El deber ser y el deber hacer

El superávit primario, una de las banderas de triunfo de este gobierno, está -más allá de discusiones para arriba o para abajo- prácticamente en cero. La Argentina, luego de seis años, esta clínicamente en reseción. Para el gobierno, lo anuncian los “economistas de mal agüero” que ya lo han hecho antes, pero no; en esta oportunidad lo indica la realidad de todos los días. La industria nacionalEl último dinero que ingresó vía crédito, fue el usurario préstamo que dio la Venezuela de Chávez, y que hubo que salir a rescatar los bonos. Por lo demás, salvo algunos créditos del Banco Mundial, pequeños y para fines específicos, nada llegó a la Argentina.

Muy por el contrario y aunque sea difícil de demostrar ya que no se divulgan datos oficiales, consultores y expertos aseguran que en el último año salieron del país más de 40.000 millones us$. El número es importante, pero no es extraño si se lo compara con la habitual y abultada toma de ganancias que hacen las empresas multinacionales cada año y las depositan en el exterior.

Lo que transforma en preocupante esta situación es que el dinero que se va, es también de empresas y ciudadanos argentinos y peor aún en el ciclo de la mayor crisis global. Sin contar además que en Argentina hay una “Ley de Blanqueo de Capitales”, que por lo que se puede deducir sólo sirvió para que propios y extraños de dudosa reputación, hicieran legal sus patrimonios.

Pero desde aquel default de principios del 2000, además de varios presidentes, pasaron cosas que pocos funcionarios hicieron notar, que la oposición no supo demostrar y que los medios de comunicación y los especialistas se cansaron de denunciar.

Que el INDEC debía normalizarse, a esta altura ya es casi un clamor. Que el BCRA debía actuar de un modo más independiente, lo marcó la salida de Prat Gay y nunca se dejó de repetir. Que el dólar, si especulaciones mediante, debía tener una flotación conveniente al mercado exportador, fue una constante. Claro que a los que citaron estas cuestiones se los calificó de “amigos de los grupos de poder”, sin tener en cuenta que el perjudicado era el país en su conjunto.

El sindicalismo fue por lo menos obsecuente y corporativo. Su titular Hugo Moyano no gestionó salarios en concordancia con el real costo de vida, para algunos sectores, en cambio para otros que le son afines y coincide con los más combativos como a Camioneros, los actualizó con mayor frecuencia.

Así en el mapa salarial argentino se pueden encontrar verdaderas aberraciones, como por ejemplo, que un peón de camión de reparto de gaseosas, tenga un ingreso tres o cuatro veces superior a un médico de un hospital público o a un maestro.

El Consejo Nacional del Salario hasta ahora sólo sirvió para mostrar que se hace, lo que no se hace. Por que implícitamente se convalidan diferencias como está, en función del poder de protesta y de paro que tiene uno u otro gremio.

Los industriales y empresarios que eran amigos del gobierno cambiaron silencio por subsidios y un dólar hasta hace algún tiempo coherente, hoy ya no. Y los que no eran amigos aceptaron a Guillermo Moreno como su Gerente General.

Sí en estos años hubo algún modelo, ése fue el de Control y en el más perjudicial sentido. No un control del cumplimiento y la fiscalización de la ley, sino de la utilización de esa Ley como poder propio para controlar voluntades.

En la economía cuyo valor principal es la confianza, el siguiente la previsibilidad, y el que determina su salud, la coherencia. En la Argentina nunca estuvieron presentes, en cambio se recurrió a la estatización, la confiscación, el aumento de impuesto y tributos y a la amenaza constante.

Es común escuchar de la máxima autoridad nacional (y de su esposo) conceptos como “esos empresarios que ganaron mucho… que ahora pierdan un poco…” o “… que el ajuste no sea el empleado…”. Cómo si la naturaleza de la empresa o de los empresarios tuviera que ser perder dinero, lo cual es ilógico. Cómo si un empleado se debiera considerar como una cadena perpetua para el empleador. Cuando en realidad allí es donde debería estar presente el Estado, como un verdadero contenedor social con un “seguro de desempleo”.

En el año 2003 cuando comenzó este proceso, el valor del dólar era unos pocos centavos arriba de $3, hoy seis años después, a un día de las elecciones legislativas, es de $3.79.

Sin hacer números exactos esa diferencia nos da un porcentaje aproximado al 25%, si a éste lo comparamos con el índice de inflación que nos dio el Indec en estos años, que fue del 9% al 12% en promedio, se puede ver que el dólar esta subvaluado o nuestros precios internos sobrevaluados.

Pero a esta relación la establecimos a partir del manipulado Indec, en realidad la inflación real da una disparidad más preocupante. Algunos teóricos de la economía podrán decir que una divisa no debería interpretarse y compararse con el valor de un producto.

Y es verdad, pero es una verdad para una economía donde la divisa no adquiere justamente ese valor. En Argentina lo tiene por que es una de las pocas alternativas confiables de ahorro, por lo tanto cualquier excedente que un ciudadano pueda producir, automáticamente lo convierte a dólar y este se transforma en un artículo con demanda.

Hoy en valor en dólares de cualquier producto o servicio en Argentina es muy parecido a los del Primer Mundo e incluso algunos son mayores. Pero los ingresos promedio de los ciudadanos están muy por debajo.

El valor de la energía en general, pudiendo comparar, gas, electricidad, o combustibles, es mayor a la media de toda Latino América y en cuanto a artículos tecnológicos tienen el mismo valor que en los países centrales, aun los armados en fábricas locales.

La Presidente en cada atril internacional que pudo no se canso de decir que “el dinero debía pasar por el sector productivo y no por el financiero” para que las inversiones sean sanas en un país. Pero en su casi dos años de mandato nunca dejo de atacar justamente a ese sector y de crear menos condiciones de confianza.

Los cinco años de mayor actividad económica, probablemente de la historia, este gobierno sólo engrosó reservas, pero no produjo cambios sustanciales en cuanto a lo estructural y productivo. Por otra parte le dio un carácter ideológico a sus acciones, justificando los pagos anticipados al FMI como una muestra de “no dependencia”.

La realidad indica que aunque se hayan apropiado de los fondos jubilatorios, que le dieron más oxigeno electoral que real, la situación económica está en un punto de importantes decisiones.

Que el dólar se debería acomodar a un valor más competitivo, que sin más demoras o conflictos estériles, se debe incentivar el aparato productivo, en particular el agro-industrial. Se debe sincerar el índice real de precios, de empleo, de pobreza, porque es el único camino para contrarrestar el impacto de la crisis.

Y quizá contando que es un año con importantes compromisos de pagos de deuda, habría que renegociar con el Fondo Monetario y obtener un programa sano de pagos para las cuentas de la Nación.

El apoyo ciego e incondicional a la gestión del gobierno, ya no existe en ningún sector, aunque su narcisismo no les permita reconocerlo.

Los de la UIA hoy se animan a reunirse, a criticar y a pedir a través de comunicados, mejores condiciones, Moyano ya habla de un 25% de aumento salarial luego del 28 de junio, y hasta amenazó en un discurso entre sus pares, a implementar un “Indec Sindical” que marque el verdadero índice de precios. Los aumentos que se vislumbran luego de la falacia electoral son serios y afectan al mismo sector de siempre, los sectores medios y bajos de la sociedad.

Si la historia además de ser una materia de estudio y recuerdo enseña, este gobierno no puede dejar de recordar, que Perón del cual hoy se arrogan su herencia, en su segundo gobierno, debió hacer un segundo Plan Quinquenal mucho más austero, debió bajar gasto fiscal, hacer ajustes y hasta congelar salarios. Luego del aquel pujante y distributivo primer gobierno, como consecuencia de las importantes exportaciones producto del período de posguerra.

El Deber Ser no lo cumplieron nunca y ni aun con algunos aciertos que no se pueden ignorar sentaron bases sólidas, que ofrecieran tranquilidad. Hoy queda por delante el Deber Hacer. ¿Su Ser se los permitirá?