La 5ª Cumbre de las Américas: Apenas un re-comienzo

Posiblemente la ineficacia de la Organización de Estados Americanos haya motorizado que los 34 jefes de estado y de gobierno del área decidieran reunirse en cumbres para tratar las cuestiones políticas, sociales y económicas que atañen a la región en conjunto y a cada país según su laya; justo aquello para lo cual se suponía fue creada la OEA, allá por 1948. Si bien el denominado Sistema Panamericano es una creación centenaria, de impronta hispana en su primera etapa a partir de la convocatoria de Bolívar al Congreso de Panamá en 1826, a medida que Estados Unidos se agigantaba en la escena internacional, se transformó en un foro en el cual la Casa Blanca dirimía sus conflictos vecinales y fijaba sus estrategias. De a poco fue imponiéndose el “corolario” de Teodoro Roosevelt a la Doctrina Monroe: si EUA pretendía la no intervención de potencias extra continentales, debía erigirse en una suerte de custodio de la buena conducta de los países del patio trasero, y –de ser necesario- usar un big stick para lograrlo. Cumbre de las AméricasLa primera cumbre se realizó en Miami, diciembre 1994 (como referencia, eran presidentes W. Clinton y C. Menem), en la cual se estableció una Declaración de Principios y se planteó una asociación de libre comercio de escala regional; luego Santiago de Chile, abril 1998 (Clinton, Menem); Quebec, abril 2001, en la que se propuso un Plan de Acción imposible, y Mar del Plata, noviembre de 2005 (Bush, Kirchner), donde Chavez y Evo inter alia -con el pretexto del ALCA- patotearon a G.W. Bush con anuencia del anfitrión argentino. Hubo además dos cumbres extraordinarias: una sobre Desarrollo Sostenible, en Santa Cruz de la Sierra, diciembre 1996, y una Cumbre Extraordinaria de las Américas celebrada en Monterrey, enero 2004. La Vª Cumbre, realizada el fin de semana pasado en Trinidad y Tobago, tuvo un protagonista estelar que postergó todas las pullas y rencillas que anidan en ciertos mandatarios: Barack Obama en su primer contacto con todos sus pares; tanto que ni Chavez se animó a voracear esta vez. Como es propio en las juntas de este tipo, ésta terminó con la consabida declaración, tan retórica y aburrida que ningún presidente se quedó para firmarla; tuvo que hacerlo simbólicamente y solito Patrick Manning, jefe del país receptor.  

Si el nuevo presidente norteamericano fue el centro de atracción, el caso Cuba -que no estaba en agenda- sobrevoló la reunión como forma de expresar la necesidad de nuevos vientos para el continente. La expulsión de Cuba ocurrió en la 8ª Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, un órgano de la OEA, en Punta del Este enero 1962. Arturo Frondizi estaba jaqueado por los militares y había contribuido a esa situación la visita secreta de Ernesto Guevara a la Quinta de Olivos. El Presidente a toda costa quería evitar la sanción y le hacía ver a Kennedy que esa salida sería aún peor; pero Kennedy tampoco tenía mucho margen de maniobra, como lo prueba su posterior asesinato. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México se opusieron a convocar a la reunión de cancilleres que se hizo igual y concluyó con la expulsión; la abstención argentina fue en los hechos un voto negativo. En abril de 1961 había fracasado el desembarco en Bahía Cochinos, en octubre de 1962 sucedió la Crisis de los Misiles: la Guerra Fría  escenificaba el acomodamiento regional americano. Cansado de las protestas colectivas, EUA congeló a la OEA y empezó a usar la diplomacia bilateral para zafar de sus incómodos vecinos. 

Ahora la situación es bastante distinta por dos razones elementales: se enmarca en una crisis económico-financiera global 12 puntos en escala Mercali y una posición de Estados Unidos tan deteriorada como pocas veces, a causa de la cual no puede ser más baja y torpe la relación con Latinoamérica. Tal vez ningún líder presente en Puerto España haya tenido en su cabeza proponer en esa cita alguna actividad o acuerdo que no se compadezca con los tiempos que se viven y la necesidad de manejarlos bien. Por caso, los mandatarios de ocho países integrantes del ALBA, con Hugo Chávez y Raúl Castro a la cabeza, se habían reunido un par de días antes para llevar una posición y presión común, que finalmente se guardaron.

Lo cierto es que el éxito de esta cumbre se debe medir a partir de la buena onda con Obama, pero obviamente eso es insuficiente. Las responsabilidades planetarias de Estados Unidos lo llevarán a distribuirse en temas más acuciantes, de tal manera que habrá que encontrar mecanismos de avance novedosos y nuevos liderazgos (Brasil y Méjico jugarán papeles significativos). La mutua atracción entre Obama y Lula no significa constituirlo en una suerte de mayordomo regional, pues Brasil sabe que está para jugar en las ligas mayores. Aparte de encontrar una salida al embargo a Cuba, será también necesario sincerar la posición de la OEA y del sistema de seguridad colectiva del TIAR.

Hace años ha quedado demostrado que no necesitamos otra Alianza para el Progreso sino una cooperación intensa, madura y responsable. La diplomacia argentina tendrá que recuperar el tiempo perdido en estos años de absurdo aislamiento kirschnerista.