La desgarradora soledad de Bouvier

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Otros años, para las mismas fechas, los salteños podíamos ver a Jean-Michel Bouvier llorar frente al monumento que recuerda la memoria de su hija asesinada en compañía de un grupo de fieles incondicionales, entre los que no faltaba Santos Clemente Vera, hoy condenado a prisión perpetua por el crimen.

También solía dejarse ver por allí el gobernador Juan Manuel Urtubey, quien este año de jubileo judicial propiciado por la sentencia de los jueces Luciano Martini y Rubén Eduardo Arias Nallar, prefirió rendir homenaje a la empanaderas de Salta que acompañar a Bouvier en su dolor inmenso.

En la Salta del poncho rojo y el corporativismo gaucho, que fomenta el Gobernador con sus políticas retrospectivas, siempre son más importantes dos empanadas jugosas que la memoria de dos mujeres asesinadas de forma brutal y primitiva.

Pero a Bouvier no le asusta la soledad. Mejor solo que mal acompañado.

Le duele la ausencia definitiva de su hija pero también lo lastima la de Santos Clemente Vera, cuya inesperada condena lo hace -según él- convertirse en cómplice de una tremenda injusticia.

A la cita también han faltado la ministra Calletti y sus antiguos apoyos de los familiares de las otras víctimas, que le retiraron el saludo cuando el francés demostró que para él eran mucho más importantes la justicia y la libertad que el objetivo siempre minúsculo de derribar a un gobierno.

Cada año que pase, Bouvier estará más solo en este sentido. Los Calletti y los Urtubey son, qué duda cabe, entidades demasiado pequeñas confrontadas con la inconmensurable dimensión de la muerte.

Pero estará más y mejor acompañado por aquellos que, como él, creen que la justicia y la libertad no solo son dos rótulos en las constituciones sino aspiraciones fundamentales del ser humano, que hacen a la esencia de su ser y cuya sola existencia justifica vivir la vida.

Quizá no se formen multitudes, pero lo más seguro es que ese dolor implacable que ensombrece su alma esté encendiendo la llama de la dignidad en muchos corazones, que comparten con él una común aversión hacia la injusticia y los excesos de poder.

Salta puede dejar solo a Bouvier, pero Bouvier jamás estará solo.

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