
Pocas son las herramientas con que cuenta el gobernador para encontrar el equilibrio buscado. Una de las principales, la comunicación oficial de los actos de su gobierno, suele jugarle muy malas pasadas. Los partes oficiales a menudo desdibujan su imagen, magnificándola hasta extremos inconvenientes, y a veces se empeñan (inexplicablemente) en sustraer identidad y sustancia a su gobierno con inútiles invocaciones a la mística peronista.
No es malo de suyo que el gobernador se proclame peronista, si efectivamente así lo siente. El problema siempre estribará en la coexistencia de "otros" peronismos de signo muy diverso: el del presidente Kirchner (con el que el gobernador salteño parece mantener cada vez más diferencias de fondo), el del exgobernador Romero (con el que Urtubey parece encontrar cada día más coincidencias).
La identidad de nuestro gobernador y de su gobierno amenazan con diluirse en la batalla por las siglas; su autonomía política aparece seriamente en entredicho cuando su figura es tironeada en las irresolubles pugnas por la pureza del pedigree peronista.
De algún modo es preferible que esto ocurra, porque si el gobernador algún día se decidiera a romper con los estereotipos y buscara sostenerse por sus propios méritos, por la fuerza de sus propias ideas, dejando a un lado la disputa por los "sentimientos de la base", es probable que a algún acólito suyo se le ocurriera alumbrar un personalismo alternativo con el nombre de urtubeysmo o "urtubeycismo", como les gusta decir a algunos, que nos puede colocar a las puertas de otra experiencia tan desgraciada como lo fue la romerista.
La pregunta que surge de forma inevitable es ¿y por qué no demócrata? ¿Por qué el gobernador no explota su condición de hombre de la democracia por encima de su carácter visceralmente peronista? ¿Por qué nuestro gobernador necesita envolverse y enredarse en personalismos reñidos con el recato republicano? Sólo él tiene la respuesta a estas preguntas.
Un parte de prensa auténticamente desafortunado
Me preocupa ahora -como ciudadano, pero especialmente como director de un medio digital- la imposibilidad de poder comunicar de forma adecuada dos actos de gobierno muy importantes, y que son, a todas luces, un adelanto para cualquier sociedad.
Me refiero, por un lado, a la noticia de la puesta en vigor, en el ámbito de la Administración Pública salteña, de convenios colectivos que mejorarán las condiciones de trabajo de decenas de miles de empleados del Estado, fruto de la negociación colectiva encarada por el gobierno de Urtubey con los sindicatos ATE y UPCN. Y por el otro, a la noticia que da cuenta de un acuerdo entre el gobierno y diferentes organizaciones sindicales que permitirá la construcción de 500 viviendas para trabajadores de Salta.
Por razones que desconozco, a la hora de comunicar estas importantes novedades a la sociedad, el parte oficial del gobierno de Salta, ha colocado ambos sucesos, de forma tan inexplicable como innecesaria, "en el marco" (porque si algo en Salta no sucede "en el marco" de algo, prácticamente no existe) de una parcial y sesgada "mística peronista". Tal como si viviéramos una "democracia orgánica" de partido único, el parte oficial ha reducido el ámbito personal de aplicación de ambas medidas al vasto (pero nunca suficientemente amplio) "universo peronista". Es decir, no ha respetado ni la pluralidad social ni la del movimiento obrero en particular, en cuyo seno, además de peronistas, hay muchos trabajadores que sustentan ideas diferentes y que merecen idéntico respeto de parte de los poderes públicos.
Quien haya sido el encargado de comunicar oficialmente estas conquistas del gobierno, ha destruido literalmente la noticia y le ha privado de tener un adecuado impacto en la opinión pública.
Quisiera detenerme en la lectura de este párrafo que me ha dejado perplejo: "El gobernador Juan Manuel Urtubey enmarcó la iniciativa de la Provincia en el sentido de lealtad que debe existir entre el Gobierno y los trabajadores, y los trabajadores y su conducción rememorando en el Día de la Lealtad, la relación del movimiento obrero argentino y el expresidente Constitucional, Juan Domingo Perón. En este sentido afirmó que desde el lugar de conductor, logrado el 10 de Diciembre pasado se busca poner a los trabajadores en el lugar que merecen".
¿Traduce realmente este párrafo el pensamiento del gobernador Urtubey respecto a la relación entre el gobierno del Estado y el conjunto de los trabajadores argentinos? La respuesta se antoja negativa. Los juicios y afirmaciones que contiene este párrafo parecen escritos en 1968, no en 2008. Resulta inverosímil que un gobernante democrático, con cualidades intelectuales superiores a la media, sea capaz, en pleno siglo XXI, de salir a defender públicamente dos excelentes medidas de su gobierno con argumentos tan antiguos, pero sobre todo, tan profundamente antidemocráticos.
¿Qué motivos tendría el gobernador para "enmarcar" sus importantes medidas en "el sentido de la lealtad que debe existir entre el gobierno y los trabajadores"? ¿De dónde surge tal "sentido de la lealtad"? porque las constituciones que nos rigen nada dicen al respecto. ¿Cuál es el "sentido de la lealtad" que debe existir entre "los trabajadores y su conducción"? ¿Adónde queda el derecho a disentir democráticamente de cualquier conducción que ostentan los trabajadores argentinos en virtud de convenios internacionales? ¿A qué queda reducida la autotutela de los trabajadores, especialmente cuando sus intereses entran en colisión con los del Estado?
El esperpéntico parte oficial, así como sus sospechosas resonancioas mussolinianas, abren una serie de interrogantes realmente muy serios y obligan al gobernador a precisar lo que se ha puesto en su boca.
¿Por qué motivo Urtubey siente que el 10 de diciembre de 2007 la ciudadanía lo ungió como "conductor" y no como un simple gobernador de Salta? ¿Acaso sus glosadores quieren convertirlo en un Ceaucescu moderno? ¿Las facultades reconocidas constitucionalmente al gobernador son insuficientes para "buscar poner a los trabajadores en el lugar que se merecen"? ¿Qué necesidad tendría Urtubey de arrogarse la inverosímil función de "conductor" del movimiento obrero? ¿Qué precio tienen -para el conjunto de los ciudadanos, y especialmente para empresarios y consumidores- las lealtades recíprocas entre el "conductor" y los "conducidos"? ¿Quién controla estas relaciones de lealtad, más propias de un Estado corporativizado que de uno democrático?
Mi deber es el de felicitar al gobernador Urtubey por estos dos importantes logros, pero no puedo sino lamentar, al mismo tiempo, que aquellas declaraciones hayan atenuado la eficacia y utilidad de sus conquistas, sobre todo cuando han sido alcanzadas merced al esfuerzo del conjunto de los salteños, sin distinción de ideologías.