'La Paz' sea con todos vosotros... y con tu equipo

¡Otro gol de Bolivia!La Iglesia Maradoniana debería pensar en eliminar de su liturgia el acto de confraternidad mediante el cual sus feligreses se dan "La Paz". Desde ayer por la tarde "La Paz" se ha convertido en un valor claramente antimaradoniano, aunque no por ello los devotos de su iglesia deberían abandonar sus pacíficos ideales y salir a hondear a mansalva a todas las palomas que porten en sus picos ramitos de olivo, ni abogar porque de los fusiles dejen de salir claveles en lugar de pelotas de goma número 5. De la mano de Diego, y muy a pesar de él, a nuestra selección le llenaron ayer la canasta en La Paz, de un modo más bien cruel y desproporcionado. Nadie va a descubrir ahora la calidad del fútbol boliviano, ni en el llano ni en la altura. El caso es que Bolivia disputó ayer frente a la Argentina un partido de antología, mientras que los nuestros jugaron a no saber dónde estaban. No es culpa de Maradona, desde luego, y menos de los maradonianos.

Estos últimos están más preocupados por sanear el primer cisma que enfrenta su vasta iglesia. El ala -siempre díscola- de los "riquelmianos" amenaza con convertirse en "protestante" y su inspirador, Juan Román Riquelme, en una especie de rebelde Martín Lutero.

Está por verse si después del 6 a 1, marcador rotundo, más propio de un Roger Federer inspirado que de un puñado de bolivianos envalentonados, las relaciones entre Evo Morales y Diego Maradona seguirán siendo las mismas. Es sabido que el entrenador argentino apoyó sin reservas al presidente boliviano en su lucha por evitar que la FIFA anule a La Paz y a otras ciudades como posibles escenarios de partidos internacionales. Pero ahora Maradona ha experimentado en carne propia lo que es la ventaja deportiva del equipo local, a 3.700 metros de altitud sobre el nivel del mar. No sólo por escasez del oxígeno y la ligereza del aire, sino por el escandaloso comportamiento de la pelota. ¿Seguirá el idilio entre D10S y Evo?

De continuar, los maradonianos podrían proponer la reforma de su antiguo testamento para que "Evo" se convierta en el primer hombre de la creación, producto de la costilla de una mujer.

Después del desplante irreverente que sufrió Maradona de parte de su mejor amiga (la pelota) es posible que él y sus seguidores pongan ahora en entredicho aquella su famosa frase, que se supone inscrita en el credo particular de los maradonianos (en donde se menciona a la venerada Doña Tota, madre de ídolo) y que dice "La pelota no se mancha".

Pensamos que durante el partido de ayer, salvo en ocasión del "tirito" de Lucho González, que consiguió un gol desde 45 metros del arco, favorecido por el extraño comportamiento del balón, Maradona habrá pensado más de una vez en darle una mano de alquitrán al esférico, para evitar que volase como una cometa y, sobre todo, para favorecer una cierta adherencia del balón a los guantes del arquero Carrizo, al que le colaron algunos goles imposibles.

Pocos desastres así se han visto en el fútbol nacional. Al mejor jugador del mundo, Lionel Messi, los bolivianos le adivinaron el 90% de sus gambetas; ese león indomable que normalmente es Javier Mascherano jugó como un tímido gatito, lejos de la humedad de Liverpool. Carlos Tévez le puso algo de entusiasmo al asunto hasta que quedó exhausto, después de haber intentado sin acertar ninguna. Zanetti, Heinze y Demichelis hicieron Papa, mas no Papa propiamente dicho, que jugó un partido aceptable hasta que en el segundo tiempo dejó un agujero en su lateral por donde se coló el gélido céfiro boliviano.

Un patadón descalificador de Di María dejó a la Argentina en desventaja numérica, cuando ya llevaba dos o tres goles de diferencia en el marcador. Una expulsión inoportuna. Pero tan inoportuna como la que provocó Maradona en el derrumbado estadio de la carretera de Sarriá, en 1982, cuando en el Mundial de España, casi despieza a un brasileño de apellido Batista con un planchazo. El entrenador -que fue cocinero antes que fraile- debe perdonar a su 'temperamental' delantero, pues nadie sabe si aun con Di María en la cancha el resultado no hubiese sido todavía más escandaloso.

En Bolivia brilló a un altísimo nivel un tal Didí Torrico, retrato hablado de esos vigorosos delanteros salteños con facciones indígenas y endiablada habilidad. Con esa clase y con ese desparpajo jugaban algunos argentinos y algunos brasileños hace unos treinta años, pero ésto ya es historia.

En la Argentina sólo se salvó de la quema Fernando Gago, que jugó al fútbol o, por lo menos, lo intentó, durante la mayor parte del desarrollo del encuentro. Mal o bien, la entrega de Gago y la defección de Mascherano están poniendo en duda el verdadero liderazgo dentro del equipo de Maradona.

Lo peor, desde luego, no es que la Selección Argentina pierda, que puede perder, sino que en la misma fecha gane Brasil. Ahí es donde Maradona y los maradonianos deben de poner su acento. De puros buenazos, los maradonianos no deben tener ni infierno ni luciferes al comando. Pero va siendo hora de proponer a los maradonianos -a falta de bidones con sustancias adecuadas- alguna especie de voodoo sobre Dunga o bien que lo instituyan como el Poncio Pilatos de su iglesia.