Salta vuelve a ser rica, pero ¿y los salteños pobres? (I)

El debate entre "el campo" y el Gobierno de doña Cristina Fernández de Kirchner ocupa amplios espacios en la prensa salteña. Los bares del centro, las colas en las oficinas públicas, las tertulias familiares, encuentran en este conflicto abundante material para el coloquio y, también, para el mal humor. Pero ¿cómo impacta el conflicto en el futuro de los salteños? He aquí un intento de explicación.  Cristina Fernández de Kirchner1. Después de fatigosas décadas en las que sucesivas generaciones de salteños se vieron forzadas a luchar contra la pobreza, el asilamiento y las restricciones que les impedían acceder -en igualdad de condiciones- a los beneficios del progreso, la fortuna vuelve a sonreír a nuestra Provincia.

Y lo hace de la mano del círculo virtuoso constituido por el potencial agropecuario de sus tierras (1), la capacidad de nuestras jóvenes generaciones de trabajadores y de empresarios y, cómo no, por las oportunidades que abrieron los biocombustibles y la irrupción de millones de nuevos consumidores de proteínas y de otros alimentos.

2. Sin embargo, las erróneas políticas agrícolas “unitarias” –en tanto ignoran las singularidades regionales-, y las recientes medidas tributarias centralistas (las “retenciones”) amenazan con destrozar aquellas legítimas esperanzas y desaprovechar tan espléndidas oportunidades contemporáneas.

Estamos, una vez más, frente a posiciones centralistas y unitarias que, además de los graves daños que provocan en nuestra concreta economía regional, están peligrosamente erosionando la república democrática y federal (2).

¿Cuál habrá de ser, para Salta y sus habitantes, el resultado final de estas tensiones entre oportunidades y acechanzas?

Aun cuando no hay, en el horizonte inmediato, elementos que permitan adelantar una respuesta definitiva, es posible señalar, entre otros, dos factores determinantes:

 De un lado, los términos que, en su día, cierren el conflicto por la distribución de la renta (3) que enfrenta a los productores agrícolas con el Gobierno nacional.

 De otro, las actitudes y decisiones que adopten el Gobierno de la Provincia y los principales actores políticos y sociales salteños.

Mientras el primero de estos factores ha desatado el debate político más intenso, caudaloso e intrincado de todos los habidos en nuestro país en lo que va del siglo, el Gobierno que preside don Juan Manuel Urtubey, las organizaciones salteñas de intereses (cámaras empresarias, sindicatos), los intelectuales y buena parte de la opinión pública aparecen prisioneras de lealtades centralistas y se muestran carentes de diagnósticos pegados a la realidad regional y de propuestas suficientemente elaboradas y autónomas.

Por lo que se refiere a la clase política salteña, me atrevería a sugerir que una parte considerable de la misma es aún tributaria de los esquemas ideológicos construidos en el siglo pasado, tiempos donde la pobreza estructural nos sumía en el desasosiego, limitando nuestras expectativas, y donde el hiper-nacionalismo y los sueños de autarquía eran el contexto dentro del cual pensábamos, impotentes, a Salta, a sus problemas y a su destino.

Existen, dentro de este panorama ciertamente desalentador, acontecimientos capaces de alimentar el optimismo.

De un tiempo a esta parte, los productores agropecuarios salteños (entendiendo por tales tanto a empresarios como a trabajadores del campo) están reencontrándose con nuestras mejores tradiciones y exhiben hoy una trayectoria exitosa.

No sólo han logrado multiplicar varias veces, como se verá mas adelante, la producción local de alimentos, sino que -en un entorno nacional e internacional no siempre propicio-, se han revelado capaces de trasladar a Salta las técnicas y herramientas que están en la raíz de la “segunda revolución verde” que, desde mediados de los años 70 transformó definitivamente a la agricultura y a la ganadería.

También, y de la mano de las nuevas generaciones (de propietarios y empresarios, de técnicos y expertos, de obreros y empleados), han logrado conectarse con el mundo y la modernidad a través de la conquista de nuevos mercados remotos, de la incorporación de las tecnologías más avanzadas y de la democratización de sus comportamientos políticos.

En este último sentido, las acciones de los agricultores “autoconvocados” y, señaladamente, su resolución de compatibilizar sus demandas puramente gremiales con el discurso democrático y con reivindicaciones republicanas, no hacen sino confirmar el giro modernizador que las nuevas generaciones han impuesto a la acción pública agropecuaria.

Un salteño protagonista del progreso agrícola argentino

3. Quizá sea oportuno recordar aquí que Salta, como conjunto social y unidad territorial, conoció tiempos mejores y no siempre fue económica e intelectualmente pobre.

Para fundar una afirmación que, aun sin proponérmelo, pudiera despertar enfáticos desmentidos, nada mejor que reseñar aquí la trayectoria de don Aarón Castellanos (1802/1880), un salteño universal, culto, tenaz y optimista.

Castellanos, nuestro comprovinciano, sufrió la incomprensión de los localismos estrechos de miras y fue perseguido por el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas, arquetipo del autoritarismo centralista porteño, quién coartó su libertad de emprender obligándolo al exilio.

Conocido, casi famoso, como colonizador por sus exitosos programas para promover la inmigración de agricultores europeos al litoral argentino, guerreó por nuestra independencia (al lado de Güemes), compró, invernó y vendió miles de mulas (muchas de ellas en Sumalao), frecuentó Paris, Lima y Valparaíso, buscó y encontró oro, desarrolló enormes emprendimientos agrícolas, crió vacas en la pampa húmeda, promovió la navegabilidad del río Bermejo, fundó pueblos, erigió puertos, ideó ferrocarriles y canales, ayudó a catequizar indios, y construyó sólidos vínculos económicos y sociales con Europa.

Nuestro ilustre comprovinciano fue, a juicio de Francisco CENTENO (4), el “primer apóstol del progreso agrícola argentino”.

4. La Argentina en la que Aarón Castellanos vivió, y contribuyó a fundar, era una nación insertada en el mundo como gran proveedor de alimentos. Un país al que, hacia 1928, el Presidente norteamericano HOOVER equipararía a “una canastilla de pan” que saciaba el hambre de millones de hombres y mujeres.

Durante aquel largo ciclo de prosperidad argentina, Salta disfrutó también de una relativamente desahogada posición económica, como lo revela el hecho de que nuestro producto geográfico rondara el 85% de la renta nacional.

Más tarde, sucesivas crisis globales (1930) y nacionales (1952) sumadas a nuestra incapacidad para resolverlas constructivamente, eclipsaron el país soñado por el ilustre Aarón Castellanos y empobrecieron a su Salta natal.

(Continúa)

(1) En especial las mas de tres millones de hectáreas ubicadas en la fértil franja que va desde las primeras estribaciones de las sierras subandinas a la llanura chaqueña

(2) De pronto, la revalorización de los productos agrícolas y ganaderos, ha llenado de contenido tanto a las proclamas como a las instituciones federales. Mientras que durante el ciclo de la pobreza regional el federalismo fue, en realidad, una bandera nostálgica y un argumento para reclamar subsidios solidarios al puerto exitoso, hoy el federalismo de las nuevas regiones enriquecidas por los precios de su producción primaria es condición de su desarrollo prolongado en el tiempo y sustentable social y ambientalmente. 

(3) Conviene advertir que esta verdadera “puja distributiva” encierra, además (aunque en este caso los actores con capacidad de decisión son las fuerzas políticas y no las organizaciones gremiales que hoy lo protagonizan), un conflicto por la distribución de los poderes entre los centros tradicionales (llámense Capital Federal o capitales de provincias y sus respectivos poderes ejecutivos) y los espacios locales emergentes (llámense municipios o departamentos y sus respectivos poderes legislativos).

(4) CENTENO, Francisco “Virutas históricas – 1810 – 1935”, Editorial J. Méndez, Buenos Aires – 1935, Tomo III, página 183 y siguientes.