
Las siguientes reflexiones fueron motivadas por la relectura del clásico de David Isaacs (La educación de las virtudes humanas, EUNSA, Pamplona 12ª edición, 1996) tantas veces utilizado por los docentes a la hora de formar juventud. Se trata de restituir valores imprescindibles para reencontrar un rumbo seguro; de la larga lista que tengo, mencionaré cuatro: responsabilidad, prudencia, comprensión y patriotismo. En cuanto a la responsabilidad, me remito a la nota firmada por Natalio Botana, publicada en La Nación del jueves 19, titulada Cien días de irresponsabilidad, en la cual el autor se refiere a la obligación moral del gobernante -y de la dirigencia en general, agrego yo- de prevenir errores posibles derivados de sus decisiones. Consígala, está muy buena.
Continuo con la prudencia, la cual -para existir- necesita un cierto desarrollo intelectual e implica el paso previo de haber discernido o fijado un determinado criterio; para lo cual resulta imprescindible conocer la realidad, escapar de microclimas y conciliábulos en los cuales se enfrascan unos pocos que deciden y, generalmente, no terminan de ver más allá del propio ombligo. Conocer la realidad, a su vez, conlleva la necesidad de re-conocer que uno no es dueño de toda la verdad, es decir estar advertido de las propias limitaciones.
¿Por qué comprensión? Ella en esencia se da en el plano de las relaciones interpersonales (o grupales, cuando se procura un arreglo), cuando se interactúa. Intento comprender porque enfrente tengo a otro, con su carga de emociones y sus circunstancias. Por eso, si uno se siente comprendido a la vez está impelido a comprender a ese otro. Pero comprender no es solo sentir con el otro, que nos ubica en el plano de la simpatía; va más allá, hacia la empatía que es la capacidad de ver las cosas desde el otro punto de vista. A partir de entonces la comprensión ayuda a construir desde las particularidades, conjuntamente, detrás de un objetivo claro. Y eso vale tanto para la paz social como para el porcentaje de retención.
El patriotismo es como un hilo que enhebra las perlas de un collar, es la virtud y a la vez un deber- que galvaniza a las otras; podría no estar, pero su presencia les da un sentido, blinda a las demás. El sentimiento patriótico está devaluado porque lamentablemente los habitantes de este suelo consideran que su patria no les está asegurando las condiciones indispensables para su desarrollo intelectual, moral social y económico; se sienten desguarnecidos. Isaacs entiende que el patriotismo es un hábito operativo y supone el desarrollo de la capacidad intelectual para actuar con justicia en función de unos valores reconocidos y asimilados. Esta idea nos lleva suavemente al concepto de Nación, ya que hay nación por que hay Patria. Por eso me parece muy adecuada para la ocasión, una frase leída en un breve ensayo de G.K. Chesterton (El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad, Ed. Lohlé-Lumen, Buenos Aires, 1996, regalo del día del padre), precisamente sobre el patriotismo: Pero si aceptamos este mítico ser colectivo, este yo mayor, debemos aceptarlo de una vez por todas. Si nos jactamos de lo mejor, debemos arrepentirnos de lo peor. De otro modo el patriotismo será una pobre cosa.
Ahora que se ha decidido trasladar el conflicto al Congreso de la Nación, la responsabilidad se traslada a los legisladores nacionales, quienes necesitarán todas sus luces para encontrar el punto de equilibrio y terminar la pesadilla. Vuelvan a usar estas herramientas, muchachos. ¡Por Dios, qué naif suena escribir todo esto en la República Argentina 2008!