En busca del Estado perdido: otra lectura sobre el voto de Cobos

En política cuando se le niega el poder a alguien, se está construyendo un nuevo poder. Esta ecuación simple no debería olvidarse al hablar de mejoramiento constitucional al analizar el voto del vicepresidente Cobos. Recinto del Senado de la Nación ArgentinaNo debería olvidarse tampoco que el Senado está integrado por señores que han implementado políticas neoliberales y apoyado la privatización de forma irresponsable como son los casos del ex presidente Carlos Saúl Menem y el ex gobernador de Salta Juan Carlos Romero, para no abundar en ejemplos. Por lo que afirmar que el voto de Cobos cambió la historia es solo una verdad a medias y casi ligera. El Senado votó a favor de un modelo impulsado en los ’90, y en su voto olvidó como en todos estos años a las clases más postergadas.

La estrategia de Cobos de buscar el consenso, las múltiples críticas que se le pueden hacer al Gobierno en su estrategia con respecto a este conflicto, deberían leerse desde otras perspectivas que no involucren el entusiasmo e incluso la admiración. Hay sobre cada democracia latinoamericana muchas medias tintas, pero hay en la historia una tinta bastante reconocible: ninguna ley a favor de los pobres ha encontrado el consenso de aquellos que concentran las riquezas.

La multiplicación de problemáticas que afloraron durante los debates en el Congreso da cuenta de un país dañado por las prácticas políticas de las últimas décadas, prácticas de las cuales son responsables muchos de los miembros de ese Congreso. Pero a raíz de esto cayó en el olvido lo que verdaderamente se discutía, una ley que proponía una mejora en la distribución de los ingresos y evitaba una agudización de la concentración de la riqueza. Ahora, al terminar ese enfrentamiento que al decir de los propios senadores tenía connotaciones más allá de lo económico, al alabar la valentía de Cobos, la fortaleza de la democracia, la oposición a la acumulación de poder que pretendían los kirchners, podemos en cambio citar con más sentido de la verdad a un testamento literario, aquel que dejara el dictador de El otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez:

“Para los pobres nada, por supuesto, ellos van a estar siempre tan jodidos que el día que la mierda valga nacerán sin culo, ya lo verán”.

Por otra parte, ¿se puede hablar de un fortalecimiento institucional cuando están en crisis los partidos políticos? Los votos cruzados entre oficialistas y opositores parecen pertenecer más al historial de las débiles alianzas antes que a independencia de criterio, develan más los pactos que tienen como único fin ser electos antes que compromiso con la sociedad. La escena dramatizada por Cobos a la hora de votar es ilustrativa: el vicepresidente expresa su incómoda situación diciendo que por un lado está lo que le dicta el corazón y por otro su deber como parte del Gobierno. Finalmente vota con el corazón. Luego pide que la presidenta lo comprenda mientras se gana la admiración de un importante sector, incluso de aquellos que ven en el hecho un genuino acto de democracia. Y claro que lo es, pero también es la construcción de un nuevo espacio de poder inserto en el seno del Poder Ejecutivo.

Y la democracia dónde estuvo en estos cuatro meses de cortes de rutas, dónde está cuando, por ejemplo, aquí en Salta las topadoras acechan a las comunidades indígenas para desmontar millares de hectáreas para sembrar soja.

Pero democracia a fin, es una palabra que la pueden usar todos, de ahí la proliferación de héroes como Bloomberg, De Angelis, Buzzi y ahora Cobos quien está seguro que votó a favor de la gente. Héroes que tienen un aspecto singular, todos son sujetos sociales que se declararon víctimas del poder hegemónico del Gobierno; todos, sin embargo, ajenos a las necesidades de los desposeídos.

El momento histórico que todos se empeñaron en marcar como fortalecimiento institucional tiene un aspecto que en algún momento la Argentina tendrá que volver sobre ello: ese fortalecimiento constitucional que hoy se declama carece de la presencia del Gobierno, carece de la representación de las clases postergadas que son mayoría en este país, por tanto carece de una presencia cabal del Estado.

Pero cierto es que todos los países son pródigos en construir mitos, de hecho las naciones se crearon a partir de determinadas legitimaciones de historias e identidades, muchas de ellas entrelazadas con verdaderos pelos de brujas. Desde entonces la modernidad ha sido pródiga en mitos urbanos que son como el agujero negro de determinados comportamientos sociales. Un condicionamiento que nunca está en la superficie y que difícilmente se pueda leer. Y es que los mitos son como las raíces torcidas del hombre tanto en su aspecto individual como en el social, nos conducen siempre hacia experiencias dolorosas.