
Nuestros políticos, sin ser buenos, dan la media. Es decir: sus habilidades y destrezas guardan, todavía, una proporción razonable en relación con el nivel educativo de la sociedad que los produce y con el nivel del entorno más próximo.
Uno de los problemas que afectan particularmente a Salta es que durante los últimos años se ha producido aquí un fenómeno de acelerada agregación de demandas sociales que el sistema político no ha sido capaz de procesar oportunamente.
Sería ingenuo pensar que esta formidable erupción de demandas sociales masivas es sólo un problema cuantitativo. No es suficiente decir que los 2.500 dirigentes políticos de siempre han sido desbordados por este aumento en la cantidad de las demandas, porque el sistema -que tiende, como sabemos, a buscar sus propios equilibrios- ha multiplicado también la cantidad de políticos, si no proporcionalmente, al menos de un modo bastante llamativo.
Este fenómeno ha propiciado que en Salta comenzaran a aparecer circuitos políticos más o menos cerrados a nivel local, es decir, en donde no los había antes. Sólo por dar un ejemplo de esto, hoy los 59 intendentes municipales que tiene la Provincia de Salta acumulan mil veces más poder, político, financiero y social, que el que podían generar en la década de los años 70, cuando aquellas magistraturas eran designadas directamente por el gobernador, sin elecciones populares.
Alrededor de pequeños presupuestos públicos (y de los entes locales que reciben la inyección de fondos nacionales, de cooperación internacional o dádivas preelectorales), se mueve hoy un enjambre de interesados, que dan vueltas y vueltas como los electrones alrededor del núcleo del átomo. Algunos poseen las llaves de la caja y otros, simplemente, esperan su oportunidad.
Este fenómeno coincide temporalmente con el crecimiento de las demandas sociales, pero también con una interesante diversificación de las mismas. Visto este proceso en secuencia, podemos decir que se produce primero una expansión cuantitativa de las demandas sociales que el sistema político debe procesar; luego una respuesta igualmente cuantitativa de la "clase política", que multiplica sus efectivos para intentar hacer frente a incremento de las demandas. Finalmente se produce una superposición de demandas provenientes de la sociedad civil con demandas que comienza a generar espontáneamente la "nueva sociedad política".
De este modo, el sistema es forzado a procesar tanto los inputs que genera la sociedad civil como los que genera la propia clase política. He aquí una primera explicación al problema de la ineficiencia sistémica.
Sociedad política y sociedad civil
En este punto resulta obligado trasladar el análisis a un plano diferente en el que advertimos que, en Salta, la sociedad civil está escasamente organizada, "desvertebrada" (como se dice en Europa cuando una sociedad libre no es capaz de generar una pluralidad de instancias asociativas), mientras que la "sociedad política", que no sólo es el aparato del Estado, exhibe un altísimo nivel organizativo.
Conste que no hablo aquí de una sociedad política en el sentido aristotélico de esta expresión. A efectos puramente expositivos, sociedad política es la suma de las instituciones formales del régimen político (estatales y paraestatales) y las instituciones informales que operan alrededor de las primeras.
Este fenómeno podría ser consecuencia de una elección racional de los salteños, que han tendido a privilegiar el sistema de dominación por sobre los mecanismos más libres de la sociedad civil. Pero ésto está todavía por verse.
El caso es que la política está llamada a practicar lo que David Easton llama una "asignación autoritativa de valores" tanto para un grupo como para el otro. Y es aquí donde se produce el mayor desequilibrio.
Los políticos no son capaces de establecer dónde se encuentra "el bien común": si en la satisfacción de las aspiraciones de la sociedad civil o en la atención de los intereses de la sociedad política. Las decisiones que adoptan los políticos, dentro y fuera de la estructura del Estado, parecen apuntar más a la supervivencia del grupo al que pertenecen que a la efectiva resolución de los problemas.
Son las enormes dimensiones de la "sociedad política" las que hacen dudar de que las decisiones que la benefician sean ilegítimas. Si la democracia -como parece- es una cuestión de mayorías, el beneficio del "grupo mayor" puede ser fácilmente confundido con el beneficio "del conjunto".
Por ejemplo: El común de los mortales llama "corrupción" a las operaciones de transferencias de recursos económicos y de otra índole desde las arcas públicas a los patrimonios particulares, pero este fenómeno en realidad forma parte de un escenario más amplio de confusión entre "el bien común" y el destino de la sociedad política. Quien se corrompe, muchas veces no lo hace movido por un apetito personal de lucro sino por la necesidad de prolongar la vida de una sociedad política omnipresente que sustituye, anula o debilita a la sociedad civil.
Por otro lado, el problema se agrava por su propia capacidad de retroalimentación. La sociedad política, de modo consciente o inconsciente, va formulando nuevas demandas, no sólo enderezadas a asegurar su propia supervivencia, sino también a "atender" las necesidades marginales de la sociedad civil. Es capaz de hacer incluso esto último porque la debilidad del tejido social o su fragmentariedad se lo permiten.
Este último rasgo permite cerrar el cuadro para intentar una explicación breve de lo que venimos hablando.
1. El sistema político salteño es ineficiente, en tanto es incapaz de dar respuesta y satisfacción a las demandas provenientes del entorno social.
2. Nuestros políticos son ineficaces porque no pueden identificar rápidamente los problemas sociales y darles la solución que necesitan.
3. Una y otra cosa provocan el aumento cuantitativo de las demandas sociales insatisfechas.
4. Éstas provocan, a su vez, el aumento en "efectivos" de la clase política, lo que conduce a ésta a organizarse de un modo mucho más perfecto y a funcionar con niveles operativos mucho más altos que los de la sociedad civil.
5. La participación de los ciudadanos en la sociedad civil tiende a volverse inútil, hasta el punto de que aquéllos se decantan por el antiguo oficio de la política.
6. El desmesurado crecimiento de la sociedad política en desmedro de la sociedad civil provoca que el sistema político deba procesar decisiones que muchas veces, más que a satisfacer el interés general, están orientadas a dar continuidad y preeminencia a la sociedad política.
7. La sociedad política, en su rol subrogatorio, provoca la agregación de nuevas demandas sociales, es decir, provoca un nuevo atasco en la puerta de entrada del sistema político, multiplicándose la ineficiencia, la ineficacia y la cantidad de demandas sociales insatisfechas.