Matar a inocentes, matar a culpables

En estos días he escuchado en París algunas voces que condenan los atentados del pasado viernes y a sus autores por haber sido responsables de una matanza «de inocentes».

Los que murieron tiroteados y despedazados por las bombas eran, sin dudas, inocentes. Pero, la sanguinaria acción terrorista ¿sería moralmente más tolerable si la matanza se hubiera dirigido a «culpables»?

Esta forma de ver las cosas me hizo acordar a un conspicuo antisemita que, entrevistado en un programa de televisión el día del atentado contra la AMIA, en 1994, soltó una memorable barbaridad: «Hay que tener en cuenta que en la masacre murieron no solo muchos judíos sino también muchas personas inocentes».

En un país como Francia, y en muchos otros que comparten una tradición de respeto a los derechos fundamentales de la persona humana (donde no existe la pena de muerte), ni los delincuentes terroristas ni las autoridades legítimas pueden llevar a cabo matanzas «de culpables». Sencillamente porque matar no está permitido, ni en nombre de la mejor causa.

Los atentados del viernes 13 de noviembre en París son radicalmente condenables, cualesquiera hayan sido sus motivaciones (eso es lo primero), pero también cualesquiera hayan sido las condiciones de las personas que los han padecido.

Cuando el gobierno francés habla de «acto de guerra» no le hace un gran favor ni a Francia ni a las víctimas. Ha sido, sí, un acto bárbaro y execrable, pero si lo consideramos un acto bélico, de algún modo estamos dando algo de razón a sus autores.

Si para conjurar la amenaza terrorista Francia recurre a la guerra, interior o exterior, quienes sufrirán serán las víctimas, porque en nombre de ellos, en nombre de su muerte, habrá más muertes, más miedo y más sinrazón.

El tremendo desprecio por la vida que rezuma este terrorismo cruel solo merece una respuesta: la exaltación de la vida. Cualquiera otra que pretenda demostrar que los golpeados pueden golpear aún más fuerte está condenada al fracaso.