
Puede que sus epígonos y panegiristas exageren al presentar o recordar su figura. Pero puede también que sus críticos y detractores incurran en similar error. En cualquier caso, el estudio de sus obras privadas y públicas y de su personalidad, el análisis de su trayectoria ciudadana y de los códigos a los que se sometió, son asuntos que deberán algún día ser encarados por la ciencia histórica.
Mientras, está muy bien esto de honrar la memoria de un ex Gobernador constitucional de la Provincia. Tanto si la iniciativa parte de su familia, como si se origina en resoluciones institucionales.
La foto que acompaña la nota a través de la cual www.iruya.com da cuenta del homenaje, mas allá de las comidillas a que pudiera dar lugar en los bares del centro, muestra una presencia (una forma de estar) que merece destacarse: La de la esposa de don Roberto Romero, quién supo acompañar a su marido sin estridencias y sin invadir el espacio institucional. Un ejemplo de primera dama cuyo estilo enlazó con nuestras mejores tradiciones
La paz social, tan necesaria como ausente entre los argentinos, debe comenzar por dejar atrás las injurias, los sectarismos y las fobias. Al menos las centradas en el pasado cercano o remoto. Dejemos en paz a los muertos; honremos la memoria de quienes asumieron legítimamente la difícil tarea de gobernar; también la de quienes se atrevieron a opinar y a crear, tanto como la de aquellos que, desde el anonimato, lucharon por la libertad y la justicia.
Sería altamente saludable, en esta dirección, que los herederos políticos de don Roberto Romero contribuyeran a la pacificación ciudadana ejerciendo la misma generosidad y sobriedad que exhiben antiguos adversarios ante su fallecido genearca.
El gesto del señor Juan Manuel Urtubey es también encomiable desde otro punto de vista. Su presencia en el homenaje no hace sino reconocer lo obvio: los estrechos lazos familiares y políticos que le vincularon a don Roberto Romero y sus sucesores.
En tiempos donde cunden los disfrazados y los Borocotós, hay que saludar la actitud del Gobernador que (sin que hasta ahora haya desmentido su vocación de diferenciarse del régimen anterior), decide asistir institucionalmente a un homenaje como el de ayer.