
En 1861, el coronel don José María Todd, gobernador de Salta, ante la amenaza de un derrocamiento más o menos inminente, depositó su bastón de mando en las manos de la Sagrada Imagen del Señor del Milagro, ejerciendo éste, por algunas horas el Poder Ejecutivo de Salta, que tras la partida de Todd hacia Jujuy, se encontraría acéfalo.
Hoy, si bien no existe una acefalía constitucionalmente relevante, el Señor del Milagro -sin bastón- ha vuelto a tomar, de iure divino, el timón de la nave. En Él depositan su esperanza (aquella que todavía no ha sido hecha "realidad") los pobres cuyos ranchos volaron como vuelan las casas de madera en los tornados de Arkansas, los que no tienen agua en Cerrillos, los que no tienen luz en Quijano, los que tosen y se abrasan de fiebre sin un perro que les ladre, los que fueron picados por el dengue primero y descacharrados por el intendente después, los que sufren, en definitiva, porque las calamidades de la naturaleza encuentran en el gobierno un aliado que las potencia, en vez de un enemigo que las contenga.
Propongo que el señor gobernador, con la piedad y el ardor místico que caracterizan sus acciones, deposite hoy mismo el bastón de mando a los pies de Nuestro Señor del Milagro, que antes de abandonar el lugar se rece una "oración preparatoria para todos los días", y que "mudando de colores" vuelva a retirarlo en el momento en que la Imagen sea entronizada para los cultos de septiembre.
Todos esperamos que para ese momento el Señor haya logrado imponerse sobre el maléfico virus, conseguido detener los zondas infernales antes de que toquen Socompa, y concedido la gracia de convertir a nuestro gobernador de la mística inflamante que lo paraliza y anula a la cordura republicana.
Será el momento en que comiencen a resolverse nuestros problemas.