
Por lo demás, con solo pensar un poco, se advertirá que el sistema democrático es gris. Eso está en su naturaleza, asentada en la presencia de los partidos políticos como intermediarios de deseos, intereses y aspiraciones populares. Dicho de otro modo, en la lucha política no hay una sola verdad, sino varias. Y cuanta mayor conciencia cívica haya en una sociedad habrá más respeto y tolerancia para escucharse y construir consensos o disentir con altura. Cuanto mejores y dinámicos los partidos, sus debates doctrinarios se hacen más provechosos y eficaces para una gestión de gobierno. Esto no excluye los frentes electorales: está visto que nuestros problemas son demasiado serios para un solo partido. Igualmente en materia de alianzas electorales tenemos mucho que aprender todavía.
Ninguna sociedad ha pulido su régimen electoral sin cultura de participación ciudadana, estén o no los electores afiliados a algún partido. Ello agrega un beneficio: a mayor participación, mayores exigencias. Por eso en nuestro país hay electorados indóciles como el de la ciudad de Buenos Aires, que reacciona de manera distinta en cada elección, donde el clientelismo prebendario y otras rémoras que no logramos desterrar (aún eficazmente utilizadas en provincias como la nuestra para coartar la libertad de elegir) tienen menor cabida. En este aspecto la responsabilidad de la dirigencia política es primordial e inexcusable.
La nuestra es -como se dice- una democracia aún frágil, con todas las cargas y beneficios de la adolescencia. Pero no me gusta que haya quienes -en su propio nombre- la sigan maltratando. ¿Y usted qué va ha hacer? Infórmese, consulte, reflexione, que nunca es tarde. No se olvide que son elecciones legislativas y de mitad de mandato, o sea no caerá el cielo sobre nuestras cabezas. Verifique quien lo desilusionó, quien tiene para exhibir credenciales de cambio sincero, quien mira por sus hijos y no la coyuntura o peor- lo pliegues de su ombligo. Pero tampoco olvide que los elegidos quedarán posicionados para la madre de todas las batallas, que se dará en 2011 cuando debamos elegir nuevo presidente y gobernadores.
Mi voto está hace rato decidido; no me condicionan ni agoreros ni cantos de sirena. ¿Será convencido o en contra de? Qué más da, si en la soledad del cuarto oscuro, a la vez que vigilo la limpieza del comicio, puedo usar esa formidable herramienta de cambio, como mejor me parezca y venga en ganas.