'Necesitamos aire fresco', dice Gustavo Barbarán

Seguramente muchos lectores habrán tenido alguna vez esa rara y placentera sensación que se siente en las postrimerías de cada verano, por lo general antes del atardecer, cuando el otoño se preanuncia con un soplo fresco que se cuela entre los vahos de febrero y estremece la piel. Podríase extender esa misma sensación a las próximas elecciones legislativas, una excelente ocasión para abrir las ventanas de par en par y dejar que un aire fresco renueve la política, la oxigene. ¿Caerá el cielo sobre nuestras cabezas si así no sucede? No, para nada; seguiremos arando en el mar echándonos culpas y habremos perdido otra oportunidad de recuperar los vínculos primigenios: queremos ser Nación. Gustavo BarbaránVisto desde otro ángulo, ¿hace falta un aire fresco? Presiento que la respuesta es unánime, sí que hace falta. Carezco de una visión cataclísmica de la realidad y tiendo también a mirar el vaso medio lleno, lo que no significa andar con los pies despegados de la tierra. Después de 25 años de democracia, una conclusión fácil es que la nuestra todavía no puede sacudirse (entre otras) de la rémora del “típico individualismo argentino”, que en el quehacer político deviene en personalismo (el cual a su vez degenera en autoritarismo). Derivada de ella campea nuestra escasa predisposición hacia los compromisos firmes y duraderos. Dicho esto aparecen dos corolarios: no hay cambio social posible sin participación, por un lado; por otro, la participación requiere compromiso.

¿Compromiso significa solamente militar en un partido político? Tampoco; menos en el estado de catalepsia en que éstos se encuentran. Comprometerse con la cosa pública (la res-publica) significa por sobre todo comprometerse con uno mismo. Y eso conduce al plano de las convicciones. Posiblemente haya mucha gente que carece de convicciones políticas por las razones que fuere, pero seguro que tiene una escala de valores. Valores por los que suele despotricar y criticar a gobernantes y dirigentes, pero que muchas veces no hace valer en instancias decisivas de la vida en sociedad, como es la de elegir representantes.

Hay datos reconfortantes, por ejemplo, con el aprendizaje sostenido en materia de derechos humanos, defensa del medio ambiente o derechos del consumidor. Pero esa  participación incipiente es imprescindible que se expanda a los temas comunitarios de fondo. ¿Cuáles?; digamos algunos: la conciencia del bien común (meneado por muchos que lo hicieron bien propio), el afianzamiento institucional que implica resguardar la división de poderes y la plena independencia entre éstos, la reconstrucción de una paz social severamente amenazada por la desigualdad de oportunidades y la inseguridad. Y podríamos seguir agregando temas.

Esto tan genérico no son “vagueralidades”; no es ineficaz y menos inconducente. Se halla en la base misma de la historia de cualquier pueblo. Solo que algunos han sido más lúcidos, más patrióticos, más generosos y responsables. En momentos de recambio dirigencial y de representatividad es imprescindible no perder la visión del bosque, pues la mera atención del árbol (la coyuntura) impide pensar en plazos largos. Cuando hay proyectos de tal envergadura es más difícil que penetre la incompetencia, la corrupción, la irresponsabilidad. Sigo en la tarea de recordar a Ortega y Gasset, en este caso cuando escribió “En historia, vivir es ocuparse muy seriamente, muy conscientemente, del vivir como si fuera un oficio”. Aire fresco, necesitamos aire fresco.