El Bicentenario, una oportunidad, no un circo

Eodo está dispuesto para las celebraciones del Bicentenario aunque no se tiene muy claro la magnitud de los festejos ni el dinero que los políticos invertirán en el mismo. Plaza de Mayo, en Buenos AiresUn siglo atrás, el sueño argentino era ser una potencia mundial y era tan grande el anhelo de gloria que se vislumbraba que los hombres y mujeres de ese tiempo miraban hacia el futuro con una esperanza hiperbólica. La historia de la Nación se narraba con héroes sacrosantos e incorruptibles. La bandera azul y blanca nunca había sido mancillada y siempre había flameado victoriosa en todos los campos de la guerra y de la paz.

Hoy en los pensamientos de los ciudadanos transitan demasiadas frustraciones, una larga lista de cuestiones desagradables pululan nuestra conciencia cívica: dictaduras democráticas y de facto, mártires desaparecidos y otros no tan desaparecidos, derrotas militares y corrupción política en gran escala hacen añicos cualquier ilusión onírica argentina.

Entonces… que tanta cháchara!!! ante este porvenir que mas pinta a individualista que a colectivo? Y siempre viendo, asombrados, la falta de ideales de los jóvenes, la automaticidad de los adultos y la tristeza de los viejos.

Los medios de comunicación ponderan las salvaciones individuales, el éxito por el éxito mismo y vive el hoy porque "…después de mi el diluvio".

Pero la desilusión no sólo arrasó el presente, los revisionistas se encargaron de mostrarnos que nuestra historia estaba llena de mitos, que los héroes tenían sus miserias y que no todo fue color de rosas. Vimos la corrupción del pasado, a los vendepatrias, a los cipayos y a los traidores que antes teníamos por buenas mandarinas.

Es así como la historia oficial mitrista se cayó a pedazos. Historia que de alguna manera sirvió para armar una conciencia nacional y que tuvo por objetivo unificar más que dividir. Pero del mito caído han surgido otras verdades y precisamente es la razón de este escrito para ver que facemos con este bicentenario, para que no sea un acto circense más de la politiquería nacional sino un momento de "parar y reflexionar" para continuar, para seguir transitando ese camino glorioso que seguimos anhelando los argentinos.

Todo buen médico debe reconocer las patologías para arriesgar un diagnóstico y de allí tratar de formular pronóstico.

Hacer una enumeración de males, es de buenas a primeras, bastante fácil – pero lo que no es tan fácil es decir algunos males que nadie se anima a nombrar. "De eso no se habla…" estamos llenos.

Por ejemplo, uno de los grandes males que nos dejó el dichoso menemismo, fue la desaparición de los estamentos de control del Estado. En caso de nuestra Provincia, la desaparición del Tribunal de Cuentas. O sea, los gobernantes se controlan a sí mismos… bueno, contando con Dios y la Patria, que parecen no participar muy activamente en la corrupción política. Pero quién le pone ahora el cascabel al gato – bueno, perdón – al gobernante de turno.

Otro mal de igual magnitud es la falta de justicia, aunque algunos más benignos le llaman lentitud de la justicia. Aunque todos están de acuerdo que nunca llega o cuando llega es demasiado tarde.

Y para qué hablar de nuestra juventud… mi Dios; descerebrada, descompaginada, desorientada, desocupada, y saturada de "des…" con padres que han perdido el rumbo y el rol de padres, con medios de comunicación siempre obligando a comprar, consumir, gastar y tirar… pero sin dinero para comprar, consumir, gastar y sólo la vida para tirar. Pero claro – "mira… pero no toques" porque si metés la manito la sociedad te la corta salvajemente. Es por eso que las cárceles están llenas de ladrones de gallinas, ladrones incorregibles en un sistema que no busca recuperarlos sino excluirlos.

Juventud acuciada por la droga que la sociedad permite que se venda – que se ofrezca – que se promocione.

Y los jóvenes que pueden superar todos estos males y logran entrar en el mágico mundo del éxito se vuelven seres enloquecidos por la soberbia de su propia supervivencia y falso oropel de gloria.

Ni hablar de la educación y la salud, que sólo está en manos de los que tienen para comprarla y revenderla.

Alguien me decía que es necesario replantearse el asunto del "pacto social" que habría que barajar y dar de nuevo como manifestaba Arturo Jauretche.

Pero he aquí donde el concepto de Nación nos enciende una luz en la distancia ya que la nacionalidad no es un fenómeno natural ni eterno ni racial, sino una construcción social.

En el caso de los argentinos, nos cabe el concepto de "reconstrucción", quizás reconstrucción mitológica pero necesaria para sostener valores que nos permitan ir solucionando los males que enumeramos y los miles que no nos dio el tiempo para enunciar.

Si el concepto de Nación, de Patria y de Libertad es una invención creativa para reconocernos como comunidad tendríamos la obligación de reconquistar estos conceptos en nuestras mentes para poder, de alguna manera, transmitirla a las nuevas generaciones. Este Bicentenario en definitiva nos impele a una nueva independencia más abarcativa y filosófica. Una nueva era de manifestar ideas y la posibilidad de ser tolerantes con esas ideas, usando los mecanismos democráticos

El Bicentenario más que un recordatorio de nuestra esencia podría ser una oportunidad para pensar cómo nos queremos cambiar para mejor. Como podemos resurgir de nuestras cenizas y fundamentalmente animarnos a ponernos de pie.