
Lo que es cierto es que el turismo en Salta ha iniciado un notable descenso cuyo punto más bajo se conocerá recién cuando finalice la próxima temporada invernal.
Ahora bien, que este descenso se traduzca inmediatamente en una pérdida de empleos en el sector o en una menor recaudación impositiva, aún está por verse.
Todo indica que en Salta algunos servicios relacionados con el turismo están sobredimensionados y que los esfuerzos gubernamentales no apuntan tanto a desarrollar la actividad turística para generar mayor bienestar entre las clases más desfavorecidas sino para ayudar -y de modo urgente- a amortizar algunas gigantescas inversiones, muchas de las cuales tienen al Estado como socio financiero más o menos encubierto.
Sólo en la ciudad de Salta se han construido recientemente dos enormes hoteles de cinco estrellas y han surgido, como hongos después de la lluvia, una cantidad sorprendente de pequeños alojamientos de calidad dispar, encasillados en lo que en Salta denominan, a veces de modo confuso, "hosteles" y "hostales".
El tiempo de las vacas gordas para los grandes operadores turísticos de Salta parece estar llegando a su fin.
O el sector demuestra una sólida capacidad para convertirse en motor de la economía lugareña, es decir, abandona ciertos planteamientos elitistas y adopta prácticas transparentes y solidarias en materia de empleo regular (esto es, empleo blanco o registrado), pago de impuestos y administración de subvenciones y exenciones tributarias concedidas por el Estado, o su futuro estará en serio entredicho.
El turismo de Salta debe, además, reforzar no tanto su línea de compatibilidad medioambiental, en la que se ha venido poniendo el acento como si fuese el no va más del progresismo en la materia, sino realizar esfuerzos sostenidos en la línea de compatibilidad social y cultural, esto es, debe invertir en fomentar el respeto por la situación social de Salta (una Provincia donde la pobreza alcanza cifras escandalosas) y por sus peculiaridades culturales.
Según los analistas, los cambios producidos recientemente en el elenco gubernamental vinculado a la administración del turismo y la cultura de Salta apuntan más a la potenciación del elitismo en materia cultural y a una visión business centered en materia turística, que a la resolución de los problemas estructurales que lastran el definitivo despegue de ambas actividades.
Antes que un "producto", Salta debe ser considerada el espacio natural de sus habitantes. Ésto no debe perderse de vista, especialmente por los salteños que se dedican a generar ideas sobre estas materias. No es posible -sin riesgo de dualizar algunos procesos sociales y económicos- crear "espacios virtuales" para turistas y reservar los "espacios reales" para los oriundos.
Un solo ejemplo basta para describir esta situación: mientras el gobierno de Salta emplea ingentes energías intelectuales en vincular el turismo-negocio con la cultura, son pocos los que piensan que materias como la salud pública, la seguridad o la cultura vial -por citar sólo tres puntos importantes- influyen decisivamente en la calidad de la oferta turística de Salta.
Las bellezas naturales de Salta y la comodidad de sus hoteles resultan argumentos poco convincentes frente a un sistema de salud pública deficitario, mal vertebrado e inequitativo, así como frente a la posibilidad de ser consumir alimentos en mal estado, ser atracados en la calle o atropellados por un vehículo ilegal.
Salta debe "ofrecerse" como un espacio territorialmente cohesionado, equilibrado social y medioambientalmente, seguro física y jurídicamente, y con servicios públicos esenciales de calidad, no sólo para los que nos visitan ocasionalmente, sino también para los que viven aquí de manera estable y permanente.
O Salta apuesta por una estrategia de desarrollo global y equilibrado de su economía, incluyendo la corrección de sus asimetrías regionales, o el turismo (alto o bajo) estará siempre condenado a portar un perfil tercermundista y marginal.
Es hora de abandonar la obsesión por el "posicionamiento"; debemos desechar por inútiles las políticas gubernamentales "gepeesianas" (del GPS) y empezar a descubrir en el turismo y la cultura de Salta las claves para un desarrollo económico de largo plazo que sea capaz de acabar con la pobreza y con el elitismo estéril.