como dije antes son de las mejores en Latinoamérica. Hay una muy buena orquesta en México, pero sin dudas podemos decir que la orquesta de Salta está dentro del lote de las cinco o seis mejores orquestas del continente latinoamericano.
Habrá, sin dudas, aspectos a mejorar
Muchísimos, por supuesto. La actividad musical y artística son actividades dinámicas. Precisamente la columna vertebral de mi proyecto como director al presentarme en el concurso está basada en el mejoramiento del aspecto artístico.
La orquesta de Salta empezó con muchísima fuerza en los primeros años y a partir del cuarto año empezó a decaer en su aspecto artístico, por muchas razones. La orquesta tiene, obviamente muchos aspectos para mejorar y estamos trabajando en ello, pero obviamente el punto de partida desde el cual tratamos de trabajar es alto.
Por supuesto no resultará ajeno al proceso de gestión de la orquesta todo el cambio gubernamental que se ha producido en Salta. ¿En qué medida ese cambio puede favorecer que se acometan proyectos para el mejoramiento de la calidad artística de nuestra orquesta?
Si lo miramos desde una perspectiva histórica, lo mejor que le puede pasar a la orquesta, o a cualquier institución cultural, es no tener que depender en forma directa de las distintas administraciones que se van rotando como deben rotarse en cualquier sistema democrático. Quiere decir que si las cosas, a mediano y largo plazo se hacen bien, el organismo artístico logra una estabilidad que va más allá de los matices que le va a imprimir el gobierno de turno, o de los objetivos, que obviamente, no necesariamente tienen que ser los mismos entre un gobierno y otro.
En Argentina, en general, lamentablemente, los organismos artísticos, y muchos otros, se han desinstitucionalizado. De manera que cada vez que llega un nuevo gobierno, todo cambia. Sin ir más lejos miremos lo que está pasando en estos días en el Teatro Colón. Parecería que los gobiernos nuevos llegan con la premisa que todo lo que se hizo hasta ese día no sirve para nada y todo lo que se va hacer en un futuro, cuando ese gobierno no está, tampoco sirve para nada. Esto es, obviamente, una falta de madurez institucional.
Yo aspiraría -y creo que en este sentido vamos bien encaminados- a que la orquesta, como institución cultural pueda mantener objetivos que trasciendan la coyuntura política del gobierno de turno, porque eso en definitiva es lo que le va a dar solidez a lo largo del tiempo.
¿Cómo se promueve el fortalecimiento institucional y la independencia del poder político en un organismo tan especial y específico como la Orquesta Sinfónica de Salta?
En este aspecto la Orquesta de Salta le lleva la delantera a todo el resto de las orquestas de la Argentina por su sistema de concursos periódicos. El primer camino es fortalecer este sistema, apoyarlo y no cuestionarlo. Si bien este sistema está regulado por una ley, no faltaron ni faltan voces que lo cuestionaran.
Cuando asumí el cargo en la orquesta dije muy claramente: Dentro de tres años, el primero en llamar a concurso para director voy a ser yo, y el primero en fomentar que se haga un concurso abierto, limpio y transparente. Porque si acepté la norma cuando estaba afuera, debo aceptarla cuando estoy adentro. No se puede manipular.
Pero esas voces discrepantes del sistema de concursos que fija la ley, ¿están promoviendo algún sistema alternativo?
No. Sólo buscan estabilidad en el cargo, lisa y llanamente. Como también la tienen otras orquestas del país. Lo que en sí no es malo. El problema es que en los organismos artísticos, en la mayoría de los casos, la estabilidad va en contra de la calidad a largo plazo.
Esto no es un absoluto. Hay casos de músicos admirables que mantienen su nivel durante veinte, treinta años o más, pero es necesario un sistema de evaluación permanente y eficiente que le permita al organismo realmente mantenerse a un nivel excelente. Para eso fue creada la orquesta; de otro modo no es necesaria una orquesta. Pongamos un disco y nos quedemos en casa a escucharlo.
Pero cuando el gobierno invierte millones en la creación de un organismo tan específico como una orquesta sinfónica, lo mínimo que puede pedirse es que sea de muy buen nivel. Igual que un hospital. Si voy a un hospital público a operarme espero salir operado, curado y cosido, no muerto. Es exactamente lo mismo. Al hospital lo estoy pagando con mis impuestos; a la orquesta también.
¿Hasta qué punto en este camino hacia el fortalecimiento institucional convendría o no promover en Salta una mayor autarquía del Instituto de Música y Danza?
Las funciones del Instituto están delimitadas por la ley que lo creó, de una forma muy clara. La autarquía en sí tampoco le garantiza nada. Yo creo que tiene que ver con las personas que están a cargo.
Me preguntaba recién sobre el fortalecimiento institucional y me quedó la mitad de la respuesta. Una forma es, como dije, fortalecer el sistema de concursos que la orquesta ya tiene y ya ha aplicado, no siempre eficientemente, pero por lo menos a partir del último año ha conseguido poner un cierto orden.
Lo segundo -y esto es válido para cualquier institución cultural- es entender que para lograr el fortalecimiento y la estabilidad de un organismo artístico deben fijarse metas muy a largo plazo. Los que entienden eso son los verdaderos estadistas. Esto es válido también para las obras públicas, para las inversiones de todo tipo. En cierto sentido hay que permitirle a la orquesta que desarrolle sus objetivos y su crecimiento al ritmo que le es propio, no necesariamente ligados a los tiempos políticos.
Obviamente no se puede hacer una separación absoluta porque la orquesta depende de la administración provincial que es una administración política. No me estoy poniendo por encima de la política porque gracias a una decisión política la orquesta existe. No estamos más allá del bien y del mal. Nunca fue esa mi postura. Yo creo que el artista tiene que tener una postura muy realista y entender el contexto en que se está desenvolviendo. Pero tampoco puede subordinar a tiempos políticos una actividad que se maneja con tiempos que van más allá de los tiempos políticos. Esto fortalece a la orquesta como institución cultural.
No tenemos que ir muy lejos para ver lo que pasa en Argentina, por ejemplo en el Teatro Colón, que durante los últimos quince o veinte años ha tenido seis o siete direcciones diferentes, muy diferentes unas a otra. Ahora mismo el teatro está al borde del colapso edilicio, administrativo y artístico.
Uno de los temas fundamentales, pensando una orquesta a largo plazo, es cómo la orquesta se sustenta humanamente en el tiempo, es decir, cómo van cambiando sus integrantes y cómo se va nutriendo de músicos cada vez más preparados.
Antes que eso, la mayor base de sustentabilidad de la orquesta es la llegada que pueda tener con el público. La orquesta debe tener una relación dinámica con la comunidad a la que pertenece. Es algo que no es fácil de conseguir, sobre todo en nuestra época en donde la música que nosotros hacemos pareciera que va a contrapelo de las tendencias culturales generalizadas, que tienden a priorizar lo inmediato. Escuchar una sinfonía de Brahms que dura sesenta minutos requiere del oyente un esfuerzo similar al que requiere leer una novela de Tolstoi que tiene tres mil páginas. No es algo inmediato. La música que nosotros hacemos tiene un potencial de elevación espiritual enorme, mucho más que cualquier otra expresión. Y esto no se logra sin el esfuerzo del oyente. Y en la sociedad de hoy en día no es fácil de lograr.
En ese aspecto concreto ¿el público salteño es muy diferente al público de otros lugares del mundo?
En cierto sentido el público salteño es mejor que el público de otros lugares, porque si bien no hay en Salta una tradición significativa de producción de música sinfónica, sin embargo el público salteño, el salteño en general, es una persona tranquila que con más facilidad se puede amoldar a una percepción serena de un acto artístico, en comparación con otros públicos que son mucho más acelerados e impacientes. En este sentido, el salteño es un muy buen público.
Pero hay un trabajo muy grande que hacer que tiene que ver no sólo con el público que acude al Teatro Provincial sino con el público que está en otros lugares de la Provincia. Salta es una Provincia enorme y la orquesta todavía no ha logrado una presencia estable y permanente en diferentes centros de la Provincia, como debería ser. Esto es parte de mi proyecto que, espero, a partir de este año se empiece a realizar. Esta presencia no debería ser una vez por año, sino una vez por mes, pero esto requiere un esfuerzo logístico y de producción importante.
Es muy complejo. Es posible, adaptándose a la realidad de cada lugar. Uno no puede pretender ir a tocar con la orquesta a una plaza con seis grados de temperatura. Pero tranquilamente puedo tocar en una iglesia, en el gimnasio de un colegio. Y obviamente voy a tocar un programa que sea adecuado al lugar. No voy a tocar una sinfonía de Mahler a donde nunca se ha escuchado ese tipo de música. Hay que ser inteligente, práctico y realista. Pero es absolutamente posible, siempre y cuando se cuente con los recursos humanos, técnicos y financieros para realizarlo.
Respecto a la primera parte de su pregunta, todavía la Orquesta de Salta está nutrida por músicos extranjeros o argentinos que vienen de otros lugares. No tengo la cifra exacta, pero calculo que la orquesta tiene un 30 por cien de músicos salteños nativos. Esto tiene su parte positiva y su parte negativa. Puesto que mucha gente que va a Salta echa raíces o las ha echado y mucha no. Tenemos músicos de países de la órbita ex soviética que han echado raíces en Salta de una forma fantástica, y al contrario músicos de Córdoba o de Buenos Aires que no han echado raíces en Salta.
Sería muy positivo que en los próximos años la orquesta comenzase a nutrirse de músicos nacidos y formados en Salta. Eso le daría una base mucho más estable
Pero ¿quién los forma?
Como orquesta sinfónica, no es nuestra responsabilidad ni mandato la formación de nuevas generaciones de músicos. Nosotros elegimos músicos no por su vocación ni sus logros pedagógicos sino por su nivel como instrumentistas. La orquesta no es un organismo didáctico, si bien la presencia de tal cantidad de músicos profesionales tiene una influencia irradiadora muy importante. Muchos de nuestros músicos son también docentes, en forma particular o en distintas instituciones de la Provincia.
¿Significa esto que Salta vive una revolución de la enseñanza musical?
Para mi gusto, este movimiento es tan pequeño que no llega a ser una revolución. No se ha dado en Salta en los últimos años una revolución a nivel pedagógico-musical que sea proporcional al fenómeno de la Orquesta Sinfónica. El surgimiento de la Orquesta cambió radicalmente la percepción que se tiene de Salta en materia cultural. Fue un shock. En todo el país se tiene presente en todo momento en ámbitos culturales a la Orquesta Sinfónica de Salta. Pero no ha tenido esto un correlato a nivel de docencia en la magnitud que se hubiese esperado.
Podríamos analizar diferentes razones, y aunque no soy la última voz autorizada para dictaminar sí le puedo decir que en una Provincia en la que existe una orquesta de primer nivel, sería muy bueno que exista una orquesta juvenil de primer nivel, muchas orquestas juveniles de primer nivel.
¿La actual orquesta juvenil de Salta no cumple hoy ese papel?
En este momento, hasta donde puedo ver, no.
¿Cuáles son sus principales problemas?
Creo que debería definirse cuál es el rol de la orquesta juvenil, porque no está claro si se trata de un organismo que tiene un rol primordial de inserción social o un rol de educación para la excelencia. Creo que se está dando un mensaje un poco ambiguo ahí.
La orquesta juvenil existe, ha hecho algunos conciertos, a mi modo de ver, de buen nivel, pero ese proyecto podría ser cincuenta veces más fuerte y más poderoso. Y tener no una sino veinte orquestas juveniles, con lo cual se establecería una pirámide, cuyo techo y magneto es la Orquesta Sinfónica.
Esa pirámide produciría un tiraje profesional, como ocurre en otros países, como por ejemplo en Chile donde hay un sistema de orquestas juveniles realmente bueno. En este momento hay una segunda y hasta una tercera generación de jóvenes músicos que están nutriendo orquestas sinfónicas profesionales de distintos lugares.
¿Cuál podría ser el modelo idóneo para que la educación musical en Salta sirviera de apoyo a la orquesta sinfónica?
En ese aspecto tengo una ideología, a mucha honra lo digo, a la antigua. Creo que la música, como el deporte o cualquier otra actividad que se quiera hacer de forma seria, debe inculcar en estudiante, desde el primer día, que es una actividad que debe hacerse con una extrema dedicación, con una extrema seriedad y con un grado de excelencia muy alto. Más allá de que la persona vaya a ser, cuando grande, músico profesional o no.
He trabajado mucho con jóvenes músicos en Israel. Yo era director del programa nacional de orquestas juveniles y trabajaba con adolescentes de trece y diecisiete años extraídos de ese programa. Un chico de trece o catorce años, para tocar medianamente bien el violín significa que hace seis años está estudiando, como mínimo, dos horas por día. Ese chico ha logrado una disciplina y una seriedad que le da una diferencia cualitativa sobre la mayoría de los otros chicos de su edad. Podrá dedicarse a cualquier otra actividad, pero el rigor y la disciplina que logró para tocar bien el violín no se lo quita nadie. Y ese sistema lo va aplicar a cualquier profesión. Lo mismo vale para un deportista competitivo.
En ese aspecto no hay zonas grises. O se hace bien o no se hace. Hay otras tendencias más modernas, más participativas del hecho musical. Pero una cosa no quita la otra. Tomemos por ejemplo el sistema de Israel o de Chile, que son ampliamente participativos, inclusivos en términos sociales -no son elitistas en absoluto, todo lo contrario- pero tienen un rigor ideológico centrado en la excelencia y en la calidad. Esto para mí es innegociable.
¿Cómo se compagina el carácter propio de una orquesta sinfónica con su misión de servicio público, para un público muy amplio y muy plural, por definición?
El hecho de que sea un servicio público no significa que se deba hacer pan y circo. Servicio público es también calidad. Hay que ser muy inteligente y muy equilibrado en la programación de la orquesta para poder captar la mayor cantidad de gente posible, pero a su vez cuidar la calidad de forma permanente. El hecho de que la orquesta toque un concierto de zambas orquestadas sinfónicamente con Fernando Chalabe o Dino Saluzzi no significa que se renuncie a la calidad. Simplemente se hace una fusión de estilos. Lo que los americanos llaman cross-over.
La fusión ya es en sí algo nuevo, algo diferente. Cuando una orquesta sinfónica toca una zamba no intenta hacer lo mismo que Los Chalchaleros. El que canta una zamba tampoco lo hace como si estuviese cantando una ópera de Verdi. Simplemente se genera un nuevo estilo.
De corazón... ¿El director se siente satisfecho cuando interpreta una zamba salteña, cual si estuviese interpretando a Mahler, por ejemplo?

En lo personal, soy un amante de la música popular, incluso del rock, sólo que eso es algo que por ahora no entra en el aspecto sinfónico. Le doy un ejemplo. El año pasado hicimos un concierto de tangos con Daniel Vinelli, que disfruté muchísimo. Vinelli es un gran bandoneonista e hicimos unos arreglos estupendos de algunos tangos de Vinelli, de Piazzolla, de Pugliese, de Salgán. Es otra cosa, otro fenómeno, pero la energía y la pureza del acto artístico están vigentes tanto al tocar una sinfonía de Mahler como al tocar una zamba del Cuchi Leguizamón.
¿En cuántos países ha dirigido orquestas?
En 19 países.
¿Y cuántos idiomas habla?
En forma fluida hablo cuatro idiomas: el español, el inglés, el francés y el hebreo, porque he vivido muchos años es Israel.
¿Dónde se ha sentido más cómodo trabajando?
En mi país. Siempre en la Argentina. Si bien he dirigido orquestas de nivel muy alto, como la Filarmónica de Israel, que es de las mejores orquestas del mundo, orquestas en los Estados Unidos, no hay nada con el país de uno. No hay vuelta que darle. Con todos los problemas y fallas que puede tener la Argentina. Una orquesta, usted sabe, refleja cómo se maneja la sociedad. Entras a un ensayo de la orquesta sinfónica, tal cual hizo Fellini cuando filmó su película, y ahí es un microcosmos de la sociedad entera. Las orquestas argentinas tienen los defectos y las virtudes que tiene nuestra sociedad. Son orquestas en las cuales es difícil conseguir lo grupal. Hay una exacerbación del individualismo. Hay músicos geniales, precisamente por eso.
El gran desafío del director en la Argentina es lograr una amalgama grupal, que es en lo que fallamos los argentinos en general, pues somos muy individualistas.
En Estados Unidos, donde dirijo habitualmente, hay orquestas de excelente nivel pero es difícil encontrar allí a músicos del nivel y la calidad individual que hay en la Argentina. Sin embargo, la orquesta es un poco mejor, porque grupalmente tienen una forma de trabajo mucho más aceitada.
¿Después de haber dirigido en casi veinte países y de liderar proyectos tan interesantes, cómo ve los horizontes de su profesión?
Me queda muchísimo por hacer. Tengo 45 años, que para un director de orquesta es una edad relativamente temprana. A diferencia de un instrumentista, la maduración de un director de orquesta es más lenta y lleva más años. La mejor edad para un director de orquesta está a partir de los cincuenta años, que es cuando empieza a lograr una madurez en sus concepciones interpretativas, una serenidad en la forma de trabajar con la gente, lo que también es muy importante.
Me queda por mejorar todo lo que hice mal hasta ahora. Sólo para eso necesito veinticinco años más... Yo en este aspecto soy una persona muy ambiciosa. Amo esta profesión, amo profundamente lo que hago. Considero que dirigir una orquesta de cien excelentes músicos como la de Salta es un privilegio enorme que hay que ganárselo.
¿Cómo se gana este privilegio? ¿Con un concurso, con capacidad de liderazgo, con solvencia artística?
En primer lugar se gana entendiendo que para exigir a los demás primero hay que exigirse a uno mismo, pero de forma exhaustiva. Entonces, se gana en primer lugar estudiando muchísimo. En segundo lugar con respeto hacia los demás, entendiendo que la orquesta no es del director. El director está al servicio de la orquesta -y del público, obviamente- pero el modelo de liderazgo que yo tengo inculcado señala que el líder es un servidor de los liderados.
Y esto, que parece una obviedad, el líder debe recordárselo permanentemente. El ser humano tiene un ego muy fuerte y uno debe buscar la forma de no olvidarse de esto, de que lo que hace es un privilegio, no es un sobreentendido. Realmente hay que tener la capacidad de tomar distancia de lo que uno hace y poder analizarlo críticamente, que es una de las cosas más difíciles. Imagine, por ejemplo, lo difícil que debe ser para un escritor tomar distancia de su trabajo y analizarlo fría y objetivamente. Porque uno se compromete afectivamente con su producto.
En el caso del músico es más difícil porque el producto es efímero. No es como tener algo en la mano. Se te va, se te escapa. No dura más de lo que dura ese momento. Por esto es tan sublime. En su fragilidad radica su riqueza. La música es tiempo no materia. Entonces si hiciste algo bien o mal y pasó. Por eso es muy difícil lograr la madurez necesaria para ser crítico con uno mismo. En la medida en que uno lo pueda lograr tiene la puerta abierta para mejorar y progresar.
A la mayoría de los directores cuando recién empezamos nos pasa que uno escucha lo que quiere escuchar, no lo que realmente está sonando. Hoy en día contamos con grabaciones y recursos que nos permiten analizar realmente lo que suena. En ese aspecto soy muy crítico, muy exigente y dedico muchas horas al estudio. No solamente al estudio de la música sino a reforzar mi intelectualidad y mi espiritualidad, porque por sobre todas las cosas la música se nutre del contexto cultural, histórico, espiritual que hay que saber absorber y entender.
Lo voy a llevar al terreno del humor. En uno de los episodios de la serie Seinfeld aparece un director de orquesta llamado Bob Cobb, que dirige una orquesta muy pequeña y poco conocida: la Policeman's Benevolent Association Orchestra. Sin embargo, su ego se resiste a que en situaciones sociales sus interlocutores le llamen "Bob". Digamos que se ofende si no le llaman "Maestro", como a Leonard Bernstein. ¿A usted cómo le gusta que le llamen?
Me gusta que me llamen Luis. Me gusta tratar a los demás y ser tratado de la misma forma. No es por falsa modestia. Soy una persona muy tímida y me siento más confortable en los ensayos tuteando a la gente y siendo tuteado. Me siento más abierto, confortable y relajado si alguien me tutea que si me trata de usted y me llama maestro.
La autodenominación de "maestro" es una pedantería y una estupidez. La denominación de maestro no es un título nobiliario ni académico. Es una denominación que te pueden dar los otros, si quieren... por respeto a tus conocimientos. Es un honor, es un lujo que te lo digan. Por eso no puede ser bastardeado el título de maestro.
¿Qué está aportando Salta, no ya en su faceta profesional de artista, sino en la de un hombre de este tiempo, con cuarenta y cinco años y padre de tres hijos?
Salta me ha dado la oportunidad de regresar y reinsertarme en mi propio país después de veinte años. Lo que ya es muchísimo. No hubo día de los años que pasé fuera de la Argentina que no extrañara a mi país. Lo digo con toda honestidad. No es falso patriotismo. Y cada año que pasó, en que he ido logrando metas importantes y logros interesantes, siempre en algún lugar de mi cabeza y de mi corazón estaba el deseo de poder volcar toda esa experiencia y conocimientos en mi propio país. Esto es un valor muy grande para mí, que la orquesta de Salta me lo ha dado de forma sistemática durante el último año.
Si bien dirijo habitualmente otras orquestas argentinas como la del Colón o la Sinfónica, el hecho de volver como director estable a una orquesta de mi país ha sido muy importante.
Salta es como esas frutas que se van descascarando de a poco. Es una sociedad que hay que tomarse un tiempo para conocerla. El salteño por lo general habla poco y no es una persona chabacana. Entonces toma un tiempo ir conociendo la sociedad salteña. Yo lo voy haciendo tranquilamente. No me interesa hacer demagogia con la orquesta para formarme en una especie de arlequín musical. Lo que nosotros hacemos es algo muy noble y hay que mantenerlo siempre así. Lo que se va dando se va dando de a poco. Y eso es también parte del carácter norteño.
Aparte, me siento muy honrado de poder acompañar este proceso en este momento histórico de la Provincia de Salta en el cual la Orquesta Sinfónica tiene su teatro, ha surgido y hay un renacimiento cultural tan importante. El año pasado cuando me tocó dirigir en la inauguración del Teatro Provincial de Salta dije que hay pocos eventos en la vida de un artista tan significativos como estar parado en las tablas de un escenario el día de su inauguración. Es un privilegio muy grande participar de eso. Lo único que deseo es, obviamente, estar a la altura de las circunstancias, siempre.
¿Llegará el día en que la Orquesta Sinfónica de Salta tenga un director salteño?
Es muy difícil de decir. Porque la dirección orquestal es algo muy complejo. Puedo decirle esto con cierta propiedad porque me dedico a la enseñanza de la dirección desde hace varios años. Este año, precisamente, vamos a hacer en Salta, en el mes de agosto, un curso internacional en Salta de dirección de orquestas.
En Salta hay gente muy interesada. Hay músicos a los que estoy dando clases de dirección. Uno de ellos es el actual director de la Orquesta Juvenil, Hernando Mena, que toca la viola en la Orquesta, un músico fantástico y un muchacho estupendo.
La dirección orquestal es una disciplina que demanda una formación multifacética, de modo que es muy difícil de predecir. Lo que sí, como decía antes, espero que la cantidad de músicos nacidos y formados en Salta vaya aumentando a lo largo de los años. Esperemos que el proyecto de orquestas juveniles pueda encararse de una manera que permita una producción real y sostenida de jóvenes músicos, a la par de una inserción social, pero además con estándares de calidad importantes.
Pero, en materia de dirección orquestal el tema es mucho más difícil de predecir.
Maestro, tengo que agradecer su tiempo y su excelente disposición. Me ha impresionado sincera y gratamente su erudición y su claridad para exponer los temas. Debo decirle que ésta ha sido una experiencia inolvidable para mí. Muchísimas gracias.
Agradezco muchísimo el tiempo que me ha dedicado, ha sido una charla interesantísima que espero que se repita, aquí, en Salta o quién sabe dónde. Además quiero felicitarlo por Iruya.com porque desde el año pasado vengo leyendo alguno de los artículos publicados que me parecen muy buenos.