Se sinceran las posiciones sobre el circo de Salta y sus animales

Mientras en Salta parecen sincerarse las posiciones y ahora la Asociación Protectora de Animales solicita directamente la prohibición del circo (algo que es mucho más lógico que lanzar una campaña de infundios), este cronista sigue recibiendo con alegría una enorme cantidad de feedback. Llamo feedback a la cantidad de insultos proferidos por personas que, seguramente desencantadas de sus semejantes, aman más a los animales que a su prójimo. I pagliacciQuisiera detenerme en un email -por supuesto, anónimo- de una persona que dice "no entender" por qué "defiendo este circo". Y la verdad es que no defiendo ningún circo; ni éste, ni otro. Es más, los odio. Siempre me han asustado los payasos hasta el punto de que jamás he sido capaz de ir a ver la representación de "I pagliacci", la ópera de Ruggero Leoncavallo.

En realidad, mis opiniones apuntan -y siguen apuntando- a demostrar racionalmente la existencia de "seres humanos" (no podría ahora llamarlos "personas") que se muestran más misericordiosas con los animales que con los de su propia especie. Dije, y me ratifico en ello, que por lo general (es decir, no sucede en todos los casos) quienes se escandalizan por los padecimientos de los animales no lo hacen en igual medida, ni con la misma energía ni con la misma virulencia, frente a padecimientos aun más graves de las personas.

Se trata de señores y señoras que se conocen al dedillo los tratados y convenciones internacionales sobre derechos de los animales, pero a las que si examinamos sobre las normas que regulan los derechos fundamentales de las personas "hacen papa", como coloquialmente suele decirse. Son quienes conocen más a Moby Dick y a Rin Tin Tin que a Erasmo de Rotterdam.

La anónima comunicante dice en su mensaje: "el solo hecho de que esten enjaulados y no en su habitat natural ¿no es un maltrato?" Pues bien, señora, no lo es. Y no porque lo diga yo sino porque hay una Ley de la Nación que tipifica de modo taxativo y excluyente qué constituye maltrato a los animales y qué no. Entonces, no me mire a mi. Dirija una carta al diputado de su Provincia y pídale que modifiquen la ley.

En algunas ciudades más civilizadas que otras existen ordenanzas municipales que mandan a tener sujetos, esto es, atados y bien atados a los perros domésticos. Los ratones que se utilizan en laboratorios farmacéuticos y centros de investigación, también se encuentran fuera de su hábitat natural, también están enjaulados y también son utilizados (a veces con extrema crueldad) en investigaciones que persiguen lucro económico. Sin embargo, son pocas las voces que se levantan para denunciar estos abusos, porque en el fondo de lo que se trata -entiendo- es de salvar vidas humanas.

La animalista anónima me dice: "Infórmese Guillermo López: utilizan métodos sádicos para entrenarlos". Le agradezco, en todo caso, la información. Francamente no sabía que la tarea de amaestrar tigres con crueldad produjera placer sexual en el entrenador (tal, la definición de sadismo que contiene el Diccionario). No quisiera defender al circo, pero esta circunstancia, fronteriza con la zoofilia, no ha podido ser comprobada por la autoridad municipal.

Pero me gustaría saber si mi anónima crítica está enterada de los métodos que utilizan los entrenadores chinos de pequeñas gimnastas de seis y siete años de edad. Me refiero a seres humanos, a personas, que son humilladas, pisoteadas y abusadas hasta las lágrimas por entrenadores crueles que, tal vez (no estoy en condiciones de afirmar esto) sean sádicos pero de verdad. ¿A usted le escandaliza el chasquido del látigo cuando se entrena a un tigre y no la zapatilla de un adulto sobre el cuello de una niña china de 30 kilos peso? La diferencia entre usted y yo es que a mi me molestan los dos hechos, pero mucho más el segundo. A usted, muchísimo más el primero.

El mensaje dice además algunas mentiras, como que mi artículo justifica la existencia del circo por razones de seguridad de los animales. Sólo dije que si los tigres y los osos están enjaulados, no es tanto por "maltratarlos" o "desconocer sus derechos" como por razones de seguridad. ¿Le gusta a usted verlos sueltos? Pues vaya y abra las jaulas, que está en su derecho. Conviértase en "El Zorro" de los animales cautivos. Después hágase cargo de las consecuencias, no sólo de seguridad ciudadana y de salud pública, sino de las multimillonarias demandas por atentado a la propiedad privada.

Cientos de miles de personas se hacinan en jaulas a la que algunos Estados llaman "cárceles". Muchos de ellos, quizá la mayoría, son presuntos inocentes. Muchos de ellos ni siquiera tienen proceso, como los presos de Guantánamo. Seres humanos vagan en libertad en las fronteras de la llamada República Democrática del Congo. Algunos son víctimas mortales de los machetes y los palos de las tribus rivales; otros son engullidos por fieras salvajes, de aquellas cuya libertad y hábitat usted defiende. ¿Usted se escandaliza por tres tristes tigres enjaulados más que por los cientos de miles de personas privadas de su libertad injustamente?

Por último, no quiero dejar pasar esta lección de moral cívica y periodística que mi anónima crítica me refriega por las narices: Guillermo informese antes de escribir algo que pueden leer muchas personas y no olvide que los medios de comunicación forman opiniones públicas, esas mismas que despues eligen quienes van a gobernar nuestra nación.

¡Genial! Vamos, que ni McLuhan.

La libertad de expresión consiste en la posibilidad de expresar nuestras ideas aun cuando éstas estuvieran equivocadas. Justamente el placer de la opinión libre está en no "informarse antes de escribir". Simplemente porque no pretendo adoctrinar a nadie con mis ideas, que son sólo mías. No pretendo "formar opiniones públicas" ni hacer que mis opiniones (¡Dios me libre!) sean "elegidas por quienes van a gobernar nuestra nación". Mire, ojalá que gobiernen con sus ideas propias y no con las mías. ¿Por qué habría de darles yo letra a nadie?

En conclusión: ¡qué viva el hombre! (y la mujer, por si acaso cargan contra mi las de la "perspectiva de género") y que al circo, a sus amigos y a sus enemigos, que les den morcillas.