
No obstante el elemental razonamiento anterior, el lector que no se convenza demasiado con lo que se acaba de señalar puede rastrear los orígenes de nuestra inflación, allá por la década de los 40 del Siglo XX y podrá verificar que, de la mano de la política de entonces de aumentos, como ahora, masivos y desbocados de salarios, en pocos años la Argentina de entonces se situó, como ahora, en tasas de inflación del 20% y poco tiempo después llegamos a las hiperinflaciones que produjeron nuestra pobreza y decadencia.
¿Por qué repetimos una y otra vez nuestros errores? Por un lado, quienes alientan los aumentos desbocados de salarios se benefician considerando que políticamente son bien recibidas estas iniciativas. Del otro lado, hay muchos economistas que con algo de ingenuidad sostienen que en tanto el Banco Central mantenga una política que evite un crecimiento fuerte de la cantidad de dinero, la inflación no se saldrá de control. Por supuesto, este razonamiento podría sostenerse si el Banco Central tuviera una genuina independencia y una política de baja inflación propia, lo que no es el caso en nuestra Argentina actual en donde todos los poderes, como en los tiempos de Rosas, le pertenecen a la Presidenta, quien parece que no se pone al frenta de esta situación de crecienta y desesperanta inflación...
¿Cómo se sale de ésta? La respuesta es todo un tema que merece una nota aparte. En principio hay que sostener que, para evitar la tradicional receta recesiva que naturalmente nadie desea, lo sensato es, como cuestión principal, cambiar el enfoque de los aumentos desbocados de salarios y plantear conjuntamente una meta gradualmente descendente de inflación, acompañada de una pauta asimismo descendente de salarios hasta converger en una inflación no mayor al 5% anual. Por otra parte, los incrementos salariales deberían, también progresivamente, descentralizarse lo más posible, tanto sectorial como regionalmente y pautarse a dos años en lugar de anualmente como ahora.
Naturalmente, una estrategia antiinflacionaria no puede basarse únicamente en los salarios. Sin embargo, más allá de los aspectos fiscales, monetarios, etc. debe hacerse hincapié en la fortaleza institucional que en la Argentina de hoy es de una precariedad de la que no hemos tomado nota todavía: es impensable cualquier política económica, no solo la antiinflacionaria, si el Congreso, la Justicia, el Banco Central y las restantes instituciones de la República son sumisos subordinados del Poder Ejecutivo que, como se dice hoy por hoy, encima es doble comando.
La tarea entonces, primaria y prioritaria, es fortalecer las instituciones, de las que el Congreso, y en la escala provincial y municipal, las Legislaturas y Concejos Deliberantes, es la primera a la que hay que prestigiar y consolidar.