Sin embargo, las políticas hidrocarburíferas que inciden sobre las inversiones en el sector, los precios que pagan los consumidores y los importadores, las regalías que reciben las provincias productoras, la balanza comercial y, por ende, sobre nuestro futuro energético, no encuentran el mismo eco en la opinión pública.Puede que este desinterés tenga que ver con el hecho de que tales políticas generan grandes beneficios para sectores privilegiados, o con la circunstancia de que las provincias afectadas no tengan el peso de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba o Entre Ríos.
Los gobiernos de las provincias productoras de gas y petróleo, Salta entre ellas, han hecho poco y nada para revertir una situación que les priva de recursos actuales y futuros. Han, de alguna manera, convalidado las medidas nacionales que obligan a comprar, en el exterior, energía y combustibles a precios internacionales, mientras mantienen congelados los precios de la producción local.
En este contexto, las reservas, la producción y las regalías hidrocarburíferas de Salta continúan cayendo, con grave daño para nuestro futuro.
Pero, cuando el tema se aborda desde el punto de vista del consumidor local, la situación muestra aristas francamente irritantes.
Como este sitio ha señalado en una nota anterior, los consumidores salteños de gas transportado por redes domiciliarias pagan facturas más altas que sus pares porteños, seguramente por causa de impuestos regresivos.
Pero el actual marco tarifario vigente perjudica sobremanera a los pobres, condenados a consumir gas en garrafas.
Son muchísimos los salteños que cocinan, se higienizan y calefaccionan utilizando el gas envasado y que, por consiguiente, pagan importes que duplican o triplican la factura de las clases medias y altas.
La llamada garrafa solidaria (mas barata) no alcanza a reparar esta enorme inequidad.
Pero hay una novedad que no puede sino indignar al sentido común:
Tal y como sucede en los barrios exclusivos de Buenos Aires, también en Salta muchas personas pudientes (verdaderos rastacueros), aprovechándose de las tarifas ridículamente bajas, han comenzado a calentar el agua de sus piletas de natación.
Y, como no podía ser de otra manera, desembarcan en Salta empresas que ofrecen obras para que los ricos insolidarios e irresponsables disfruten de una piscina termal durante el invierno, a un precio de 5.590$, con un descuento del 15%.