El 2001 fue la consecuencia, no la causa… señor Presidente

El lanzamiento de la bomba atómica creó un antes y un después en cuanto al modo de ver la vida. Estaban aquellos que habían llegado a la pubertad antes del suceso, que no concebían imaginar una vida sin futuro, luego de superado semejante momento. Y estaban aquellas generaciones que no habían alcanzado la pubertad, que luego de tan cruel decisión, se sentían incapaces de imaginarse algún futuro. Congreso NacionalLos que estudian ese proceso vivido por la juventud de las décadas del 50, 60 y 70, a este mecanismo que adoptaron los adolescentes le llamaron desafiliación, que era en realidad una forma de desentenderse de la realidad, crear un sistema de creencias propio y que derivaría en lo que se llamó generación gap o ruptura generacional. Y las nuevas generaciones, en ningún aspecto volvieron a ver la vida del mismo modo que sus mayores.

Salvando las abismales diferencias que separan cualquier posible comparación entre el lanzamiento en Hiroshima con nuestro crac económico y social del año 2001, sí podemos asegurar que aquellos que lo vivimos como adultos a ese triste y violento momento. Y los que lo vivieron como adolescentes tenemos muy diferentes, no sólo apreciaciones del hecho en sí mismo, sino además de las posibilidades de un futuro posterior.

En el 2001 en la Argentina lo que estalló no fue una bomba, pero sí un proceso económico, político y social perverso que había sido concebido para ser perversamente conveniente tan sólo para unos pocos.

Un modelo neoliberal, tan demonizado por este gobierno, que había quitado completamente al Estado de su rol de árbitro. Que había mantenido el nivel cambiario inmóvil, que había beneficiado a los grupos de poder económico, que había permitido la fuga de divisas del país, que antes habían sido ingresadas a través de créditos.

Luego, el gobierno de la Alianza que triunfó en esas elecciones, porque prometió un cambio institucional pero no económico. No supo, no quiso, o no advirtió el mal mayor que se avecinaba. Y continuó con el modelo, ya no perverso, si no trágico.

Ahora cabe preguntarse: luego del apocalíptico pronostico del ex–presidente Kirchner, de que perder la “mayoría parlamentaria… sería volver al 2001”, primero - ¿Qué hizo su gobierno y ahora el de su esposa, distinto de aquel modelo que tanto cuestionaron?, segundo ¿qué resultados distintos a los de la década del 90’ se pueden apreciar hoy? Y tercero ¿no cree que el 2001 fue una consecuencia de años de un modelo equivocado y no la causa? Y si es así ¿cuáles son las causas de hoy para volver a un momento similar?

En los noventa el dólar y el peso estaban equiparados, lo cual perjudicaba mucho a los productores y agro-exportadores. Hoy el dólar apreciado causa la “sensación” de mayor competitividad y de mayor ingreso, pero las retenciones del 35%, no sólo bajan el valor de la divisa de 3.7$ promedio a menos de 2.5$, sino que si le sumamos el nivel de precios, de costos y la inflación de los últimos seis años, probablemente sea inferior su valor al 1 a 1 de los 90’.

En los 90’ el lema era “revolución productiva”; el de hoy “redistribución de la renta”, pero ambos se olvidaron de la producción o incluso la perjudicaron.

La arenga de aquellos años era “Síganme que no los voy a defraudar”, hoy los defraudados ya no creen en “… yo o el caos...” que propone el gobierno.

En el 2001 la mayoría parlamentaria la tenía por muy poco el oficialismo, distinto de hoy que tiene quórum y voto propio. Y que de perder en las elecciones legislativas, a lo sumo quedarían en una situación de paridad. Por otra parte el gobierno de la Alianza estaba debilitado institucionalmente, ya que el Vice- presidente había renunciado y hoy no sólo sigue en su puesto, si no que además se convirtió en una de las figuras políticas más importantes de la Nación.

Las comparaciones en este sentido entre aquel momento y la actualidad, no sólo no son “odiosas” sino que son indispensables.

No se debe olvidar ni por un minuto qué pasó, cómo pasó y cómo se llegó a ese desenlace. Por qué la peor crisis económica y social de nuestra historia no solamente provocó las muertes emblemáticas del Puente Puyrredon, sino que hubo miles de muertes silenciosas e ignoradas, de niños, de ancianos y de toda una generación de jóvenes que quedó a la deriva. Hoy cargamos con esa herencia, la cual nunca tuvo una reparación, por el contrario. La delincuencia juvenil, que debería ser el gran dolor social que nos comprometa a todos, se reduce a una cuestión de legislación y de imputabilidad. Olvidando que esos chicos del paco, esos asesinos niños, son los hijos del 2001.

Hoy es distinto ex-presidente, hoy la sociedad demanda otras cosas, hoy todos quieren gobiernos serios y con consensos, que cambien la vida de los ciudadanos y no la de los políticos. Hoy la sociedad sabe, que si el oficialismo y su ejecutivo no tiene “gobernabilidad” porque no tiene mayoría parlamentaria; es por que no sabe gobernar con consensos.

Nadie quiere olvidar el 2001; muy por el contrario, todos necesitan capitalizar esa experiencia para no volver a una situación de quiebre social, nunca más. Pero fundamentalmente, para que esos que jóvenes que eran niños en aquellos años sepan que pueden creer en un futuro.

Y si el gobierno no sabe gobernar con disensos, es por que no puede gobernar en Democracia.