
Esta vez, el «tetazo», que consiste en este caso no en el amamantamiento infantil sino la exhibición del torso desnudo de las féminas indignadas, no tendrá por escenario la Plaza 9 de Julio ni los alrededores de la Catedral Basílica. Las organizadoras han preferido trasladar la protesta a otro sitio tan conservador y pacato como estos: el Monumento a Güemes.
El tradicional emplazamiento gauchesco, lugar habitual de desfiles de hondo contenido patriótico, albergará estar tarde a una nube de mujeres molestas, que exteriorizarán su estado de ánimo dejando al aire sus pechos.
Hace algunos años y frente al anuncio de que un inocente festival de rock iba a realizarse en las escalinatas del monumento, un fortín comandado por un fornido gaucho de apellido catalán amenazó con reventar el festival a golpe de rebenque. Lo curioso fue que la amenaza fue suficiente para que la entonces Secretaria de Cultura de la Provincia decidiera trasladar el festival a la calle Ibazeta.
Ahora, frente al anuncio de un aluvión de pezones, no se sabe muy bien qué actitud asumirán los gauchos, custodios oficiosos de la moralidad del monumento y de las más rancias costumbres campestres. Hasta ahora nadie ha dicho que los gauchos intentarán cubrir con ponchos las tetas de las feministas o que se adoptará algún otro tipo de medida disuasoria para evitar lo que algunos gauchos de llamativo guardamonte considera como «exhibiciones obscenas».
Se comenta, no obstante, que en una herrería de Villa Lavalle, un artesano prepara un antifaz de bronce que le sería colocado al héroe gaucho, a fin de que sus metálicos ojos (estos mismos que otean el horizonte en busca de realistas que no se han enterado del final de la guerra de la independencia) no queden expuesto a ese espectáculo de tejidos eréctiles hiperpigmentados campando a sus anchas por los monumentales rincones.