
Los partidos políticos, los políticos, deberían ser instrumentos o gestores, de la ciudadanía. En procura del bien común. No pueden convertirse en instrumentos o gestores del lucro privado. Y lo que es peor: personal, propio; utilizar esa escalera - los partidos - para obtener el botín estatal o la coima privada. La corrupción, el descontrol estatal, y la impudicia gubernamental, es el cáncer de nuestra democracia sin república.
¿Podemos culpar al kirchnerismo de cooptar dirigentes? ¿De aprovechar el vaciamiento partidario? ¿De utilizar sellos partidocráticos, para dividir la oposición? No olvidemos, que el kirchnerismo es parte indubitable del proceso menemista - duhaldista, hijos naturales del ¿peronismo? Así, como Alfonsín y De la Rúa, representaron la incompetencia ¿radical?
El fracaso de la Alianza Unión Cívica Radical Frente Grande (1999 - 2001) fortalece las tendencias autoritarias kirchneristas. Su tendencia innata al conflicto, a dividir para reinar. Esta vocación monárquica, sin nobleza, con cortesanos obsecuentes, es parte de nuestro fracaso institucional, republicano.
La decadencia nacional ha calado hondamente en nuestra vida cívica, está instalada en su clase dirigente, cada vez más clase y menos dirigente. Pero también, en nuestro pueblo. Somos un país politizado, sin cultura política. De allí, nuestras cíclicas confrontaciones civiles. Nuestra tendencia permanente a las discordias, a las antinomias. Alimentadas por el sectarismo, ideológico, político, social y económico. Nuestro naufragio institucional, es como un morbo genético que penetra nuestras vidas.
No en vano, hemos sufrido los argentinos, los golpes de estado: 1930, 1943, 1955, 1966, 1976. Son piquetes conocidos, en este dar vueltas a la noria de nuestra frustración colectiva. Pero también, estos golpes cívico - militares tuvieron su contracara visible, el autoritarismo democrático o la debilidad institucional. Yrigoyen y Perón, con matices, abarcaron las esperanzas de las mayorías, ignorando o subsumiendo a las minorías en su propia impotencia cívica.
Actuaron autoritariamente, en defensa propia Yrigoyen, en expansión voluptuosa Perón. Frondizi, Illia e Isabel asumieron el gobierno, débiles, ante la falta de apoyo popular. Su ilegitimidad de origen, trastocaba sus posibilidades. Esta situación fue aprovechada por las minorías exógenas e internas, para suprimir de la vida pública a las mayorías. Forjando un proyecto político, económico y social, que aún hoy, condiciona nuestro desarrollo nacional.
De tales tempestades, tales lodos
Vuelvo a nuestro presente, a nuestra situación. Pasadas las elecciones 2007, triunfante el kirchnerismo setentista cruzado con noventista, derrotada la oposición por sus errores y falencias, ¿legítimamente? ¿Fraudulentamente? ¿Producto del anacrónico sistema electoral? ¿Quien está primero, el huevo o la gallina?
Las preguntas, soy conciente, orientan la dirección de la respuesta, pero es el pueblo quien debe asumir el desafío y dar la respuesta Como dirigentes, simplemente, podemos opinar y actuar ¿con fundamentos? ¿Con pruebas? En forma autocrítica o simplemente: guiados por nuestra intuición, por nuestra experiencia, por nuestra búsqueda de aprendizaje. Lo pasado, pisado, a otra cosa mariposa, dicen los que saben volar. Volvamos a nuestra Gran Aldea, a Cotopolis. Nuestro Valle de Lerma es prodigioso en dar opas a granel, expresaba un inspirado autor regional.
Las palabras, a veces, son ecos del pasado. Usted entenderá a que me refiero. Utilizaré dos ejemplos, un discurso, y una solicitada. Emitidos por el gobernador saliente - Romero - y el gobernador entrante - Urtubey - A ellos, me remito.
En su discurso inaugural, triunfante, Don Juan Manuel recordó a su madre, a su esposa, a sus hijos, a su tío (el conocido Julio Mera Figueroa), a sus hermanos, pero como olvidar también es tener memoria, obvió a su padre (la razón tiene razones, que el corazón desconoce, podríamos decir parangonando a Pascal). Puso en marcha, previo culto a la familia, su frase más feliz (presagio del futuro, basado en el pasado) ¡ni vencedores ni vencidos!
Nacida de la Cruz que colocara Manuel Belgrano, vencedor en la Batalla de Salta, sobre la tumba que guardaba los huesos de los caídos realistas y criollos. En su memoria salteña, Urtubey rescata la caballerosidad del general Manuel Belgrano ante el general Pío Tristán, compañero de estudios en España, tan americano como él, al perdonar al ejército realista su derrota.
Por otra parte, esta frase: ni vencedores ni vencidos, recorrió el campo de nuestros enfrentamientos civiles. La utilizó Urquiza, derrotado Rosas, y también Lonardi, derrotado Perón. Y aquí, Don Juan Manuel, que lleva el nombre del Restaurador de las Leyes, evocó el pasado reconciliador, que tuvo vencedores y vencidos. En Caseros, el rosismo, y en septiembre de 1955, el peronismo. ¿Quien será el vencido hoy, no existiendo Rosas y Perón, rosismo o peronismo como expresiones populares? ¿Se trata simplemente de una lucha de familias? ¿De personalismos provincianos?
Amanece que no es poco para comprender lo que viene, cuando recordamos la solicitada de Juan Carlos Romero, cuya frase símbolo es la victoria no da derechos. En el Manual de Zonceras Argentinas, catalogada como la Zoncera Nº 9, Arturo Jauretche expresa: "Esta es una zoncera intrínseca ¿Qué mejor manera de esterilizar una victoria que privarla de sus frutos? Es más. Es una forma pedagógica de impedir siquiera la lucha: ¿para qué luchar si el vencer es infructuoso?
Esto lleva a aceptar la derrota de antemano y generar la indefensión. El que tiene esta posición está de antemano vencido y dispuesto a ceder a entregar. A cualquier cosa pero no a combatir ¿Qué digo combatir?, ¡ni siquiera a discutir! Porque ¿para qué vencer si la victoria no da derechos?", concluye magistralmente el maestro Jauretche, para que maduremos y no sigamos zonzos. Sabemos que hay vencedores, y también vencidos. El tema es desde donde y hasta cuando
La reiteración a nivel nacional del gabinete que supo conseguir el kirchnerismo, nos dice que todo cambió para que nada cambie La frase electoral sobre el cambio, quedó allí, en las caras prontuariadas por la prensa cosmopolita.
En Salta Don Juan Manuel, montado sobre el necesario cambio provincial, ganó las elecciones. La victoria le da derechos, ante sí tiene el camino del perjuro Saturnino Castro, el salteño derrotado en la Batalla de Salta, que siguió combatiendo por el Rey de España, después de jurar no hacerlo, o mostrarse como el muchacho Tancredi en El Gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi de Lampedusa, cuando expresa: ( ) Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico?".
La batalla de las batallas, será el Poder Judicial, allí veremos si caminamos hacia una República o la utilización de frases del pasado es simplemente el juego del tero, poner el grito en un lado y que los huevos estén en otro.
(*) Dirigente de Coalición Cívica, liderada por Elisa Carió.