
Cuando el término se aplica al peronismo local, tiene connotaciones parecidas a lo que los porteños llaman, desde los gloriosos setenta, la militancia. Pertenecer a la Perrada genera derecho y obligaciones; la Perrada tiene códigos, sentido de pertenencia, pautas de lealtad, exige premios y acepta castigos.
No se piense que la Perrada es una masa de desarrapados incultos y amorales. Es gente con convicciones, con sentido de la disciplina; los hay artesanos pintores, cartelistas, músicos, bailantes, poetas (creadores de cánticos y consignas), fabricantes de engrudo, locristas, seguratas, empanaderos. Gente capaz de trabajar 14 horas seguidas en tiempo de campaña.
La Perrada vive la política con las vísceras. Cuando uno de ellos se compromete con un Señor, le lleva a su familia, a sus amigos, a sus vecinos. Si tiene pasta de líder (que los hay a cientos), será faro y luz de su demarcación; se codeará con los candidatos y sus equipos, y negociará su pertenencia discutiendo lineamientos y condiciones con los jerarcas.
La cantidad y calidad de sus miembros define el poderío de una Perrada y, por ende, el de su Señor. La dinámica de la Perrada funciona en base a una suerte de Libro de Pases en donde se registran ventas, alquileres y cesiones transitorias de Perradas homogéneas.
Hay, claro está, un factor que diferencia a la Militancia setentista de la Perrada actual: Mientras aquella era puro entusiasmo, vocación y entrega, esta es sinónimo de contrato, de pequeñas ventajas, de minúsculos créditos que cada uno de sus integrantes reclamará mas tarde al Señor.
En una Provincia como Salta, las Perradas tienen estrechos vínculos con las barras bravas y no tan bravas del fútbol (como lo descubrió el Tremendo Intuitivo), y también con las comparsas del Carnaval, verdaderos nodos del entramado social de las grandes ciudades salteñas.
Los miembros de las Perradas están orgullosos de serlo. Se asumen y se nombran como tales. La Perrada es un conjunto que identifica, avala y refuerza reivindicaciones: Cuando pasan las elecciones ustedes se olvidan de la Perrada, La Perrada no esta de acuerdo con tanto candidato raro, La Perrada esta harta de engominados. Y así por el estilo.
He aquí un largo monólogo de un destacado miembro de la Perrada de Villa Chartas:
A Uayita (por Walter Wayar) lo cagó el Príncipe y su Perrada. Yo se lo dije a Uayita:
Tené que hacé como el De Narváe ese, rodeate de minas lindas, mucha minifalda, mucha teta, perfume del bueno, autos de lujo (sin exagerá), pero con vidrio transparente, dejá el polarisao pal príncipe (que te vá cagá, desde ya te lo digo). La política hoy entra por lo ojo; la gente vota al que ve lindo en la tele. Sacate lo anteojo negro. Salí a caminá pa que la gente te vea. Trepate a una bici. Hacé como el turco Isa, ese e pícaro y le hace caso a su hermano del alma, un genio con la fresca que sigue jugando pal príncipe. El otro día llegaste tarde a una caminata en la viya, me cagaste, la gente sin comé, horas bajo el sol. Eso no se hace. Me dijiste que habías tenido un velorio. Pero el muerto no vota. Se murió y chau. Era ma importante llegá a tiempo a la caminata. Pa colmo, un amigo de La Candelaria me contó que te esperaban y vo mandaste al pibito ese, al petiso de ojo azules. Y ahí perdiste como en la guerra. En cambio a viya Lujan fuiste vos con esa perrada perdedora que te acompaña, llena de tipos feos aunque bien empilchados, cuando las pibas del barrio (y alguno pibe también, cosa rara, esto no va conmigo) querían ve al petiso que va pa vice. Así perdemo, fija. Tu oveja no va; son ma vivo el hermano del turco y el Chino. Fue el Chino el que sentó a una mesa al Urtubey de mierda ese con el Zoto y los obligó a ir juntos. El Chino dejó lo fierro de lo setenta y no se traga eso de que el príncipe era de la jotape. El Chino quiere vengarse y desbancá al príncipe. Ademá, si querí ganá, te falta un boga como el Rengo que cuida los voto del Urtubey. Lo dotore tuyo no sirven paca. Uayita, papá, yo también fui amariyo en lo ochenta. Acé que ganemo. Pero tení que cambiá, zafá de tu perrada del Senado, abrite del principe, e yeta.
Uayita no me hiso ni puto caso. No se que hacé: la Perrada quiere tomá sidra pa navida.