
Si el nuevo presidente norteamericano fue el centro de atracción, el caso Cuba -que no estaba en agenda- sobrevoló la reunión como forma de expresar la necesidad de nuevos vientos para el continente. La expulsión de Cuba ocurrió en la 8ª Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, un órgano de la OEA, en Punta del Este enero 1962. Arturo Frondizi estaba jaqueado por los militares y había contribuido a esa situación la visita secreta de Ernesto Guevara a la Quinta de Olivos. El Presidente a toda costa quería evitar la sanción y le hacía ver a Kennedy que esa salida sería aún peor; pero Kennedy tampoco tenía mucho margen de maniobra, como lo prueba su posterior asesinato. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México se opusieron a convocar a la reunión de cancilleres que se hizo igual y concluyó con la expulsión; la abstención argentina fue en los hechos un voto negativo. En abril de 1961 había fracasado el desembarco en Bahía Cochinos, en octubre de 1962 sucedió la Crisis de los Misiles: la Guerra Fría escenificaba el acomodamiento regional americano. Cansado de las protestas colectivas, EUA congeló a la OEA y empezó a usar la diplomacia bilateral para zafar de sus incómodos vecinos.
Ahora la situación es bastante distinta por dos razones elementales: se enmarca en una crisis económico-financiera global 12 puntos en escala Mercali y una posición de Estados Unidos tan deteriorada como pocas veces, a causa de la cual no puede ser más baja y torpe la relación con Latinoamérica. Tal vez ningún líder presente en Puerto España haya tenido en su cabeza proponer en esa cita alguna actividad o acuerdo que no se compadezca con los tiempos que se viven y la necesidad de manejarlos bien. Por caso, los mandatarios de ocho países integrantes del ALBA, con Hugo Chávez y Raúl Castro a la cabeza, se habían reunido un par de días antes para llevar una posición y presión común, que finalmente se guardaron.
Lo cierto es que el éxito de esta cumbre se debe medir a partir de la buena onda con Obama, pero obviamente eso es insuficiente. Las responsabilidades planetarias de Estados Unidos lo llevarán a distribuirse en temas más acuciantes, de tal manera que habrá que encontrar mecanismos de avance novedosos y nuevos liderazgos (Brasil y Méjico jugarán papeles significativos). La mutua atracción entre Obama y Lula no significa constituirlo en una suerte de mayordomo regional, pues Brasil sabe que está para jugar en las ligas mayores. Aparte de encontrar una salida al embargo a Cuba, será también necesario sincerar la posición de la OEA y del sistema de seguridad colectiva del TIAR.
Hace años ha quedado demostrado que no necesitamos otra Alianza para el Progreso sino una cooperación intensa, madura y responsable. La diplomacia argentina tendrá que recuperar el tiempo perdido en estos años de absurdo aislamiento kirschnerista.