
Frente al más mínimo disenso con ellos, los "animalistas" desean, a quienes se les oponen, la muerte y toda clase de oprobios. Si alguien se mostrase, por ejemplo, partidario de exterminar perros vagabundos, esta gente no vacilaría en decir: "qué tal si lo matan a usted". Así de equilibrados son.
Estos grupos han echado a correr la inverosímil versión que el circo Servián Hermanos que por estos días ofrece su espectáculo en Salta, alimenta sus tigres con perros, lo cual no sabemos si esconde una defensa de los perros (pobres víctimas) o de los tigres, por tan poco apetitoso y nutritivo menú.
Lo que no esconde este insidioso rumor es la manifiesta enemistad entre ciertos animalistas y el circo. Pero si ésta es la raíz del problema, siempre será mejor decir la verdad ("somos enemigos del circo") a las mentiras ("cuide su perro").
Ciertos grupos "single issue" nacen a la vida pública con un antagonista natural (los abortistas, por ejemplo, cuyo némesis son los antiabortistas).
Otros, sin embargo, van definiendo sus enemigos sobre la marcha: las feministas, so pretexto de combatir el machismo, han escogido al género masculino como blanco de sus ataques; los ecologistas, con la excusa de defender la naturaleza, dirigen sus dardos contra la presencia del ser humano sobre la faz de la Tierra; los gays no luchan contra los homófobos que los discriminan: su virulencia se dirige muchas veces contra los heteresexuales, por el mero hecho de serlo; los defensores de los derechos humanos, antes que atacar a los que desconocen y pisotean estos derechos, atacan a todos los que no piensan como ellos. Y así, un largo etcétera.
¿A quién van a atacar los "animalistas" sino al ser humano por el simple hecho de ser tal? Es por esta razón que el "ser racionales" convierte a algunas personas en enemigos automáticos y estructurales de estos defensores de los animales.
Cuando el ser humano se ensaña con los animales, los sobreexplota, los hace sufrir innecesariamente, los somete o los humilla, trafica con ellos o no los cuida debidamente, es deber de todos -no sólo de los animalistas- condenar estas prácticas. Pero fuera de estos casos extremos, la relación entre seres humanos y animales no es "igualitaria", ni parece que deba serlo. Ni la Constitución ni las doctrinas religiosas nos "igualan" con los animales ni van en la línea de hacerlo.
A lo que voy es que si un tigre de la sabana se zampa una cebra después de "corretearla" y dejarla exhausta antes de hundir sus colmillos en el cuello de su presa, para algunos se trata de un "espectáculo maravilloso de la naturaleza". Pero si un tigre en cautividad es alimentado con carne de otros animales, nos enfrentamos a un "crimen de lesa naturaleza".
No veo yo a un tigre comiendo anchi, precisamente. Menos aún comiendo carne de perro.
¿Alguien se ha preguntado a cómo sale el kilo de carne de perro en el mercado? No habiendo "granjas de perros" criados para que su carne sea consumida, ni carnicerías especializadas (felizmente), ni góndolas en los supermercados con productos perrunos, es de suponer que conseguir "un buen ejemplar" canino ha de ser tarea difícil, peligrosa y sumamente antieconómica. Alguien -no demasiado humanitario que digamos- debe encargarse de "cazar" los perros (que, en general, tienen dueño); otro debe encargarse de "carnearlo"; otro de contestar las denuncias por abducción canina, en fin, todo un trabajo que tiene su costo.
Es decir que siempre es más barato comprar un costillar de vaca (con el sello del SENASA y todo) y dárselo al tigre que pensar en ahorrarse unos pesos capturando y faenando ilegalmente perros vagabundos o cualquier otro animal que no se venda legalmente en las carnicerías.
No conozco cómo funciona un circo (a pesar de haber conocido de cerca a varios gobiernos), pero si yo fuera el dueño de los animales y viviera de ellos (suponiendo que tuviera el espíritu necesario para hacerlo) me preocuparía por darles de comer de la forma "más natural y saludable" posible. No los torturaría llenándoles el estómago con carne de perros que podrían ser portadores de enfermedades y pestes diversas.
Sería extraño pensar que el responsable del "marketing estratégico" de un circo que viaja por todo el mundo (con animales adiestrados que deben valer una fortuna) desista de visitar ciertas ciudades con el argumento: "allí no vamos porque no hay suficientes perros sueltos".
Al parecer, las autoridades municipales han certificado que los tigres se alimentan con pollo y que los cuidadores de los enormes felinos los miman preparándoles el plato más apetitoso de cuantos se conozcan: "el pollo al gusto", el mismo que solía hacer las delicias de un diputado nacional por Salta de los años 50. Lo que no se sabe es cuántas unidades de estas aves son suficientes para saciar el voraz apetito de los felinos. Según parece, los tigres se despachan los pollos como si se tratara de bolitas de maní con chocolate.
Por las dudas -y esperemos que no suceda- si algún tigre escapa de su jaula y emprende carrera contra la multitud, no trate usted de ayudar al de la silla de ruedas que no puede escapar más rápido que los demás. No grite usted desesperadamente "¡Al lisiado!, ¡Al lisiado!", porque ésta es la mejor forma de indicarla a la fiera a quién atacar. Por favor, ¡Deje que el tigre elija!