
En esa misma biblioteca donde pasó todas sus horas de sus últimos años, Ricardo Alfonsín hijo, relataba aquel viejo argumento de una obra de teatro escrita cuarenta años atrás por su padre. Y que hoy sólo permanece en su memoria.
Los altibajos económicos producto de una vida dedicada a la política honesta le hicieron recurrir al Presidente a intentar vender un guión de teatro para ayudar a la economía familiar. Nunca llegó a estar en escena su historia porque cuando fue presentada a David Stivel, directivo de aquellos años de canal 11, dijo que era más apropiada para cine que para televisión. La familia la olvido y se perdió de vista. La vida de Raúl Alfonsín en cuanto a lo familiar y personal, según sus propias palabras, tuvo muchas asignaturas pendientes. Su esposa sufrió mucho la vida política apasionada del Presidente y deseó que sus hijos no se dedicaran a la misma carrera de su Padre. Sin embargo el le dio todo al partido y por qué no decir a la Nación.
Recorrer su historia institucional, de gestión y de militancia, en estos días donde las publicaciones desbordan de esos contenidos, es casi innecesario. Pero hubo hitos en su trayectoria, a la que a esta altura ya se la puede considerar obra. Que lo marcan y lo definen como muchos argentinos lo sienten: un prócer contemporáneo.
Es posible que cuando más coraje y compromiso debió tener, además de demostrar, fue antes de salir a la escena de su candidatura presidencial. En plena época de dictadura y cuando nadie se atrevía a desafiarla, él ya investigaba y colaboraba con familiares de desaparecidos. Pero en esos años de la década del 80 las fieras no estaban envejecidas, domesticadas y enjauladas.
Otro episodio icónico de su historia política fue la propia campaña electoral contra el mayor aparato peronista de la historia (sin Perón). Cuando todavía ser peronista era una verdadera marca registrada, con todo lo que eso significa. No los seudos peronismos de hoy, que se arrogan la herencia del general, pero que en realidad son: capitalistas de amigos y sindicalistas mercantilistas.
Ya durante su presidencia debió afrontar tres asonadas militares, con militares que no se resignaban a los juicios y a la democracia. Y trece paros generales de la CGT, inútiles, politizados y verdaderamente destituyentes. (Hoy la esposa y la familia de Saúl Ubaldini le pidieron disculpas a la de Alfonsín en tal sentido).
Pero quizá si hay una situación y no por lo riesgosa, pero si por la valentía intelectual que le demandó. Este episodio durante el discurso en la Sociedad Rural Argentina, en un momento en que la crisis económica se hacía notar. Allí apenas comenzó a dirigirse al auditorio, desde las graderías comenzaron también los silbidos y abucheos ensordecedores. La imagen en estos días es por demás recordada. Pero lo importante, no es el hecho en si del problema puntual de aquel día, sino la actitud y la aptitud de un funcionario en cuanto a la decisión y a la convicción para defender una idea y a si mismo ser tolerante y lograr consenso.
Por eso pregunto y me pregunto: ¿es imaginable a cualquier funcionario de la actualidad, sin nombres propios defender de esa forma a las ideas y a las instituciones? Y por otra parte: ¿tenemos hoy dirigentes con esa capacidad de decisión? Cuando todavía estábamos despidiendo a Raúl Alfonsín, ya circulaban trascendidos acerca de un supuesto pedido en sus últimas horas, de unidad del partido Radical y del regreso en particular de Julio Cobos a la UCR. Sin dudar de la veracidad de esos deseos por parte del líder radical, ya que con el amor que él tenía por su partido, lo más probable es que fuera así. Pero si poniendo en tela de juicio ciertos mensajes explícitos e implícitos, que colocan a Cobos por su proyección mediática y sociales como un nuevo líder radical. Cobos hasta que se sumó a la Concertación Plural del FPV y luego terminó siendo formula con Cristina Kirchner, era un dirigente poco conocido y de bajo perfil del radicalismo. Y a partir de ese momento para el partido fue por lo menos un disidente (aunque le llamaron traidor y lo expulsaron): o sea, un líder negativo.
Como vicepresidente tuvo un papel secundario, como generalmente lo es en Argentina ese cargo y más acentuado aún con un narcisismo como el de la Presidente. Y de no haber sido por la inexplicable e incalificable prolongación del conflicto con el agro, Cobos probablemente nunca hubiera tenido su noche de total protagonismo.
Pero, ¿Cómo fue aquella noche?. Para entenderla indudablemente debemos recorrer los largos cuatro meses de conflicto. Pero ¿cuál fue su actitud? Ahí esta la situación que lo pinta de cuerpo entero y muestra su verdadera aptitud.
En primer lugar mientras el último senador, Sainz, amigo, co-provinciano y radical daba su discurso, él conocedor del empate técnico, se había retirado momentáneamente del atril presidencial de senadores y había dejado en su lugar a Pampurro. Ante los increíbles pedidos a viva voz del orador retornó, se efectivizó la votación y el resultado fue lo que todos esperábamos: empate. Allí intentó inútilmente un cuarto intermedio y luego pudimos presenciar la más larga, agotadora e increíble indecisión, con, más que un discurso, un relato que duró 31 minutos y desembocó luego de reiterados pedidos de ambos presidentes de bloques mayoritarios de votar, en otros 21 segundos para decir: mi voto mi voto no es positivo.
¿Alguien se imagina a Raúl Alfonsín en una circunstancia así y con esa actitud?
Por eso cuando se habla de herederos, de nuevos liderazgos, de candidatos y de figura emergentes en un partido, en particular uno como la UCR, que viene casi de la disolución, es muy arriesgado crear a un líder que pueda no serlo o un candidato que luego no pueda resolver situaciones conflictivas que de seguro se van a producir. En particular con el surgimiento del kirchnerismo como fuerza política, que con o sin los Kirchner va a ser un adversario considerable y con un aparato mucho mayor de lo que se ve. El camino más sensato, más idóneo e institucional que puede transitar el radicalismo. Es justamente lo que Raúl Alfonsín demandó hasta sus últimos días. Seguir y apoyar ideas, planes y objetivos y no a hombres y nombres.
Hoy, sin subestimar a ningún dirigente radical, en particular a Julio Cobos, y aunque las comparaciones sean odiosas, las diferencia de Raúl Alfonsín con él o cualquier otro radical, es como comparar al autor de un libro con el bibliotecario.