Oscuridades y contradicciones en el discurso económico del gobernador de Salta

Muchas veces me he preguntado quién escribe los discursos del gobernador Urtubey. No puedo ocultar que soy un lector hipercrítico de su prosa, no por el mero placer de criticar, sino porque entiendo que cuando un gobernador habla en público es casi una obligación cívica escucharlo y sacar conclusiones. Y voy todavía más lejos: desde los ocho años -y ha llovido desde entonces- que soy espectador atento y puntual de los discursos de los gobernantes, incluso de los dictadores; antes y después de que el salteño don Juan Mentesana se convirtiera en el "locutor oficial" de los golpes de Estado en la Argentina. Juan Manuel Urtubey, gobernador de SaltaMe ha sorprendido leer en el parte oficial del gobierno que Urtubey se dirigió a los empresarios brasileños reunidos en Salta invitándoles a pasar de la “lógica del mero intercambio a la lógica del asociativismo”.

Se supone que un gobernador que representa a una Provincia que presume de culta, ha de ser capaz de expresarse con soltura y erudición, pero mi impresión es que Urtubey se afana por "rizar el rizo", y a veces en su impulso por intelectualizar todo lo que ve y lo que siente (un defecto K) comete exageraciones imperdonables, como la del "asociativismo". Cuando uno escucha palabras como esta, de boca de un gobernador, que no es un gobernador cualquiera sino que es producto de la educación más elitista que pudo existir en Salta en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado, tiene la sensación de que todo está perdido, o casi.

Cuando un gobernador habla en un foro como este, se supone que "habla para los mercados" y lo peor que se puede hacer cuando son "los mercados" los que nos escuchan es solemnizar lo obvio y transmitir mensajes contradictorios.

Tengo la impresión de que la economía no es uno de los terrenos en que nuestro gobernador se mueve con la soltura que quisiera. Cualquier gobernante medianamente fogueado en cuestiones económicas no se dirigiría a un auditorio internacional poniendo por delante obviedades del tenor de "necesitamos que cada una de las actividades comerciales sean más rentables" o "la inclusión a la que aspiramos está relacionada con la participación de todos los sectores en el proceso de desarrollo". Los brasileños saben, de sobra y mejor que nosotros, cuáles son las energías que mueven al capitalismo; no era necesario que el gobernador de Salta exaltara de ese modo el valor de la rentabilidad y el de la inclusión, como si estuviese revelando a quienes lo escuchaban la fórmula de la pólvora recién descubierta.

A las obviedades, como mensajes negativos, se suman las incógnitas o las oscuridades, cuyos peligros en el gobierno de la economía son bien conocidos. ¿A la participación de qué sectores se refiere Urtubey? ¿A la participación de 'sectores económicos' entendidos como 'ramas de actividad' o a la participación de 'sectores sociales', como por ejemplo el sector obrero o el tercer sector? Si Urtubey sabe que Salta y el sur de Brasil mantienen profundas diferencias y asimetrías en términos de producto bruto territorial, de cultura de los negocios, de seguridad jurídica y sobre todo de seriedad política, ¿por qué poner tanto énfasis en el 'asociacionismo' antes que explorar, hasta dónde sea posible, el camino del intercambio?

Es preocupante y, en cierta medida, también desilusionante, comprobar cómo el gobernador de la tierra de uno mira la situación del mundo desde un prisma provinciano y es capaz todavía de trasladar esa visión a un foro internacional. Ningún economista serio en el mundo ha proclamado, como lo ha hecho hoy Urtubey, que "estamos estamos ante la crisis de un modelo de sociedad, parados en el intercambio de bienes y de servicios". Al contrario, la gran mayoría -por no decir todas- las medidas que han sido adoptadas por los gobiernos de los países más importantes golpeados por la crisis apuntan a reforzar el modelo de sociedad y a multiplicar el tan denostado por Urtubey "intercambio de bienes y de servicios".

El único gobernante que a bombo y platillo parece ir en una dirección contraria, es el don Hugo Chávez Frías, aliado del gobierno argentino y, por extensión del gobierno salteño.

La salida de la crisis y los llamados "brotes verdes" aparecen estrechamente ligados a la continuidad y no a la ruptura con el modelo económico vigente. Las únicas correcciones que se intentan introducir están relacionadas con los límites a la libertad de determinadas operaciones financieras y al control que la política debe de tener sobre los grandes operadores bancarios. Las otras medidas, como por ejemplo las grandes operaciones de ayuda y rescate de las grandes multinacionales del automóvil, señalan la profundización del modelo vigente.

Es sorprendente, por tanto, que el gobernador de Salta anuncie "hacia afuera" la crisis del modelo de sociedad, mientras "hacia adentro" no ahorra esfuerzos por profundizar -y además con orgullo- lo peor de las políticas romeristas.

El gobernador de Salta distingue mal entre la burbuja financiera y la economía real, o por lo menos confunde los planos, al afirmar que la explosión de la primera hace aflorar elementos de la segunda. La economía real, antes y después de la crisis financiera internacional, sigue siendo tan tangible como accountable  y ocupa amplios espacios de preocupación en la agenda de los gobiernos más poderosos del planeta; entre otros motivos, porque de la "economía real" (aquella que el gobernador de Salta parece descubrir recién ahora) dependen variables esenciales para el sostén de la sociedades como el empleo.

Pero esta confusión tiene una explicación: Desde hace algún tiempo, el control de las cuentas públicas, de las finanzas del Estado provincial, se halla en manos de un grupo sectario de técnicos con vitola de iluminados. El propio ministro de Finanzas de Urtubey suele declarar -quizá inconscientemente- que es él quien maneja "la economía" de la Provincia. Es decir que, para el gobernador de Salta y los suyos, los números de la burocracia constituyen la "verdadera economía", mientras que la economía productiva es un mero epifenómeno de la primera. Esta forma de razonar es comprensible, toda vez que la clase política "vive" de las finanzas públicas y no de la economía real.

Finalmente, y no quiero cebarme especialmente en este punto, la convocatoria de Urtubey a los brasileños a "convertirnos en los artífices de nuestros destinos", es tan folklórica, cursi y chocante que apenas si merece comentario.

Se trata en realidad de una deformación preocupantemente sesgada de la frase que se atribuye a Perón -que, dicho sea de paso, tampoco era Séneca- mediante la que exhorta a sus seguidores a ser "artífices del destino común". Hasta aquí la frase es poéticamente comprensible, aunque más bien impracticable por dos motivos muy claros: el carácter escasamente escrutable del "destino" (entendido como esa fuerza desconocida que se cree obra sobre los hombres y los sucesos), que impide que pueda tener artífices o autores; y la entelequia que supone la existencia de un "destino común" de la humanidad.

Sin embargo, lo peor de la frase atribuida a Perón es su remate o colofón, que dice: "pero ninguno instrumento de la ambición de nadie". Sencillamente incomprensible. Hablando en términos salteños y folklóricos, la frase vale más como aro-aro que como idea fundante de un movimiento ideológico de masas.

Es una pena que nuestro gobernador no sea capaz de elevar el nivel de sus discursos y dirigirse a los ciudadanos con un mensaje claro, sencillo, transparente y bien articulado.