
Esta última formulación abstracta es necesaria para ubicar y concretar la intención de este recordatorio que quiere ser público, ya que no conocemos si la Casa de Estudios salteña donde desarrolló parte de su fecunda y revolucionaria tarea filosófica, se hace eco de este aniversario. Y justo es mencionar en Salta y, a propósito de Kusch, la Universidad cuyo lema general reza, según se lee en su escudo, Mi sabiduría viene de esta tierra, puesto que este pensador fue, en filosofía, pionero en aprender de esta tierra y, al decir de la ya antigua zamba, en aprender de aquella tierra que anda/ sombra que canta/memoria de la semilla/ que en árbol de sangre se levanta, es decir, en aprender de su gente. Este punto decisivo - aprender de la mujer campesina de Escoipe, de la colla del mercado del Altiplano de Bolivia, de un criollo correntino en un bar de Buenos Aires, de la fuerza de una fiesta en una chichería de Oruro, de la belleza de una niña con labios leporinos, Julia, de Ollantaytambo, Perú, que corretea entre las ruinas, del indio Quispe, entre tantas otras personas y grupos humanos del contexto nuestroamericano-, este aprendizaje contextual de su y nuestra América profunda, título de una de sus principales obras, representa lo revolucionario de un compromiso filosófico que no se resguarda bajo el alero protector de la sutil burocratización del saber que se realiza en nuestras aulas universitarias como resultado de las perezosas mentiras que hemos cultivado sobre nuestra realidad, tal cual Kusch mismo escribía ya hace 55 años.
Salir, recorrer, callar y escuchar, aprender, siempre aprender de la sabiduría que viene de esta tierra, ése es el legado central de la obra y la vida de este autodenominado gringo entrometido que fue Kusch y que de ese modo, cumplió una función des-disciplinadora de un filosofar que se ha normalizado bajo cánones aún sostenidos como entelequia descomprometida respecto de su contexto y, por ello, desertificante de aquella sabiduría.
Kusch revoluciona el milenario prejuicio filosófico de que el pueblo no piensa, y que se corresponde con la fe racional, según la cual los profesionales de la sofisticación filosófica son aquéllos a quienes cabe ejercer el control del pensamiento humano mediante su tecnología discursiva, secuestrando de ese modo el derecho a pensar con la propia cabeza que, sin embargo, la más original tradición filosófica occidental, aprendida de aquella maestra olvidada de un Sócrates, nada menos, Aspacia de Mileto, ha hecho sentido de su praxis.
Este rememorar público a Kusch es también un imperativo de una filosofía que se complica con su contexto, insistimos, no para hacer de este pensador una pieza de museo para que escolares dogmáticos tengan en qué entretenerse con sus investigaciones académicas, sino para recrear el propio pensar desde el compromiso con la marcha del pueblo, y no con su detención y que debe contar con y sufrir, quiera o no, el peso del mito con el que ese pueblo resuelve su existencia, como enseñaba en la Universidad pública salteña hacia mediados de los años 70.
Esta tarea sapiencial no sólo fue encarada audazmente por Kusch, sino que, justo como ingrediente de este rememorar, ha de ser asumida por un hacer filosófico que, desde ese compromiso y ese pathos o, mejor, syn-pathos, es decir, simpatía con el mito popular, se pone al servicio de la necesaria transformación de todo el contexto histórico de opresión, de asalto del capital mundial complicado con la corruptela política vernácula nacional y local, que arrinconan al pueblo a la anomía, a la desarticulación existencial y social y a su global sometimiento deshumanizante, para poner por encima de sus derechos a los supuestos derechos de la empresa, de las finanzas, en síntesis, imponer, incluso con la violencia de reciclado genocidio, la civilización totalitaria del pillaje del planeta (Ernesto Cardenal).
Se trata de hacerse cargo de una tradición filosófica que se arroja a las arenas movedizas de lo popular, para lo popular, a fin de recomponer la textura comunitaria basada en la justicia y la reposición de lo que se le enajenó materialmente al pueblo, empezando por la tierra y, como el mismo Kusch indicaba, sin temor a los agentes del miedo que quieran impedirlo. Ante las celebraciones de los bicentenarios de las repúblicas de Abia Yala (el nombre propio de América), urge cargar con ese propósito, lejano a toda erudición prescindente, para que la colonia no sea un reciclado moderno de neocolonialismo de muerte, mediante todas las expoliaciones al pueblo, empezando por su reconocimiento como partícipe necesario en la determinación del sentido histórico de nuestras comunidades políticas plurinacionales, como bien se autodenomina hoy el Estado de Ecuador según su recientemente sancionada Constitución de octubre del 2008.
Por haber asumido Kusch lo indígena con todas sus consecuencias reflexivas, por haberse puesto a la escucha del otro cotidiano, posponiendo al profesor, por haberse echado a andar a la práctica filosófica por los derroteros de los símbolos y ritos populares, a través de los variados usos populares y de las ambigüedades de su palabra y tras el rumbeo del sentido profundo de la indigencia humana constitutiva, representa en la historia abiayalense del pensar un hito que, sin embargo, ha sido denostado y, más grave aún, olvidado de intención desde la plácida infecundidad filosófica oficial. Pero Kusch sigue despertando el interés no sólo en Argentina y todo Abia Yala: para dar un dato, el próximo año 2010 será editada en Estado Unidos una traducción al inglés norteamericano de esa otra central obra suya, El pensamiento indígena y popular en América; o, en Quito, donde Walter Mignolo acaba de dictar un seminario para doctorandos de diversos países abiayalenses, y en el cual trabajó horas y horas textos kuscheanos de Geocultura del hombre americano. También en búsquedas interdisciplinarias europeas, como en el Centre de Philosophie du Droit (CPDR) de la Université Catholique de Louvain, Bélgica, donde, por la presencia de un doctorando chileno que escribe su tesis sobre Kusch, se están abriendo perspectivas a la superación de bloqueos históricos frente a la necesaria participación comunitaria en el espacio público desde la génesis crítica de sus originales categorías; por ejemplo, en la fecundidad de la lógica de la negación que Kusch desentraña en el pensamiento popular, puesto que éste, en un silencio crítico y activo no siempre el que calla, otorga; a menudo se calla, precisamente como signo de rechazo o no aceptación- espera el tiempo o la hora en la cual la famosa y tan llevada y traída diversidad tenga lugar real como interculturalidad, no sólo de manera declamada o publicitada, sino también en lo comunitario, en lo político, en lo educativo, en lo religioso, etc.
Para terminar, la pregunta que se impone es si en los ámbitos donde se proclama que la sabiduría viene de esta tierra se pone en práctica esa alimentación sapiencial real ante una tierra asolada, entre otros, por bucaneros como los de las minerías a cielo abierto con su estela de destrucción y muerte o se está en la científica complicidad con el poder que traza el mapa del emperador (de nuevo, Franz Hinkelammert), que es el mapa del sometimiento y la disolución. Por todo ello y, seguro que por muchos otros motivos, como por su pensar existencialmente intercultural, por su humilde y acendrada capacidad de auscultar las profundidades humanas en mujeres, niños y hombres que pueblan nuestra tierra y se levantan en ella como culturas y, por ello, filosofías con derechos paritarios justo por las diferencias, por encontrar en esos hondones los cauces y posibilidades reales de recomponer la convivencia, por haber abierto picadas en la búsqueda filosófica liberadora de los miedos coloniales interiorizados en las clases llamadas cultas para hacerse cargo de su condición abiayalense, (por más blancos e inmigrantes que seamos; nosotros mismos somos indio, pueblo, gente, aunque pensemos ser alguien, escribe Kusch), por todo ello, es necesario rememorar a Rodolfo Kusch y su diversificada obra, de primera línea en el nuestro contexto filosófico y concretada en un sinnúmero de artículos, libros como, entre los mencionados, La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo, La negación en el pensamiento popular, Esbozo de una antropología filosófica latinoamericana, obras de teatro, charlas radiales, seminarios, etc., y reunida encomiablemente hoy en los cuatro tomos de unas Obras Completas, que podrían ser reeditadas con importantes mejoras.