Más sobre el arte del buen sentarse

Don Roberto García Carbonell, salteño universal, maestro de oratoria e imagen en Europa. ImageEl reciente artículo de mi colega doña Josefina Pérez Franco (“Dime cómo te sientas y te diré quién eres”) amenaza desatar, sino una autentica tormenta política, un remolino, de esos en cuyo epicentro reside el diablo, como bien lo saben nuestros campesinos.

Su fina sensibilidad femenina le ha llevado a reflexionar sobre aspectos del lenguaje corporal en sus relaciones con la investidura ministerial, y a puntuar la elegancia y la pertinencia de los vestidos y modales de nuestros altos funcionarios.

Es de lamentar que doña Josefina no haya puesto sus ojos sobre el elenco gubernamental anterior, lo que nos hubiera permitido descubrir personalidades ocultas tras el boato y conocer hasta qué punto las maneras y los ropajes que gastaban los encumbrados se alejaban del buen gusto y de la sobriedad republicana.

Probablemente su mejor criterio desecharía mi convicción de neófito de que la Señora si que era verdaderamente elegante.

Lo cierto es que el régimen anterior inauguró el tiempo de la ropa de marca (auténtica y trucha), de los trajes brillantes, de los escotes, de los peinados femeninos al viento y masculinos a la gomina, de los perfumes unisexo, de las camisas con monogramas elitistas. Aunque su principal asesor de modas insistiera, sin éxito, en restablecer la peluca empolvada, el jubón y las calzas.

Naturalmente, los anteriores jerarcas tenían además sus uniformes de batalla que exhibían en campañas electorales y actos populares como las célebres empanadeadas de Barrio Castañares y las caminatas por las villas en la hora de la siesta.

Permítaseme recordar que, en los infaltables años sesenta, un líder del sindicato municipal fue el encargado de introducir esta curiosa costumbre del doble uniforme: solía viajar a Buenos Aires, por avión, muy bien vestido y llevando en un bolso de mano su uniforme de obrero, usado y sin planchar.

Los nuevos funcionarios, al menos hasta aquí, se visten y mueven con naturalidad; es decir, como lo hacían en su anterior vida civil. Los que bien, bien; los que mal, mal. Hay muchos que, conscientes de su nueva investidura, han renovado (sin abandonar por ello la sobriedad) sus guardarropas y aceptan ser maquillados cuando tienen que salir en la televisión.

Otros piensan que lo propio de un gobierno que se auto-considera popular es omitir corbatas y chalecos, aunque admiten calzar mocasines y no zapatillas Pampero. Seguramente descreen de aquella hipótesis según la cual Evita exhibía lujos para halagar al pueblo humilde que así lo entendía.

Los Tedeum y las Fiestas Mayas suelen ser ocasión propicia para medir la profundidad de estas convicciones que equiparan la informalidad en el lenguaje, en los gestos y en el vestir con la esencia de lo popular.

Como bien apunta doña Josefina Pérez Franco, los medios masivos de comunicación (en especial la televisión) han obligado a los líderes políticos a cuidar -día y noche- su imagen, difuminando las distancias entre derechas e izquierdas.

A propósito de estos asuntos, algún forastero despistado e irreverente podría decir para sus adentros: “La elegancia, la modernidad, la imagen no es cosa de gauchos que se visten en las tiendas de la peatonal Florida y en las Ferias Americanas”.

Tremendo error. Ignoran que en nuestra tierra los gauchos son finos y elegantes; que en el Pasaje Mollinedo y en Metán vivieron hasta hace pocos años caballeros que daban que hablar en los principales salones porteños y europeos; o que muchos de los líderes políticos de la vieja Europa aprendieron a hablar en público de la mano de un salteño.

En efecto, don Roberto García Carbonell, sobrino de don Virgilio García (quien supo ser, en sociedad con sus hermanos, propietario de la ferretería mas famosa de Salta), radicado hace décadas en España, fue profesor de oratoria (su curso comenzaba, precisamente, con clases acerca del modo correcto de sentarse, para cuidar la columna, respetar al auditorio y comunicar eficazmente) de la mayoría de los políticos que protagonizaron la transición española a la democracia.