Buchones en El Faro

  • La hipocresía de la sociedad salteña, espoleada por ciertos medios de comunicación, promueve auténticos escándalos en relación con los comportamientos sexuales y de pareja. Mientras los medios y las redes bombardean a los adolescentes con mensajes e imágenes destinados a excitar sus instintos, por otro lado aparecen en los lugares más insólitos celadores y comisarios que velan por el respeto de nuestras mejores costumbres sexuales. Esto tiene un límite y es la libertad de las personas que deciden prodigarse amor, mientras no transgredan ninguna norma jurídica. En Salta los términos están invertidos, pues primero hay que demostrar ante la policía que no se está haciendo nada malo.
  • Un atropello a la libertad y al derecho a la intimidad
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La regla número uno, que está inscrita con letras de fuego en el frontispicio de los hoteles alojamiento en todo el mundo, es la discreción.

Ninguna pareja con dos dedos de frente iría a un establecimiento de estas características sabiendo que los porteros, conserjes o controladores de turno están legitimados para juzgar de antemano la apariencia física de las personas y determinar, a ojo de buen cubero, si tiene o no la edad legal para mantener relaciones sexuales consentidas.

Salvo que alguna persona sea visiblemente introducida por la fuerza y contra su voluntad a uno de estos lugares, los porteros no tienen ningún derecho a entrometerse en la intimidad ajena.

Lo que ocurre en Salta es que el alboroto público ha conducido a una modificación de facto del Código Penal, para convertir en delitos de acción pública aquellas ofensas contra la libertad sexual que solo se pueden perseguir previa denuncia de la persona ofendida o sus derechohabientes. Ahora, tras esta insólita reforma legal, los porteros de El Faro son los que disparan las alarmas y juzgan -más rápido que los fiscales- si hay estupro, corrupción de menores, abusos sexuales y hasta incumplimiento de los deberes de funcionario público.

Con esas ínfulas de moralistas, es de esperar que su negocio se extinga bien pronto y que en vez de alquilar habitaciones a los amantes ocasionales conviertan a los cuartos en salas de oración.

La intervención de los porteros de El Faro, consistente en avisar a la policía por la supuesta «diferencia de edad» y de «apariencia física» entre un colectivero y una estudiante de un colegio secundario es abusiva, discriminatoria, castradora y sexista. Es decir, reúne todas las condiciones para ser considerada ilegal y un atropello a los derechos de las personas.

¿Qué ocurriría si el portero de turno, a las 4 y cuarto de la tarde levanta su teléfono y llama a un confidente para decirle: «Acaba de entrar a la habitación 38 el diputado Mascafierro con un rubio de casi dos metros»?. ¿Hay derecho a que hagan algo como esto?

Si al albergue acudiera una mujer de 70 años con un amante de 18 es casi seguro que los porteros ni se inmutarían. ¿Por qué hacerlo entonces cuando es el hombre el de mayor edad? Por puro sexismo, por no decir «sotanismo». Ellos fomentan el pecado y aplican la penitencia.

En Salta las personas han sido libres desde siempre para entablar relaciones sentimentales de las más variadas. A la hora de mantener relaciones sexuales muy poco ha importado la edad, siempre que se tratase de personas habilitadas por el Código Penal para mantener relaciones sexuales consentidas. Esto se tiene que seguir respetando, porque de lo contrario entraríamos en una espiral interminable de persecución de las relaciones entre los sexos.

Ahora -en la misma ciudad en que se considera falta administrativa sancionable con multa no detenerse a practicar los primeros auxilios a un perro recién atropellado o conducirlo a la veterinaria más cercana- la misma sociedad hipócrita que ha dado vida a esta norma «animalista» se subroga en el papel de los padres y proclama a los cuatro vientos que es indecente que una jovencita ande noviando con un señor que la dobla en edad. Si a los padres les parece bien y los novios no ven nada de malo ello, ¿por qué tiene que venir el portero de El Faro a ejercer de celador? Y ¿por qué tienen que hacerlo en base a meras apariencias, sin consultar ni comprobar la edad, los sentimientos o los deseos de las personas afectadas? ¿Es que somos todos degenerados en Salta?

Si el portero está para esos menesteres, será mejor que renuncie y que busque empleo en el Arzobispado, ya que la infinita misericordia de nuestros pastores le permitirá encontrar un puesto de profesor de religión, en horario curricular, en las escuelas públicas de la ciudad.

El colectivero, que fue detenido por la policía cuando se encontraba desnudo dentro del motel, tuvo que ser puesto de inmediato en libertad por la misma fiscal que había ordenado su aprehensión, tras comprobar que la madre de la supuesta ofendida no había presentado denuncia alguna. ¿Quién le paga al colectivero el estigma de salir del motel con los pantalones a media asta y custodiado por veintiseis policías armados hasta los dientes como si acabara de cometer un magnicidio? Menos mal que no le pintaron los dedos.

Lo que sería muy bueno es que esa señora tan inquieta que cada semana hace los «relevamientos» del precio de las hortalizas y las legumbres en los mercados de la ciudad, se dedicara de lleno a estudiar uno por uno a los hoteles alojamientos habilitados por la Municipalidad para comprobar en cuáles de ellos se respeta de verdad el derecho a la intimidad de las personas que utilizan sus servicios, y en cuáles hay «buchones» disfrazados de porteros.

Desde luego, si usted le lleva más de diez años (y más de veinte kilos) a su novia y si esta peina trenzas, viste una faldita de tartán escocés y gasta un chupetín en la boca, más le vale que se busque un buen yuyaral, porque en El Faro sepa usted que lo mandarán en cana.