A 15 años de la Declaración de una Ética Mundial

Ayer, 4 de setiembre del 2008, se cumplían 15 años de la Declaración de una Ética Mundial suscripta en el Grant Park de Chicago por el Parlamento de las Religiones del Mundo. Hans KüngUn largo peregrinaje por todo el globo, encabezado por un teólogo de los más leídos del mundo, colega y contemporáneo del actual Papa Benedicto XVI (también su principal “contrincante” científico), el suizo-alemán Hans Küng, apoyado por destacadas personalidades de los más variados órdenes de la vida y países, hizo posible que 6.500 personas (sí, bien leído: seis mil quinientas personas) suscribieran ese fundamental y promisorio documento de (por) una Ética Mundial.

Fundamental,  ¿por qué? Preanunciado en los largos trabajos preparatorios de la declaración, el mismo teólogo responde con tres tesis que se concatenan: “no hay supervivencia sin una ética mundial; no hay paz mundial sin paz religiosa; no hoy paz religiosa sin diálogo entre las religiones” (Küng, H., Proyecto de una ética mundial, Madrid, 1991, 15ss, 93ss, 133ss respectivamente).  La cuestión no es de discusión académico-erudita, ni tampoco ideológico-religiosa. ¡Es cuestión de Vida (o Muerte)!

Leemos en el entonces publicado resumen de la Declaración… las razones: “El mundo agoniza. Agonía tan penetrante y opresiva que nos sentimos movidos a señalar las formas en que se muestra y poner de manifiesto lo hondo de nuestra zozobra. La paz nos da la espalda. El planeta está siendo destruido. Los vecinos viven en el temor mutuo. Hombre y mujeres se distancian entre sí. Los niños mueren”. En efecto, las más modestas estimaciones hablan de que la maravillosa economía global mata 70.000 personas por día: ¡20 atentados de Torres Gemelas por día –más de uno por hora- son causados directamente por el fenomenal fracaso del capitalismo global neoliberal y su “orden mundial” de cementerios, ponderado, honrado y hasta idolatrado por tantos monaguillos mercantiles, empresariales, financieros, políticos, culturales, religiosos  y publicitarios de Salta, del país, del mundo…!

Continúan los 6.500 firmantes, de religiones como la Bahai, Brahma Kumaris, Budismo (en sus direcciones de Mahayana, Theravada), Cristianismo (en sus confesiones anglicana, ortodoxa, protestante y católica) religiones nativas (Akaupin, Yoruba, Nativos americanos, etc.), Hinduismo, Jainismo, Judaísmo, Islam, Neopaganismo, Sikhs, Taoísmo, Teosofía, Zoroastrismo y Organizaciones interreligiosas), continúan, decimos: “Condenamos la miseria… las desigualdades económicas…, el desprecio de la justicia… Condenamos especialmente la agresión y el odio en nombre de la religión. Esta agonía debe cesar… porque ya existe la base de una ética… (que) brinda la posibilidad de un mejor orden individual y global que aleje a los hombres de la desesperación y a las sociedades del caos… Ya hay criterios ancestrales del comportamiento humano que pueden hallarse en las enseñanzas de las religiones del mundo y que son la condición de un orden mundial duradero”. Por eso declaran: “… todos somos interdependientes. Cada uno de nosotros depende de la salud del conjunto. Por ello respetamos la colectividad de los seres vivientes, hombres, animales y plantas, y nos sentimos preocupados por la conservación de la Tierra, del aire, del agua, del suelo… Todas nuestras decisiones, actuaciones y negligencias tienen consecuencias… Al abrir nuestro corazón a los demás debemos enterrar nuestras mezquinas querellas en aras de la comunidad mundial, de manera que llevemos a la práctica una cultura de la solidaridad y de la vinculación mutuas... Debemos dejar atrás cualquier forma de dominio o de abuso…Nos esforzaremos por conseguir un orden social y económico justo en el que cada cual reciba las mismas oportunidades para desarrollar plenamente sus cualidades humanas… Hemos de superar cualquier inclinación a buscar ávidamente el poder y el dominio, el prestigio, el dinero y el consumo, en aras de formar un mundo justo y pacífico… Sin riesgo y sin disposición al sacrificio no puede producirse un cambio fundamental en nuestra situación. Por eso nos comprometemos con esta ética mundial, con una mutua comprensión y con aquellas formas de vida que conlleven un concierto social, la consolidación de la paz y el respeto por la naturaleza. Invitamos a todos, creyentes o no, a hacer lo mismo” (Küng, H, Kuschel, K-J –eds.-, Hacia una ética mundial. Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo, Madrid, 1994, p. 15-18).

Innúmeros interrogantes y desafíos se agolpan ante esta declaración. Cada punto, no sólo de lo citado en este breve artículo sino de todo el documento, constituye una interpelación a fondo de nuestro sentido total de existir y de vivir hoy, aquí, ahora y mañana y en cualquier parte del mundo. Es imposible dejar de plantearse qué sentido genocida-suicida interiorizado y “comunicado” tiene, por ejemplo,  la ponderación del consumo y que tanto ruido hace entre economistas. Para poner un ejemplo de la política “nostra”, cómo se debería valorar el que en su campaña presidencial, la actual primera magistrada argentina, palmariamente subsidiaria de la mitificación colonizada del llamado “Primer Mundo”, otorga pomposas loas a la ahora también mitificada España como ejemplo en el incremento formidable del consumo, cuando ese mismo consumo con sus supuestos y consecuencias, simplemente, pero, efectiva e incontrastablemente, nos está matando al liquidar el medioambiente y al liquidar la vida. O qué sentido ético tienen los magnates de la democracia al armar su existencia cual monarcas absolutos sin peluca, viviendo en verdaderos  Versallles bananeros, que son las residencias fastuosas, cachetada al sentido austero de la vida inherente al espíritu real democrático. Qué sentido pueden tener las magnificadas fortunas, las cuales, por virtud de la praxis o ética que propone el Parlamento de las Religiones del Mundo, pasarían a ser los verdaderos miserables, dignos de lástima por la inmensa pobreza humana de miras. O, en aquellos así llamados “debates” tras apurones, más politiqueros que políticos, por zanjar leyes de educación, ficticiamente sometidas a “consulta” de docentes, no saber realmente ni tener la menor noticia de la existencia de planteos como los de esta “quinceañera”  Declaración, y que hasta se llegan a fijar contenidos educativos sin la menor idea de la perentoriedad de tenerlos en cuenta.

En fin, dejemos a los lectores continuar formulándose las muchas preguntas que esta rememoración supone e invitémosles a asumir las responsabilidades que ni la sofisticación intelectual ni la novelería culterana, sino el clamoroso apremio por la supervivencia, por nuestra supervivencia y la de nuestros hijos, es puesto de manifiesto por este movimiento impulsado por Declaración por una Ética Mundial.