
Hubo un tiempo en que los salteños solíamos refugiarnos en nuestra ancestral timidez y en nuestra forma de hablar cancina para diferenciarnos del porteño avasallante y vocinglero. Lo hacíamos conscientes de que el nombre de Salta representaba algo en los oídos de nuestros interlocutores. Hoy, sólo el fútbol y, si acaso, el tenis, hacen destellar el nombre de la Argentina en las pantallas de la televisión del mundo. El de Salta se ha ido apagando muy lentamente hasta desaparecer.
Lo que preocupa a casi todos los que experimentamos una sensación parecida no es la ausencia del noble nombre de Salta en la prensa internacional, sino el hecho de que al gobierno de Salta parece no importarle lo que pasa más allá de la acotada frontera de los despachos con poder. El mundo civilizado y desarrollado no despierta inquietud ni curiosidad en los responsables políticos de Salta, aun a sabiendas de que en ese mundo lejano y cada vez más desconocido se esconden las oportunidades que Salta necesita para dejar atrás, tal vez definitivamente, siglos de postergación y de frustraciones.
Los políticos de Salta se llenan la boca hablando de Europa y de los Estados Unidos, cuando les conviene, y cuando quieren impresionarnos o darnos lecciones. Da mucha pena comprobar que nos engañan; que la mayoría de ellos hablan sólo por haber visto las solapas de los libros, y a veces los titulares de los diarios. Se inventan a menudo realidades que no existen en otros lugares, confunden la orientación política de los principales líderes del mundo, interpretan a su antojo hacia dónde se mueve la humanidad, y a pesar de todo ello, se animan a tomar decisiones en Salta.
La razón de este déficit debemos buscarla en el desprecio con que el peronismo -desde una superioridad que nunca ha conseguido demostrar- ha tratado siempre al pensamiento foráneo.
A profundizar esta enorme distancia con el mundo, ha contribuido, y de qué manera, la preocupante inmadurez política de nuestro gobernador, su "paleta reducida" de recursos políticos, su apuesta por una institucionalidad frágil que, por contraste, destaque su propia solidez, su falta de ambición (no hablo de la personal, desde luego), su visión agonal del juego político, su preferencia por cierta "intelectualidad" lugareña, que tan pocos y pobres servicios ha rendido a la Provincia, y sus compromisos con ese aparato -formal y sustantivamente inhomologable a nivel internacional- que es el kirchnerismo.
Nuestro gobierno es una cáscara. Si rascamos un poco en su superficie nos vamos a encontrar con un agujero negro, con la oquedad física y política más absoluta. Tengo la impresión de que, a veces, sólo la filosa espada verbal del gobernador mantiene a su gobierno a flote. Pensar que este gobierno pueda hacer el esfuerzo de colocar a Salta en el mundo es como pensar que Unión Huaytiquina puede coronarse campeón de la Copa Intercontinental de Clubes.
El discurso gubernamental, atrapado entre la insustancialidad y la improvisación, ha entrado en una peligrosa espiral de confusión que se realimenta continuamente. El gobernador hace visibles esfuerzos por mantener la coherencia sin admitir errores anteriores, como el mentiroso que se ve obligado a seguir mintiendo para acomodar la realidad a sus mentiras, y va creando así un mundo propio, del que es imposible salir. La falta de asesores adecuados obliga al gobernador a improvisar sobre temas muy delicados y a lanzar juicios temerarios con una soltura manifiestamente criticable. Todo ello le lleva a confundir su papel de comunicador en la sociedad, porque -aun pudiendo- el gobernador renuncia a ser como aquellos científicos mediocres que, a pesar de todo, con sólo seguir el método adecuado son capaces de generar conocimiento; y al contrario se empeña en ejercer de filósofo, sin reparar en que sus errores conducen al anquilosamiento de las ideas políticas y bloquean el progreso del pensamiento.
El gobernador cree que la doctrina peronista más primitiva (la que él practica) tiene una respuesta para toda la complejidad del mundo actual, y se equivoca. No cuenta con que -sólo en Salta- hay personas que hace rato que le tienen tomada la mano a aquella cosmovisión tan retrógrada; no ha previsto que muchos ciudadanos, sin esfuerzo, son capaces de descodificar aquel discurso y de denunciar su pobreza, su oportunismo y sus contradicciones. No hablemos ya del efecto que sus soflamas surrealistas provoca más allá de nuestras fronteras.
El gobernador parece más empeñado en demostrar su talento como "activista" (las luchas internas de su partido se le dan francamente bien y le entusiasman hasta extremos poco imaginables) que como "estadista" (gobernar lo fatiga, lo enferma, lo debilita y lo envejece, según sus propias palabras). Esta tensión interna ha llegado al extremo de oírle decir al gobernador que "no está a favor de ningún personalismo" (su respuesta favorita cuando le preguntan si es kirchnerista), mientras que la realidad anuncia a gritos que le fascina el proceso de construcción de un personalismo propio, uno que lleve su nombre, al que él no adherirá "por principios", pero que dejará gustosamente abierto a la adhesión irrestricta de los demás.
Al gobernador le importa más esa "dimensión conductista" de su carrera política, mucho más que sacar a Salta del atraso y la marginación en la que se encuentra. Le preocupa más avanzar en el control de la estructura de su partido que mejorar y enriquecer la democracia, o hacer más transparente su administración. El ejercicio del gobierno para él parece una rémora, un obstáculo que lo detiene en su ambición de alcanzar el mítico status de líder.
Salta necesita salir al mundo y multiplicar por mil los intercambios que hoy se producen en materia económica, política, social y cultural. Incluso, me animaría a decir que debe plantearse con idéntica seriedad el esfuerzo por multiplicar los intercambios económicos y los relacionados con la cultura, la educación y el conocimiento.
El gobierno de Salta, si es auténticamente consciente de que nuestro futuro no pasa por llevarle planes milagrosos a la Presidente de la Nación (y algunos otros productos menores de la chatura ancestral del pensamiento económico lugareño) sino por buscar en el mundo avanzado las alianzas estratégicas y las oportunidades de cooperación que nos permitan superar carencias estructurales, debe empezar a trabajar en la elaboración de un indicador objetivo de inserción internacional de Salta. Debe abocarse, junto con las universidades y los institutos especializados, los agentes sociales y el resto de las fuerzas políticas, a trabajar seriamente por alcanzar metas cuantificables en esta materia, y demostrar capacidad de liderazgo para favorecer y coordinar los esfuerzos que una parte de la sociedad civil viene haciendo desde hace años para romper el círculo vicioso del atraso y la marginación, que muchas veces encuentra una única explicación en la vocación aldeana, aislacionista y autosuficiente de aquellos salteños que contemplan el mundo circundante como una amenaza.