Un gol de media cancha

Enterada de los acontecimientos que fueron noticia en los medios locales en el Barrio Juan Pablo II, que se encuentra situado en la periferia urbana al norte de la capital salteña, conformado por familias del interior, y en parte bolivianas, que migraron a centros urbanos en la búsqueda de mejores condiciones laborales, con asentamiento de viviendas precarias y manteniendo pautas socio-culturales de origen, estimo conveniente aclarar su ubicación, porque al sur de la ciudad existe otro barrio, erigido después con idéntico nombre, que es un complejo habitacional de departamentos, construido por el Instituto Provincial de la Vivienda. Ésta es, seguramente, la única similitud entre ambos. La socialización a través del fútbolComo especialista de la cuestión social, para interpretar el hecho que se presenta como una demanda vecinal, veo que resulta importante ir al principio. El caso es que, el primer Juan Pablo II, corresponde al proyecto habitacional municipal, denominado Plan Nuevo Hogar en la Provincia de Salta, previsto como una acción de desarrollo comunitario, que se correspondía con la política habitacional descentralizada, a partir de los ’90, cuyo objeto era el de promover el diseño de políticas provinciales propias, y prevista como una acción de desarrollo periurbano, para el mejoramiento del hábitat de grupos familiares de menores recursos. En el contexto de estas políticas se construyeron viviendas de bajo costo en el terreno donde tenían su casa, regularizando la situación dominial como adjudicatarios y futuros dueños. Con el objeto de lograr un entorno habitable, ambientalmente sustentado y socialmente equitativo y planificación del uso del terreno.

Continúa la modalidad de mejoramiento con una Unidad Ejecutora de planificación territorial y habitacional desde 1996, con la participación activa del actual gobernador, dando cabida al fenómeno migratorio en expansión como base para demandas sociales. Parte de la política habitacional en la cadena de barrios pobres de familias pobrísimas, con características de ruralidad, a partir de la actividad laboral y cultura de procedencia.

No se prevén estrategias adecuadas para la reducción del sinfín de situaciones conflictivas que acarrea el desarraigo en un medio social y ambiental ajeno, y se van manifestando en los barrios periurbanos, de lo que Juan Pablo II es parte por idénticos factores de vulnerabilidad. Un contingente de desocupados en proceso estructural de exclusión, es favorecido por planes nacionales de subempleo, que dan en llamar, jocosamente, "de inclusión social", mientras ellos, desarrollan estrategias consecuentes con la política subsidiaria, con un mentiroso sentido de modernidad, que difumina la realidad en una situación generalizada de dependencia clientelista.

Sin soslayar, como elemento clave las prácticas en el difícil proceso de adaptación, que responden a valores imperantes en nuestra sociedad actual, la cultura popular urbana hoy es parte de la industria cultural de la tecnología, que se incorpora sin atravesar por la modernización socio-económica, la que es impuesta por la infinidad de ofertas de la red, con la cultura cibernética de Internet, a la que cualquiera accede en la vida cotidiana. Subyacentes en el fenómeno de la pobreza efectora de pobrezas; volcándose en la vorágine del submundo de la manipulación y la violencia, con elementos relacionados con el consumo de alcohol y sustancias en la fuga de la realidad.

Relacionado a la falta de espacio en la distribución de la vivienda de uso familiar, donde se apiñan grupos numerosos en un cuarto o dos, quedando la posibilidad de ocupar el espacio exterior para desarrollar otras actividades, especialmente el fútbol como el deporte más popular del fanatismo argentino. Lo aseguraba Santos, un joven líder del barrio Juan Pablo II, conocedor de los problemas que suscitan situaciones familiares no resueltas con adolescentes y jóvenes, y conflictos sociales en el vecindario. Desde la presencia de la Vicaría Nuestra Señora de Lourdes al frente de su casa y la Iglesia Esmirna del credo evangélico, además de otras cuestiones barriales relacionadas a enfrentamientos con la señora presidenta del Centro Vecinal, que es oriunda del vecino país.

De ahí, que resulta relevante en la comunidad contar con la cuestionada cancha de fútbol para los aficionados de todas las edades. Los observadores pueden conocer, como se ve cada individuo en el grupo de jugadores, y en un partido de fútbol el que lleva la pelota tiene como expectativa cada una de las actitudes de los involucrados en el juego, que a su vez controlan las reacciones de él, en un constante intercambio de roles y liderazgo de los participantes, resultando un claro ejercicio de integración grupal.

Pensando en las motivaciones del conjunto del barrio en cuestión, los que se manifestaron en defensa del espacio al aire libre donde existe una cancha desde que existe el barrio, y el sitio donde el gobierno construirá una escuela, se me ocurre, que el conflicto generado tiene que ver con la representación que en ese vecindario tienen de ese espacio, que es de vital importancia, porque representa para los usuarios de la populosa barriada un espacio para socializarse, y entre otras motivaciones e intereses que seguramente hay, un ámbito de lucha en la búsqueda de nuevos vínculos y reconocimientos.

De ahí, su certeza de haber sido desplazados de ese espacio creado y delimitado por ellos para permanecer. En definitiva, ni siquiera se trata de un espacio real para ser reconocido, sino ilusorio, pero un escenario propio que los identifica, un lugar de encuentro ritual, con un fuerte sentido de pertenencia, donde pueden crear reglas y formas de comportamiento propias, y representa la posibilidad de construcción de un nosotros, con sentido de cohesión, en una ilusión de identidad en ese reducido espacio barrial, diferente a lo instituido por el entorno familiar y escolar como inculcadores por excelencia.

Sin embargo, para comprender el supuesto desinterés de los vecinos por contar con un establecimiento educativo en su barrio, habrá que visualizar sus historias personales y referentes culturales. Mayoritariamente los adultos no tienen instrucción formal, más allá de unos pocos años de primaria, y los hijos presentan, consecuentemente, alto porcentaje de fracaso escolar, con repitencia y deserción, con manifestaciones de diversas problemáticas de inadaptación al sistema de aprendizaje, considerado como espacio que trasmite conocimientos sistematizados, sin descontar las constantes situaciones conflictivas que presentan los estudiantes. 

Surge la necesidad de desarrollar, a como dé lugar, una etnografía de lo profesional y lo institucional, desde un modelo ampliamente participativo que involucre a los estamentos organizacionales tanto de la esfera pública como de la sociedad civil, para deconstruir el discurso dominante como modelo de intervención social. Hacer un diagnóstico de situación para tratar de encontrar las soluciones adecuadas mediante acciones participativas de todos los involucrados, teniendo en cuenta, que es una comunidad que se sabe segregada socialmente y económicamente en el mercado informal, que sus hijos replican inexorablemente el modelo familiar, en una rueda de nunca acabar.

Porque con palos, policía montada y balas de goma, no creo que se pueda llegar mucho más allá de exacerbar los ánimos hacia la violencia con connotaciones insospechadas.

Como si esto fuera poco, leo que vecinos del Barrio San José, al suroeste, en la periferia de la capital, un barrio antiguo con sus calles con nombres de los patriotas de la Primera Junta, hoy se manifiestan nuevamente para evitar la construcción de una escuela secundaria en el predio de la única plaza del barrio. Existen antecedentes del año 2007, cuando quedó sin efecto el proyecto de arrasar la plazoleta, por legítimo movimiento de los residentes ante el gobernador, a favor de mantener el espacio verde.

La pregunta del millón es: ¿Acaso será que no hay ningún terreno disponible para construir los establecimientos educativos con dineros que envía la Nación, que necesita una comunidad, y hay que desvestir un santo para vestir al otro? Ciertamente es atendible, por donde se lo mire, el hecho irrefutable de la necesidad de tener mayor cantidad de escuelas, porque la educación formal es quizá la única posibilidad que tienen esos chicos y adolescentes de, al menos, una oportunidad de capacitarse y prepararse para su futura inserción a la sociedad y el mercado laboral, en una ciudad que crece en forma desmesurada en sus márgenes sin mucho para ofrecer.

Por lo menos, en Juan Pablo II los vecinos y las autoridades finalmente resolvieron el conflicto y jugaron su partido con un gol de media cancha para cada uno. En San José tendrá que oficiar de mediador de partes el santo patrono del barrio, para encontrar una solución pacífica y duradera para que el barrio pueda tener la placita, para que de una vez por todas los chicos puedan jugar y los viejitos tomar sol, y también el colegio secundario.