
La forma de ser norteamericana - tan duramente criticada en buena parte del resto del mundo incluye un respeto casi mágico por sus instituciones (leyes, policías, jueces, legisladores, gobernantes) y por los medios constitucionales que son su credo, tales como la libertad civil y política, la propiedad privada, la libertad de prensa, el debido proceso judicial.
El elogio del articulista que incluye el respeto casi mágico de sus instituciones y por los medios constitucionales que son su credo, en esta ocasión no es que constituyan una exageración, es que son una falacia porque lo que realmente hizo el Gobierno de los EE.UU. fue violentar los principios básicos del ordenamiento constitucional de ese país al trasladar al bolsillo de los contribuyentes la obligación de hacer frene a los millones de dólares que servirán para sacar a flote a banqueros corruptos que se aprovecharon de políticos igualmente corruptos que les permitieron a partir de la administración de Bush (senior), pasando por Clinton y continuado por Bush (junior), llevar a cabo operaciones no precisamente bancarias aunque sí que financieras que concluyeron en la ruina de un sistema totalmente incontrolado.
La primera votación en la Cámara de Representantes fue aleccionadora por su decencia moral, sostenida por la idea muy americana de que los contribuyentes no debían ser obligados a soportar la crisis y que quienes administraron mal, que se las apañaran como mejor pudieran. Ése fue siempre el desideratum del libre comercio tan inflexiblemente auspiciado por los EE.UU. como principio básico de su sistema económico-financiero. Fue menester que el plan de rescate pasara por el Senado para dar tiempo para que la corrupción política americana se dedicara a poner en práctica la necesidad de que algunos representantes del Congreso tuvieran tiempo para reflexionar mediante la intervención de los lobbies. Como era de esperar, terminaron cambiando el voto como consecuencia de una reflexión profunda. No fue necesario convencer a todos; sólo a los suficientes como para sacar adelante el plan de emergencia tras una nueva votación. A eso le llama el articulista pro-americano una política valiente y de rápidos reflejos ante la crisis, deseando que todos los países incluyendo Argentina, obrasen de la misma manera ante situaciones similares.
Lo que según el artículo comentado es una decisión que respeta la libertad y la propiedad privada, es en realidad una decisión vergonzosa en todos sus términos porque mediante leyes inconstitucionales, los políticos quiebran el principio de la propiedad privada obligando a los trabajadores americanos a soportar con su trabajo por el que tributan a la Haciendo Pública americana, las fechorías de los banqueros que a partir de ahora ya no se medirán lo más mínimo para seguir despilfarrando el dinero ajeno que gestionan, porque ya han aprendido la lección y siempre estarán seguros que el Gobierno Federal acudirá en su auxilio. La decisión del Gobierno del Presidente Bush (junior) es la más infame y descarada porque cuando los Bancos sumaban beneficios, a nadie se le ocurrió que debían repartir sus ganancias multimillonarias entre la población americana. Ahora, que a causa de su mala gestión arruinaron las instituciones financieras que les fueron confiadas, es el pueblo quien tiene que acudir a salvar la crisis que tales gestores provocaron.
Un Ministro de Economía de un Gobierno europeo muy afecto a esta clase de soluciones, ha tenido la desvergüenza de proclamar que tales medidas excepcionales que asegura que nos sacarán de la crisis, no le costarán a los contribuyentes ni un solo céntimo. O es un ignorante, o si no lo es, tiene toda la talla de un indeseable. Eso de que el Estado se hará cargo de las deudas bancarias es algo que clama al Cielo. Como si el Estado fuera algo más que lo que expresan un puñado de documentos. Lo que cuenta es la gente que vive asentada en un territorio al que le dieron la categoría de Estado. Quienes pagarán serán los contribuyentes, que son la única fuente de ingresos de cualquier Estado. ¿Quiénes llenan las arcas estatales sino las personas físicas con sus propios patrimonios o con los patrimonios de las sociedades y asociaciones que gestionan?
La trampa es fácil de descubrir. En el sistema tributario occidental, para que el Estado tenga derecho a cobrar cualquier clase de tributo es menester que el hecho imponible guarde una relación directa con una cualquiera actividad mercantil o privada que produzca beneficio para el contribuyente, incluyendo las de carácter gratuito como las donaciones. En el caso de esta crisis, la verdad quedará encubierta porque el hecho imponible estará bien cubierto por el eufemismo del hecho imponible ya sometido a tributación. Ello así, porque no habrá un impuesto para solventar la crisis, sino que subirán los impuestos basados en hechos imponibles en vigor, claros y constitucionales. En ellos irá escamoteado el porcentaje destinado a la Banca, con el vil argumento que el incremento tributario está destinado a lograr una mejora de los intereses generales. De esta situación el Gobierno se aprovechará para adquirir con dinero público la gestión de la institución financiera comprando acciones basura con un porcentaje de no más de un diez por ciento que es lo que otorga casi en todos los Bancos una mayoría suficiente como para imponer el cuadro de gestión. Eso es tanto como el asumir para el futuro el poder de discriminación política decidiendo a quién se le otorga crédito y a quién no.
El ejemplo americano como ejemplo y otro poco como presión hacia los Gobiernos europeos, ha servido para aumentar el descrédito de la clase política, pues acaban de acordar los Presidentes de Gobierno de los países de la zona euro, algo que va más allá de lo resuelto por la Administración Bush (junior): la solución consiste inyectar dinero fresco en los Bancos arruinados para salvarlos mediante la compra de acciones, con la consecuencia señalada en el párrafo anterior. Fue la solución puesta en práctica por Gran Bretaña y que sirvió de terrorífica inspiración al resto de los países de la Unión Europea.
La capacidad de destruir las bases del liberalismo económico, que hoy es la víctima, resulta de una eficacia increíblemente bien hecha, como que toda la prensa europea no hace más que elogiar la medida de los quince por salvar a los banqueros que tendrán que marchar a sus casas para que ocupen sus sillones los políticos de turno. Y ya se sabe: cuando a un político se le amplía su ámbito de poder (en este caso, la gestión de la Banca), no lo devuelve nunca más. En España, el Gobierno de Adolfo Suárez creó el impuesto inconstitucional del patrimonio, que carece de hecho imponible pues es obligación de tributar por el solo hecho de poseer. Es un impuesto provisional, tal como lo califica el instrumento legal que lo creó. Han pasado treinta años y la provisionalidad no ha caducado y por lo que se ve, no lleva trazas de que caduque en un futuro cercano.
Mis palabras no deben ser interpretadas como una defensa heroica del liberalismo, que también tiene sus malas artes para lograr resultados similares. Tampoco es un comentario en contra del socialismo totalitarista que aspira a quedarse con todo: con el Gobierno, con el Poder Judicial de jueces duros como la mantequilla, ahora la Banca y cuando arremetan contra la escasa prensa libre que resta en Europa, se habrá llevado a cabo un cambio de régimen de libertades a favor de un intervensionismo asfixiante, propio de las dictaduras del proletariado, tan execrable como cualquiera dictadura.
Mi propósito no es defender ni atacar a nadie porque el futuro es una fatalidad en cuanto al ritmo y la orientación que llevan los acontecimientos. Yo seguiré escribiendo, que es lo mío, y ojalá sobrevivan las editoriales on-line y de papel para seguir publicando lo que escribo. He de señalar, sin embargo, que pese a la fatalidad evidente de nuestro oscuro futuro, lo peor de la clase política no es que engañen a la gente con la propaganda de la prensa subvencionada y a veces, con las opiniones demasiado ligeras de algunos escritores que actúan de buena fe aplaudiendo lo que hay que censurar. Lo peor es que los políticos de los EE.UU. dieron un paso atrás en la defensa de las libertades y el sistema de libre empresa.
No es que sea censurable el cambio de régimen, si es eso lo que quieren y la gente los apoye en la tarea, pues los pueblos tienen derecho a crecer o a sucumbir. Lo realmente vil es que no lo anuncien tal como lo que es, para que el soberano sepa qué hacer, suponiendo que no apoye ciegamente el cambio, tal como suelen hacer los fanáticos de las ideologías, aunque con su voto estén cavando su propia sepultura, que no es otra cosa que la ruina de sus economías domésticas. No se conoce hasta la fecha un solo país que habiendo adoptado la economía socializadora, no haya terminado en la más atroz de las ruinas posibles. Si es lo que ocurrió con la URRS, poderoso país donde se miraba con orgullo el obrero occidental y los intelectuales ingenuos, qué decir de países menos sólidos que la antigua Unión Soviética.
Dada la situación a que se ha llegado, lo propio hubiera sido dejar que quiebren los Bancos corrompidos por sus gestores, someterlos a un enjuiciamiento criminal y dejar que el sistema de libre comercio solucione por sí mismo esta rotura producida en el bolsillo de los banqueros irresponsables. Porque tampoco es seguro que estas medidas que se tomaron para detener la crisis, paralicen la recesión anunciada por los expertos. El tiempo nos lo pondrá bien claro.