
Una de las tesis provisionales de este brevísimo escrito es que este agitado proceso de formación de cuadros, en conexión con la restricción de las libertades impuesta por las sucesivas dictaduras militares, favoreció la emergencia y difusión de comportamientos sectarios en algunos grupos de "cuadros", que, en el caso de Salta, llegaron a tener y tienen aún, un alto nivel de protagonismo en las decisiones públicas colectivas.
Muchas sectas políticas se organizaron en Salta desde 1960 en adelante; la mayoría de ellas tuvo una vida efímera y apenas demostró capacidad de influir sobre el poder, sobre su estructura, su configuración y su ejercicio.
No es mi propósito adentrarme en el estudio de la historia de estas sectas. Sólo me interesa referirme aquí a la existencia, probablemente encadenada, de tres grupos con características marcadamente sectarias que han determinado, cada uno a su modo, la vida interna del Partido Justicialista de Salta y que han tenido y tienen todavía una gran influencia sobre los procesos políticos en nuestra Provincia.
Son ellos, por orden de aparición:
1. El grupo Reconquista
2. El grupo Horizontes, S.A.
3. El grupo Escuela de Administración Pública de Salta
Cada uno de estos grupos posee un perfil sociológico específico que no pretendo analizar aquí. Lo importante es que representan tres corrientes que contribuyeron, con diferentes argumentos y estrategias (así como con muy diverso nivel de éxito) a la modernización del pensamiento y de la acción política en Salta.
Los tres grupos tienen en común, sin embargo, el haberse erigido, en algún momento de su historia, en obstáculos para la gobernabilidad de la Provincia y para la concordia de los ciudadanos, cuando no en fuerzas regresivas o involucionistas que emplearon (o aún emplean) su capacidad de bloqueo para impedir la difusión de nuevas ideas y para entorpecer la coexistencia pacífica de los grupos políticos libres de base plural.
Los tres grupos tienen en común, además:
a) haber nacido como grupos abiertos y transparentes;
b) haber evolucionado posteriormente hacia el sectarismo;
c) haber operado en política enmascarando su naturaleza sectaria, es decir, negándola de modo más o menos enfático;
d) haberse nutrido de recursos humanos foráneos de dudosa calidad;
e) haber insinuado mucho más en el plano teórico de lo que han podido concretar en la realidad, a lo largo de su historia.
La finalidad de este artículo se agota con esta breve exposición. Pienso, no obstante, que un estudio serio, metódico y profundo del sectarismo político en Salta puede contribuir a arrojar luz sobre muchos de los males que aquejan a nuestra endeble democracia. La existencia de estos tres grupos, su ascensión, su auge y su fracaso, señalan conductas a evitar por quienes desean construir en Salta una auténtica democracia pluralista.
Sólo me queda expresar el deseo de que aquellos intelectuales que tienen la capacidad necesaria para hacerlo, acometan algún día la tarea de desentrañar con paciencia el complejo entramado de causas que han convertido al sistema político salteño en un ente amorfo, difícilmente homologable con las modernas democracias de nuestro entorno.